Paul Rudd: el pequeño gran superhéroe
El actor estadounidense, que ha estrenado 'Ant-Man y la Avispa', se declara seguidor de Paul Newman hasta en su vida personal: tener un matrimonio longevo en el fluctuante Hollywood
En los tiempos del #metoo, del Time’s Up, de los depredadores sexuales, es bueno recordar que todavía quedan algunos hombres buenos. Paul Rudd (Nueva Jersey, EE UU, 1969) es uno de ellos. No buenorro, ni buenazo. Bueno. Su ídolo, Paul Newman, era otro de los buenos. Y ahora el hombre normal es parte del universo cinematográfico de la Marvel. Además de superhéroe en su vida privada: lleva casado 15 años con la misma mujer, Julie Yaeger, con la que tiene dos hijos y no ha protagonizado ningún escándalo.
Al borde de los 50, no se puede decir que el protagonista de Ant-Man y la Avispa (estrenada en España el 4 de julio) no haya matado ni una mosca. “No hagas que me sienta mal. Había una mosquita volando a mi alrededor en la ducha y sin pensarlo… ¡zasca! Luego me sentí fatal. Así que hice un pacto de nunca jamás. Las arañas están fuera del acuerdo. Y quizá los mosquitos”, comenta con ironía.
¿Qué más le ha cambiado el éxito de Ant-Man? Puedo arriesgarme, llevar el personaje más lejos. Hay quien describe Ant-Man y la Avispa como la primera comedia romántica de la Marvel, pero yo no sé si iría tan lejos, aunque hay una cierta dinámica entre los protagonistas que me recuerda al lío que se traían Bruce Willis y Cybill Shepherd en la serie Luz de luna. Un rollito interesante. Podríamos hablar de lo mucho que han cambiado estas películas la estructura del negocio. Filmes que rodé hace diez años serían imposibles de financiar hoy. Pero, dicho esto, soy un gran fan. Y me siento tan cool en medio de los chavales a los que van dirigidas, siendo parte de su conversación. Vale que son escapistas, pero les aseguran que ser decente mola.
Tener la misma esposa desde 2003 es una heroicidad en Hollywood. No es para tanto. Ella me hace normal. El éxito tendría poco sentido sin algo detrás. Me preguntabas qué ha cambiado. Mi experiencia con Marvel es más que positiva. Pero si hay algo malo es la cantidad de tiempo que paso fuera de casa.
Además está esa otra familia solidaria, su trabajo con SAY.org, que ayuda a jóvenes con problemas de comunicación, o sus visitas como uno de Los Vengadores por hospitales infantiles. Mi padre me dijo que hay dos tipos de gente: los que dan y los que no. Prefiero estar entre los primeros. Y me lo paso genial. Antes solo me conocían los padres. Ahora me conocen sus hijos.
"Hay cosas que son de cajón y por eso me fui a Washington a protestar junto a los estudiantes de Parkland. Los tiroteos que estamos viviendo en las escuelas son algo real. Necesitamos una regulación de las armas ya”
¿Por eso participó en la marcha a favor del control de las armas? Hay cosas que son de cajón y por eso me fui con mis hijos a Washington a protestar junto a los estudiantes de Parkland. Los tiroteos que estamos viviendo en las escuelas son algo real. Y los jóvenes de Parkland son una inspiración. Necesitamos una regulación de las armas ya.
¿Una misión para Ant-Man? Si me convirtiera en hormiga me iría a Washington para meterme en la cabeza de ese tipo y recuperar mi tamaño normal.
¿En algún momento se ha sentido una hormiga? Mientras hablo contigo me avergüenza ser un yanqui más que no habla otros idiomas. Me siento culpable. Cómo envidio a Viggo Mortensen [el actor habla cinco idiomas: inglés, español, danés, francés e italiano].
Nunca es demasiado tarde… ¿Para ser hormiga? Porque lo de los idiomas, ni hablar.
¿Alguna otra pasión que haya quedado atrás? La música, que para mí es indisociable de la interpretación. En la comedia, sobre todo haces música. Lo aprendí con Paul Newman en La leyenda del indomable [1967]. Nunca tuve más ambición ni mayor preparación como actor que asociar todo lo que leía a una música. ¿Haría Tom Waits algo así? ¿Pertenece este diálogo al mundo de Elvis Costello?
Se dice que usted es como un James Franco sin pose. Su eterna juventud le pone a la par de Leonardo DiCaprio. Y su barba es motivo de ensayos sobre el poder de un buen afeitado. No soy un hombre que siga tendencias o lo que se dice de mí. Me dejo barba en cuanto acabo de rodar. Por pereza. Aunque a veces lo hago porque me gusta cambiar de imagen. Barba, bigote… Me siento como cuando Madonna cambia de look. Tiene su punto, ¿no?
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