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Tentaciones

Todo lo que aprendimos del FIB 2018

A solo un año de su 25 aniversario, la última edición del Festival Internacional de Benicàssim nos ha dejado buen sabor de boca y nueve (+ 1) conclusiones interesantes

Público durante el concierto de Dorian en el FIB 2018.
Público durante el concierto de Dorian en el FIB 2018.Xavi Torrent

40.000 personas de media diaria (48.000 el viernes, día más concurrido) para más de un centenar de conciertos, entre el jueves pasado y la noche del domingo. Cifras grandes, que acotamos aquí en una decena de claves para entender qué pasó durante el fin de semana en Benicàssim, a solo un año de su 25 aniversario. Sí, también vino (por vez primera) un presidente del gobierno. Pero como decían Tip y Coll, de eso igual conviene hablar otro día. O casi mejor dejarlo como está.

1. Benditos contrastes

Hubo un tiempo, allá por los años 2009 o 2010, en que se puso de moda atizarle con saña al FIB. Era tan fácil como cebarse con Mercadona, con Rafa Nadal o con el Barça de Pep Guardiola: ningún modelo de éxito es eterno ni tampoco libre de contradicciones. Gran parte del público que desde entonces desertó no ha vuelto. Pero solo quien lleve casi esa década sin aparecer por aquí puede seguir con la coletilla de "estos traen siempre a los mismos" (conviene mirar más allá de los cuatro cabezas de cartel). Pasar del post punk anguloso y sumamente versátil de Parquet Courts al arrollador torrente de expresividad soul funk jazz latin hip hop de Nathy Peluso (del grupo total a la artista total), o de la contagiosa polirritmia africanista de Tune-Yards a la cumbia electrónica de Meridian Brothers, no es algo que se vea habitualmente en un gran festival.

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2. Cabezas algo descabezados

Puede que los cuatro reclamos principales del cartel convencieran a su parroquia. Al menos The Killers y Pet Shop Boys satisfacieron a quienes les guardan hueco preferente en su corazoncito. De eso podemos estar seguros. Pero ni el rácano y monocorde pase del rapero Travis Scott ni el desteñido – como de costumbre – concierto de Liam Gallagher, con su proverbial sonido mate y dejando – una vez más – que las perennes canciones de Oasis sean entonadas en modo karaoke por el público (¿para qué esforzarse?) justifican tanto relieve tipográfico en la oferta de este año. Era la octava visita al festival del hombre que vive de las rentas de hace nada menos que... 23 años.

3. Cambio de paradigma

El vehemente show de C. Tangana dobló en asistencia al concierto de Izal el día anterior. Concluyente, ¿no? Parece obvio que es en los géneros de corte urbano (hip hop, trap, r'n'b, grime) en los que el festival ha encontrado una de sus más poderosas razones de ser, al cabo de una década que consolidó, lejos de Benicàssim, la apuesta por citas de bajo coste y producto estatal de querencia filo indie. En cualquier caso, notables conciertos de La Plata, Perro, Júlia, Toundra, Tulsa o Marem Ladson en el variopinto capítulo español.

4. Ponga un laptop en su vida

Ante la austeridad con que muchas propuestas se defienden en escena, apenas con un MC, portátil a mano y vocalista –el hip hop inquietante del estonio Tommy Cash, el r'n'b digital de los catalanes North State, el propio Travis Scott... el listado es abultado– , supo a gloria disfrutar del pedazo de banda que son Oddisee & Good Company, fusión de hip hop, jazz y funk de muchos quilates, con infartantes cambios de ritmo. Aunque prácticamente fueran la excepción que confirma la regla: hasta el delicado pop de pedigrí indie de los británicos Her's (deudores de Aztec Camera u Orange Juice) se atuvo a los ritmos programados.

5. New York, New York

Efectos colaterales de la irreversible britanización del cartel (no siempre fue así: echen un ojo al de 2005): músicos norteamericanos de muchísimo fuste quedan relegados a horarios poco agradecidos. Fue el caso de dos mujeres mayestáticas: Caroline Rose y Anna Calvi. Junto a los también neoyorquinos Parquet Courts, firmaron tres de las grandes actuaciones del fin de semana. Solo nos faltaron Bodega para completar el póker de la Gran Manzana, pero su concierto coincidió con el de Pet Shop Boys. Y con las leyendas, ya se sabe: poca broma.

6. La nueva rabia del milenio

Mientras la muchachada celebraba su alegría de vivir al ritmo de las saltarinas canciones de los Vaccines en un set sin respiro, en otro escenario un buen puñado de cuarentones y cincuentones brincaba con las amargas invectivas de Sleaford Mods, el sonido de un Reino Unido en lento declive hacia el abismo. Lo más punk del finde. Demoledores. ¿El mundo al revés? Donde sí hubo más consenso generacional es con Madness: emocionante ver a adolescentes y padres de familia danzar como posesos con One Step Beyond, Baggy Trousers o Our House.

7. Domingo afilado

Las guitarras fieras retomaron protagonismo como hacía tiempo en la tarde noche del domingo. Daban ganas de infiltrarse en medio del alborotado pogo que se lió ante Parquet Courts o Shame, estos últimos derrochando actitud y canciones como puños pese al cambio de hora que les desplazó a la madrugada. El garage rock de King Khan & The Shrines o The Parrots, así como la aguerrida recuperación de afilados sonidos de los 90 que destilan Wolf Alice, redondearon una electrizante jornada.

8. Ha nacido una estrella

Lo avanzábamos unas líneas más arriba: la hispanoargentina Nathy Peluso lo tiene todo para convertirse en un nombre de referencia: un talento omnívoro, una imponente versatilidad como vocalista y un carisma arrollador como intérprete. Auténtico animal de escenario, la suya fue una de las más deslumbrantes demostraciones de una edición en la que el porcentaje de mujeres (o de proyectos con aportación femenina) estuvo cerca del 40%, muy por encima de la media festivalera.

9. Por sus camisetas les conoceréis

A falta de datos más fiables, hacer recuento de las camisetas de equipos de fútbol que pululan por el festival puede servir para dar una idea de la procedencia del público: el británico es fácilmente identificable, pero el número de elásticas del Elche, Betis o Las Palmas parece confirmar el cambio de tendencia del último lustro, con más cantera en el cuadrante sur que en la mitad norte. Mención aparte para el recién ascendido (a segunda B) Castellón. Nunca se vieron más camisetas blanquinegras. En cualquier caso, se mantiene la tónica de los últimos años, con esa ligera mayoría de británicos (55% frente a 45% de españoles) que siempre, en el recinto, parece bastante más abultada.

Bola extra: En un año, cuarto de siglo

Cuando llegó a los diez años, el FIB lo celebró con un cartel encabezado por viejas glorias, que guiñaba el ojo a la mejor historia del pop y del rock: Lou Reed, Kraftwerk, Brian Wilson, Arthur Lee (Love), los propios Pet Shop Boys... No parece nada probable –ni a lo mejor aconsejable– repetir fórmula (con otros nombres, claro) para soplar las 25 velas. El festival es, esencialmente, otro desde hace años. Y la receta funciona incluso cuando muchos piensan – allá por los primeros meses del año, cuando se anuncian las primeras bandas – que está destinado a pinchar.

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