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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un pacto decisivo

El acuerdo salarial liquida el ajuste social y cambia la estrategia económica

Los secretarios generales de UGT y CCOO, Pepe Álvarez y Unai Sordo, y los presidentes de CEOE y CEPYME, Juan Rosell y Antonio Garamendi, durante su reunión en el marco de las negociaciones para el IV Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva.
Los secretarios generales de UGT y CCOO, Pepe Álvarez y Unai Sordo, y los presidentes de CEOE y CEPYME, Juan Rosell y Antonio Garamendi, durante su reunión en el marco de las negociaciones para el IV Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva.Jaime Villanueva

El acuerdo salarial firmado ayer por la patronal CEOE y los sindicatos CC OO y UGT supone un cambio estratégico drástico para la economía española durante los próximos dos años. La primera razón es que se trata de un acuerdo largamente buscado, que pone fin a la estrategia de recortes salariales puestos en práctica como principal remedio contra los efectos de la recesión. Podría decirse que el acuerdo da por finiquitado el ajuste social aplicado de forma inmisericorde al menos desde 2012 para conseguir la recuperación macroeconómica. Con este pacto —en realidad, una recomendación suscrita por las partes—, los trabajadores también darán por superada, al menos formalmente, la crisis que empezó en 2007.

Es también un ejercicio de justicia reclamado al menos desde 2015. Los salarios han sido, hasta ayer lunes, el único factor excluido de la celebrada recuperación general. El pacto salarial —subida en torno al 2%, más otro 1% en función de los beneficios y la expectativa de elevar los salarios más bajos hasta los 14.000 euros anuales y un margen amplio para negociar las revisiones— tiene además un impacto político evidente. El clima social cambia con este acuerdo, alineado oportunamente con el cambio de Gobierno (aunque el último Ejecutivo de Rajoy presionó mucho para conseguirlo); permite inyectar una cierta estabilidad salarial en las proyecciones de consumo y alienta la presunción optimista de que la subida salarial recomendada podrá prolongarse durante los años siguientes, quizá aumentada.

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La racionalidad económica exigía este acuerdo tanto o más que el esfuerzo para reducir el déficit y recuperar la solvencia financiera del Estado (por cierto, un objetivo que todavía no se ha conseguido plenamente). Los empresarios se liberan de los daños en la productividad que generaba la restricción de las retribuciones. No hay motivos para temer una subida salarial pactada, porque el aumento de las rentas debe contribuir a elevar el consumo y, por otra parte, las subidas de salarios tienen impactos reducidos o inexistentes sobre las cuentas de resultados si se acuerdan por debajo del crecimiento de la productividad. De hecho, constituyen un apoyo importante para el crecimiento de los próximos años, muy necesario para afrontar la leve desaceleración económica que se avecina.

El pacto introduce además dos aspectos laborales muy estimulantes. Los salarios más bajos se intentarán aproximar a los 14.000 euros anuales; un esfuerzo meritorio si se tiene en cuenta que el deterioro de las rentas salariales es una de las principales causas del aumento de riesgo de pobreza en España. Además, es el primer paso para negociar medidas correctoras de lacras laborales como la subcontratación. Quizá no se resuelvan de forma inmediata, pero el camino está abierto.

El acuerdo demuestra que la percepción económica ha mejorado y que, a partir de este pacto, las estrategias económicas serán muy diferentes. Ya no es posible pensar solo en términos de ajuste social, salarial y, probablemente, presupuestario. Ahora cumple aplicarlo.

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