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Tentaciones
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Pirata Rock: potencia, vivacidad, rebeldía

El festival de música rock de Gandía logró reunir con muy poco presupuesto a más de 27.000 personas el año pasado. En esta edición quieren superarse a sí mismos

A Javier Medina no le ha importado no dormir mucho durante las noches del 20, 21 y 22 de julio. Ha estado trabajando todo el año para esos tres días. Todo sea por la música. Este promotor es, junto a su compañero Duke Abengózar, creador y director del Pirata Rock. Un festival de música en Gandía (Valencia) que mezcla rock, rap y mestizaje. En su primera edición, en 2017, lograron convocar a más de 27.000 personas. Este año han querido superar incluso esta cifra con apuestas por grupos como SFDK, El niño de la Hipoteca o La Pegatina.

Medina respondió por teléfono a las preguntas de TENTACIONES mientras gestionaba los últimos asuntos del evento. Y no paró quieto ni un segundo. “Tengo que ir a recoger a SFDK, que llegan ahora”, comenta. En el mundillo de la promoción este gaditano de 32 años es más conocido por el sobrenombre de Gadi. Ha trabajado como productor musical más de 14, por lo que conoce bien el oficio. Su socio, Duke, que lleva 19 años en el negocio, fue el que tuvo la idea de crear el Pirata Rock. “La idea se le ocurrió a mi compañero en 2013, pero pasó mucho tiempo antes de que se dieran las condiciones adecuadas para crear un festival como el que teníamos en mente”.

Y lo que tenían en mente es “potencia, vivacidad y rebeldía”. Después de toda una vida oyendo rap, rock y mestizaje querían transmitir la pasión que sienten por estos estilos musicales al gran público. “Buscamos llevar al espectador la música en estado puro”, comenta Gadi. En el Pirata Rock buscan crear “un directo en toda su esencia”, es decir, que el asistente disfrute pero que también lo hagan los que están sobre el escenario. El secreto para hacerlo es simple, ultima Gadi, “hay que mimar mucho tanto a los asistentes como a los artistas”.

Los que van al Pirata Rock son sobre todo jóvenes de entre 18 y 35 años y transmiten, por sí solos, la esencia del festival. Gadi Medina lo resume así: “En nuestro muro de Facebook puedes ver mensajes de gente que va sola y que ves cómo rápidamente otros le invitan a acampar con ellos. Pasear por la zona de acampada es ver a grupos tocando la guitarra y pasándolo bien”. A Gadi le gusta el tipo de asistente que viene al festival, y por ello les da lo que piden. Él y Duke se centran sobre todo en artistas nacionales de primer nivel porque es lo que el público demanda. Les gusta sobre todo jugar con el lenguaje, bandas en español y en valenciano. Pero no se cierran a grupos españoles. Este año han traido a Dubioza Kolektiv, un grupo bosnio de música balcánica que es un referente internacional.

Mantener a un público de calidad no es fácil, comenta Medina. Hay que darles tanto un buen espacio para acampar cómo conseguir precios asequibles para todo el mundo. La primera la parte la cubren con lo que él considera “una buena integración” con la ciudad de Gandía. “Yo creo que les damos vida”, afirma con rotundidad, “Este año hemos puesto la zona de acampada en una sitio cerca del centro de la ciudad. En esta zona todo el mundo se va hacia la playa en verano. El año pasado llenamos todas las vitrinas de los supermercados y bares de la ciudad. Damos unos 200 puestos de trabajo directos y más de 300 indirectos. Creo que aportamos al lugar”. En cuanto al precio, Medina piensa que el Pirata es un festival popular. “La acampada va dentro del abono del festival, y el precio de salida fue de unos 25 pavos cuando las pusimos a la venta y llegó a 50 hace unos meses. Es algo asequible”.

Este año prevén llegar a los 33.000 asistentes, 6.000 más que el año pasado. Si todo va bien, en la próxima edición les gustaría poner un escenario adicional para abrirse a más estilos de música. “Un festival es una apuesta de futuro, hay que tener la vista puesta en el largo plazo”, explica.

Trabajar creando un evento de estas características puede ser muy duro, pero tiene sus recompensas El momento preferido de Gadi es el arranque. Después de todas las horas, el sudor y el barro de las semanas de montaje, llegar al escenario y oír la primera baqueta y pensar esto “está en marcha” es lo que hace que su trabajo merezca la pena.

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