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MIRADOR
Columna
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No hace tanto

Hoy, miles de mujeres en Marruecos, y algunos hombres con ellas, están jugando una partida durísima en las playas y los cafés, pero también en las oficinas

Jorge M. Reverte
© GETTYIMAGES

No hace tanto. Parece que han pasado siglos, pero yo tuve que firmar un documento por el que autorizaba a la mujer de la que me estaba divorciando para que pudiera alquilar un piso. Daba lo mismo que fuera con su dinero, con el que ganaba todos los meses con su trabajo, yo tenía que dar mi autorización por escrito.

Y es que todavía hace treinta y tantos años, ella era mía, aunque creía que no. Como eran también mías mis hermanas y, si se dejaban, algunas amigas.

Hace bien poco, y nos parece a muchos hombres que es desde siempre, que las mujeres en España, y en gran parte del mundo, son autónomas, independientes, y hasta nos parece que eso pasa con todas las mujeres en este país, como si no leyéramos todos los días en los periódicos los numerosos casos que evidencian lo del “o mía o muerta”.

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No hace tanto, ha sido poco más que un suspiro desde que las universitarias españolas empezaron a quitarse el sujetador cuando les daba la gana, y muchos hombres tardamos demasiado en entender que no era un regalo que nos hacían, sino que era un acto de libertad dictado por la comodidad y hecho porque “les daba la gana”.

No hace tanto. Desde que la novia o las hermanas de cualquier machito de tres al cuarto se quitaban en la playa lo que querían y no esperaban de su acompañante, si lo tenían, que las defendiera de las miradas salvajes, sino que las ayudara a ejercer sus derechos.

No hace tanto. Hace muy poco en realidad que los hombres empezamos a ver con naturalidad que una mujer pudiera llegar a mandar en la empresa sin ser la hija del dueño.

No hace tanto de casi nada de todo eso. Y ya están aquí. La mitad de la población está al borde de la emancipación. Y nos parece que es desde siempre. Como si les hubiera salido gratis.

Sé un hombre, tapa a tus mujeres. No hace tanto que ese eslogan tan desafortunado habría encontrado un eco que hoy todavía puede resonar en la barra de algún bar español.

No hace tanto. Hace tan poco tiempo que nos suena como una consigna de la Edad de Piedra, como que siga habiendo chistes feroces sobre ello.

Hoy, miles de mujeres en Marruecos, y algunos hombres con ellas, están jugando una partida durísima en las playas y los cafés, pero también en las oficinas.

No hace tanto que gran parte de los españoles éramos cómplices de eso.

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