"En la orillita del mar"
Con cada puesta de sol, gaditanos y turistas comparten la playa de la ciudad como un inmenso parque de ocio en el que hacer también deporte al aire libre
Ya el sol dora, pero no quema. Alumbra, pero muta los colores. Es el mismo ocaso diario al que los comparsistas del Carnaval de Cádiz dedican insistentemente sus ripios. Solo que ahora, en verano, carnavaleros y gaditanos en general comparten generosamente la estampa con la multitud de turistas que copan las cuatro playas de la ciudad. Para una capital como Cádiz, con poco más de 118.000 habitantes distribuidos en apenas 4,4 kilómetros cuadrados de suelo urbano, la playa es mucho más que un espacio donde tomar el sol. Sus 7,2 kilómetros de costa de arena blanca son una suerte de parque urbano.
“En la orillita del mar” —como reza el tanguillo de Los duros antiguos de 1905— hay quien pasa el día pertrechado de sombrillas, tarteras y juegos de bingo; quien pasa las horas paseando o el que las aprovecha para hacer deporte a la caída del sol. Precisamente, en esa vocación de parque de ocio de las playas gaditanas, el pasado mes de noviembre, el Ayuntamiento presidido por José María González, Kichi, instaló un parque de calistenia para ejercicio físico en la playa de La Victoria. No era nada nuevo, ya el Cádiz CF lleva años empleándola para alguno de sus entrenamientos. Sin embargo, la nueva infraestructura ha venido a recordar la potencialidad pública de estos espacios naturales, enclavados en una ciudad que ya hace años que agotó su suelo urbanizable.
Incluso cuando la playa no era el espacio de ocio que hoy es, ya marcaba la vida del gaditano. Cuentan las crónicas que desde ellas se oteó desde la llegada de los barcos de América al desastre de la batalla de Trafalgar, en 1805. Incluso lo que canta el célebre tanguillo del Carnaval, hoy convertido en el himno oficioso de la ciudad, se refiere con guasa a hechos reales ocurridos en junio de 1904: cuando todo Cádiz se tiró a la playa a escarbar en la arena, a la caza de los reales de plata. “Estaba la playa / igual que una feria”, dice la letra. Así sigue hoy, 114 años después. Aunque ahora sea para conseguir el perfecto cuerpo Instagram. O para aplaudir, sazonado con músicas étnicas e incluso flamencas, cada caída veraniega del sol como si se tratase del espectáculo que justo es.
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