Espiral turca
El hundimiento de la lira, agravado por Trump, daña a los bancos españoles
Turquía se ha enzarzado en una confrontación política con Estados Unidos que amenaza con causar graves daños económicos al país y, de paso, provocar una minicrisis financiera en Europa, con especial incidencia en España. Para dar una idea del riesgo español en este episodio, conviene recordar de entrada que los bancos españoles tienen comprometidos en Turquía no menos de 83.000 millones de euros. El inicio de la convulsión político-financiera es político. Ankara reclama a Estados Unidos la repatriación de Fethüllah Gülen, considerado uno de los líderes de la revuelta contra Erdogan; Washington pide a su vez la devolución del pastor Andrew Brunson, usado como moneda de cambio para forzar la entrega de Gülen. Donald Trump aplicó su política habitual de negociación y anunció el viernes que duplicaba los aranceles al acero y aluminio turcos.
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Como consecuencia del envite, la lira turca acelera su hundimiento respecto al dólar, los mercados financieros caen porque avanzan un posible colapso de la economía turca y los bancos españoles, especialmente el BBVA, que tiene el 49,8% del capital de Garanti, están atrapados en una espiral continua de pérdida de valor y depreciación de sus activos. El riesgo es considerable, no sólo para los bancos españoles, sino también para los franceses e italianos. El hundimiento de la lira dificulta la devolución de las deudas y acrecienta el riesgo de que aumenten los fallidos y la morosidad bancaria. La combinación de desplome de la divisa con un conflicto geopolítico en una zona delicada, detonado por un enfrentamiento con EE UU, puede hacer que colapse la economía turca si no se adoptan medias correctoras de forma inmediata. Aunque no es probable un contagio masivo a la deuda soberana, las consecuencias locales pueden ser incontrolables.
Trump no es el único causante de la crisis turca, aunque sus medidas toscas y atropelladas la han acelerado. La economía turca venía sufriendo por una subida incontrolada de la inflación y del déficit exterior que el Gobierno no ha sabido atajar. Las dudas de los mercados sobre la capacidad de Erdogan y de su ministro de Finanzas, Berat Albayrak —yerno del presidente—, han depreciado la lira en casi el 40% en lo que va de año. Las medidas adoptadas hasta ahora por el ministro turco —conceder liquidez ilimitada a los bancos, reducir las exigencias de reservas— no están surtiendo los efectos esperados.
La situación es potencialmente explosiva. Turquía ocupa una zona delicada en la confluencia de Europa con Oriente Próximo. No tiene sentido agravar artificialmente desde Washington una crisis económica que era controlable con aumentos de tipos de interés y restricciones de crédito para enfriar la economía, con golpes arancelarios sin medida. Porque la respuesta política probable de Erdogan será un enquistamiento de sus posiciones y un enroque en el discurso antioccidental. La situación puede degenerar en una espiral de amenazas y en la inestabilidad persistente de los mercados.
Sólo cabe esperar una respuesta desde Europa, medidas de su autoridad bancaria y de los propios bancos para minimizar el impacto de una crisis que debería resolverse con negociación y mediación.
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