Soraya, Marta y la MMT
Sáenz de Santamaría y Pascal han sido apeadas mediante retóricas populistas
La ganadora entre las bases del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, fue descabalgada por los compromisarios del aparato. Y la coordinadora elegida en el penúltimo congreso del PDeCAT, Marta Pascal, fue forzada a dimitir por su máximo profeta, Carles Puigdemont: o ella o yo, amenazó.
Ambas, Soraya y Marta, simbolizaban la MMT (Máxima Moderación Tolerable) en los dos grandes partidos de la derecha tradicional española, populares y convergentes, alérgicos al género del futuro. Ambas han sido apeadas, no estrictamente por el populismo, sino mediante retóricas populistas. Así, el bloque de apoyo a Pablo (Casado) enfatizó su distancia de la antigua élite del partido y su defensa india de rey ante la corrupción. Pero acarreaba antiguallas aún más añejas, Cospedal, la legionaria indemnizante de Bárcenas; Soria, el businessman; Zoido, el viriato del 1-O; Catalá, el cómplice de los Franco.
Y la ristra de apoyos de Puigdemont, el verdadero jefe de la élite convergente, se componía de los derrotados por las bases en el anterior congreso, adláteres de los Pujol como Jordi Turull.
Todo, en la clave del populista Boris Johnson, hijo de la Thatcher y de la upper class de Eton y Oxford, que habla latín y se pretende tribuno de los desheredados.
Junto al antielitismo, la polarización, con ofertas extremas. Cuando Casado amagaba con ilegalizar al nacionalismo (inverso) sabía que eso es anticonstitucional (artículo 27 de la Convención Europea de Derechos Humanos). Y que expulsaría a millones de ciudadanos del espacio común.
Cuando los submarinos de Puigdemont intentaban ayer añadir el complemento circunstancial de tiempo “inmediatamente” a la propuesta de su congreso de hacer efectiva la República catalana (¿pero acaso no estaba proclamada desde el 27-O y no estábamos ya instalados en el modo republicano?) intentaban apretar las tuercas de la aparente radicalización.
Pero todo tiene un límite. La MMT no ha quedado anulada. Casado ya ha rectificado su expulsión del nacionalismo (inverso) al infierno de la ilegalidad: postuló luego fórmulas —también anticonstitucionales—, marginarlo dando un plus de 50 diputados al partido central ganador. Y los emisarios del victorioso Puigdemont perdieron, ayer, ay, la palabra “inmediatamente”.
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