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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El PNV juega con dos barajas

El borrador de la reforma del Estatuto vasco evoca un pasado que una mayoría de ciudadanos quiere olvidar

Luis R. Aizpeolea
Reunión de la Ponencia de Autogobierno celebrada este viernes en Vitoria.
Reunión de la Ponencia de Autogobierno celebrada este viernes en Vitoria.PARLAMENTO VASCO

Ya no son sólo el Gobierno central, ni el PSE, socio del PNV en el Gobierno vasco, ni una amplia mayoría de constitucionalistas los que rechazan el borrador del Estatuto vasco reformado, pactado por el PNV y Bildu. Intelectuales próximos al nacionalismo democrático, como Daniel Innerarity y Juanjo Álvarez, también recelan severamente de él. El borrador evoca un pasado que una mayoría de vascos quiere olvidar, el del plan Ibarretxe: derecho a decidir, consulta habilitante, distinción entre nacionalidad y ciudadanía. En suma, división entre nacionalistas y no nacionalistas, vivida dramáticamente en Cataluña.

El lehendakari Urkullu resta importancia a los recelos de Podemos, el PSE y el PP con el argumento de que queda, al menos, un año de debate para pulir el borrador inicial. Pero Innerarity aporta otra clave más próxima: los partidos creen que el acuerdo es imposible y han optado por atrincherarse en sus propuestas máximas.

Fue el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, quien reconoció, en marzo, la dificultad de pactar una reforma del Estatuto vasco —el único pendiente desde 1979— con la situación política europea y española con el trasfondo catalán. Aludió a cómo la Unión Europea ha endurecido su posición ante las reivindicaciones territoriales —tras el Brexit y los populismos que amenazan el proyecto europeo— y a cómo en España el auge de Ciudadanos, en su liza por la hegemonía de la derecha, ponía en riesgo singularidades vascas como el Concierto Económico. Ortuzar sabe, también, cómo la reivindicación independentista catalana ha hecho impopular el nacionalismo en Europa.

Urkullu y Ortuzar han sabido blindar a la Euskadi institucional del rupturismo catalán, pero este ha influido en Bildu y en parte de las bases peneuvistas, sobre todo en Gipuzkoa. El PNV ha evitado abrir un debate interno entre pragmáticos y soberanistas para acordar una estrategia común sobre su proyecto territorial. Lo ha eludido, probablemente, para no oficializar una crisis interna, y ha optado por que cada sector defienda su posición.

El lehendakari mantiene su línea pragmática en el Gobierno vasco: pacto con el PSE y apoyo al presidente del Gobierno español. Ortuzar mantiene la misma posición al frente del PNV moviéndose en la legalidad estatutaria. A su vez, el soberanista Joseba Egibar, portavoz del PNV en el Parlamento vasco, disputa con Bildu la hegemonía en el debate de reforma del Estatuto e ignora a los no nacionalistas.

El PNV ha optado por jugar con dos barajas a la vez. Una, la más visible y de mayor futuro, la del tándem Urkullu-Ortuzar, con la mirada puesta en Europa y en España, y la otra, escondida en Euskadi, con la mirada puesta en Bildu por la hegemonía nacionalista que representa Egibar. Pero este juego no puede ser eterno.

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