Jaden Smith: la depresión, el sexismo y compartir piso con tres amigos a pesar de ser multimillonario
Con 19 años, es rapero, actor, hijo de Will Smith y, sobre todo, el primer referente de la generación que jubilará a los ‘millennials’. Aquí, posa en exclusiva para ICON vestido con un adelanto de las colecciones del próximo otoño
Son las cinco de la tarde de un largo y caluroso viernes y, como la mayoría de los curritos de Estados Unidos, Jaden Smith (EE.UU., 1999) está atrapado en su trabajo, con el gesto un poco triste y visiblemente ansioso por fichar y largarse. Técnicamente, y a diferencia de la mayoría de los curritos de Estados Unidos, podría irse cuando quisiera; no tiene jefes ni horarios porque, al fin y al cabo, el trabajo de Jaden Smith consiste en ser Jaden Smith. Aunque se le ven los ojos hundidos por el cansancio, se porta como un buen soldado. Nos encontramos en una sesión de fotos en el lado oeste de Manhattan. Smith posa para el fotógrafo de ICON luciendo abrigos extragrandes y prendas de estampados glamurosos. En esta tarea tiene varias responsabilidades, entre ellas saltar y mirar a la cámara. El fotógrafo necesita que la fatigada estrella exprese emoción, así que le pide, primero, que ruja como un león y, después, que se ría. Smith lo hace de inmediato: el rugido le sale con más energía que la risa.
"Puede que a quien tenías como referente no fuera exactamente como esperabas. Puedes admirar mucho a alguien, pero al final conviene que compruebes antes cuáles son sus verdaderas ideas”
Sí, Smith es un artista, y sí, es bueno. Este año ha publicado SYRE, un ocurrente disco de rap californiano muy del estilo de Tyler, The Creator o Lil B. El disco, como todo lo demás que hace, es una extensión de un trabajo más amplio, ser Jaden, lo cual, como carrera profesional, fue una elección y al mismo tiempo no lo fue: es hijo de Jada Pinkett y Will Smith, dos estrellas de Hollywood. Y es el hermano mayor de Willow, intérprete, a los 10 años, del superéxito Whip my hair. Ya tenía el mundo entero como escenario, aunque no necesitara salir a él de un modo tan vigoroso. Pero tampoco había ninguna garantía de que, de haberlo hecho, fuera a tener el talento natural necesario para permanecer en él.
La sesión de fotos ha finalizado y están desmontando el decorado. Pero aún le queda una cosa por hacer: hablar conmigo. Nos retiramos a una sala de conferencias y nos dejamos caer en un sofá de cuero. A sus 19 años, es increíblemente atractivo y le rodea un halo travieso. Pese a que lleva una camiseta blanca muy grande y con rotos, no se le podría confundir con un chaval normal; en parte, por su belleza y, en parte, porque luce un brazalete de diamantes muy brillantes que ninguno de los chicos de su edad a los que he conocido a lo largo de mi vida podría permitirse.
Le comento que, al verle en la sesión de fotos, me he dado cuenta de que su trabajo consiste en ser él mismo para disfrute de los demás. “Absolutamente”, conviene. “Quiero decir que en eso consiste el trabajo de todo el mundo”. Le replico que no estoy muy seguro de eso, pero continúa: “La gente no se da cuenta porque está ciega”, dice. “Mi trabajo consiste en ser yo mismo y, por tanto, en enseñar a los demás a que también sean ellos mismos”. En esto tiene más razón: en los últimos diez años, estrellas como Smith, Kanye West, Shia LaBeouf, Marina Abramovic y, quizá también, a su propia y horrible manera, Donald Trump, ha abierto el telón de la celebridad y deconstruido su persona ante el resto del mundo.
Ya sea despotricando en entrevistas, considerando su vida una manifestación de arte performativo o difuminando la línea entre la realidad y la fantasía, estas celebridades revelan algo acerca de la naturaleza de la representación y de cómo todos nosotros, consciente o inconscientemente, encarnamos papeles en público, aunque la mayoría lo hagamos gratis y no estemos seguros –ni nosotros ni, a menudo, las propias celebridades– de qué es exactamente lo que estamos revelando. En la gala del Met de 2017, Smith caminó sobre la alfombra roja con una mata de sus antiguas rastas en la mano. Ni siquiera ahora explica –o puede explicar– qué se supone que teníamos que pensar al respecto. “Es fácil. Era el objeto más increíble que se me podía ocurrir llevar”. En Icon, su mejor canción, Smith alardea de quién es y se autoproclama una leyenda sin necesidad de que nadie le consagre como tal. “Soy un icono vivo”, rapea en la canción, poniendo especial énfasis en “vivo”.
Aunque en 2010 ya había protagonizado el remake de Karate kid y compuesto una canción junto a Justin Bieber, Smith encontró el camino hacia el verdadero corazón de la cultura pop a raíz de una entrevista que hizo cuatro años después junto a su hermana Willow. En ella hablaban de física cuántica, de algo llamado energía prana y del mundo, que según Willow era “un fragmento de una realidad holográfica obra de una conciencia superior”. La conversación era lo bastante excéntrica –sobre todo, viniendo de los hijos adolescentes de dos estrellas de Hollywood– como para compartirla, y así ocurrió en todo el mundo. “Voy a dejar mi impronta en todo”, dijo Jaden entonces. Le pregunto qué piensa sobre sus palabras ahora, cuatro años después, cuando ya está presente en todos los rincones de la cultura pop, desde la música y el cine –pronto se estrenará Skate kitchen, cinta que dio mucho que hablar en la edición del festival de Sundance de este año– hasta una muy célebre cuenta de Twitter. “No, tampoco es que quiera ser conocido en todo momento”, añade con cierto desánimo.
Con este mismo espíritu escucho que este joven tan inmensamente rico no vive como una persona famosa, sino como un chico normal que incluso comparte su casa de Los Ángeles. “Hay micrófonos y pintura por el suelo, muchos cables, muchas guitarras, cajas sin abrir, pufs de bolas. Es un espacio creativo”, cuenta al describir un apartamento que no parece muy distinto del que yo habitaba a su edad.
"Mi padre se ha esforzado mucho durante toda su vida y lo ha conseguido todo. Eso me ha dado una riqueza que permite que me dedique a pensar en otras cosas. Y lo que quiero es ayudar a otras personas”
Sus tres compañeros de piso y su hermana Willow están en la sesión de fotos, convirtiendo una situación profesional en una quedada de amigos a los que se les escucha hablar de skateboarding y comida vegana. “Es importante tener un grupo muy cercano de amigos porque tienes que saber en quién confiar”, comenta. Uno de ellos lleva muletas tras sufrir un accidente de skate, y otro, Harry Hudson, es un músico que está teloneando a Smith en varios conciertos. Habían actuado la noche anterior en Boston y llegaron a Nueva York a las tres de la madrugada. Smith cayó rendido en la cama del hotel y Hudson se quedó con el sofá. “La gente le conoce por su cuenta de Twitter, pero no saben quién es”, añade Hudson, de 24 años.
Hace unos años, tras un episodio depresivo que lo sumió en la angustia, Harry encontró consuelo al mudarse con Smith. “Me pidió que me fuera a vivir con el, quiere cuidar de la gente”, relata Hudson con tono dulce. Esto es lo que resulta más admirable: no que lleve una vida de lujo, sino lo que ha elegido hacer con esa vida. Ahora su pasión es el medio ambiente. Él y su padre lanzaron no hace mucho Just Water, una marca de agua que usa envases fabricados con papel y plantas. “Este año morirán tres millones de personas por no tener acceso a agua limpia”, afirma (las estimaciones varían, pero existen estudios que sitúan ahí la cifra e incluso en niveles superiores, y según UNICEF, el total de personas que no tenía acceso a agua limpia el año pasado asciende a 844 millones). “Habrá muchísimos refugiados por el cambio climático”.
Smith, sobre todo, está intentando hacer cosas, algo que el hijo de unos millonarios nunca solía tener que hacer. “Mi padre se ha esforzado mucho durante toda su vida y ha terminado consiguiéndolo todo”, afirma. “Eso me ha dado una riqueza que me permite dedicarme a pensar en otras cosas. Y lo que quiero es ayudar a otras personas”. En sus ratos libres, lee libros sobre la Revolución Industrial, sobre cómo la política de tolerancia cero en las escuelas está preparando a futuros delincuentes o sobre la Reserva Federal, todo con el fin de aprender verdades que cree que el sistema educativo estadounidense oculta (ahora está preparándose el GED, un examen equivalente al bachillerato, y cuenta que uno de sus objetivos a largo plazo es abrir escuelas).
Célebre es también la ocurrencia de asistir vestido de Batman a la boda de Kim Kardashian y Kanye West. Muchos pensaron que fue una metedura de pata, pero para él fue un acto genuino. “Ese traje de Batman significaba algo sincero. Realmente quiero salvar el mundo”, afirma. Por momentos, sus palabras suenan como las del izquierdoso Bernie Sanders y no tanto como las del hijo de dos estrellas de Hollywood. “El dinero no está distribuido proporcionalmente en este mundo”, explica. “No hay un equilibrio”.
A Jaden también le apasiona trastear con los paradigmas de género, como cuando posó vestido con ropa de la colección femenina en una campaña de Louis Vuitton. De ahí surgió un meme, en el que un chaval vestido con falda afirmaba estar “inspirado en Jaden Smith”; la foto está coronada por varios emojis de llamas. “Eso es precisamente lo que pretendo, y está funcionando”. En la película Skate kitchen ([sin fecha de estreno en España), las mujeres skaters son las protagonistas, rompiendo así la imagen que la cultura pop tiene del skate como algo eminentemente masculino. “La gente perpetúa el sexismo”, añade. “Por eso me centro en este tipo de proyectos. Podría estar sentado quejándome todo el rato, pero también podría decir, vale, voy a ponerme a trabajar en mi próximo disco”.
Smith está apoyando su estatus como celebridad con logros artísticos reales por razones prácticas: es posible que la idea de la fama como puro arte performativo esté empezando a deteriorarse, especialmente desde que el electorado estadounidense colocara a una celebridad muy mal preparada para todo, excepto para ser él mismo, en el trabajo más importante del mundo. Puede que Donald Trump sea un constructo social, pero es quien tiene en sus manos los códigos nucleares. En el momento en que se estaba realizando esta entrevista, Kanye West, quien ha llegado a afirmar que será candidato a la presidencia en 2020, estaba siendo objeto de la furia gobal tras publicar un tuit en el que apoyaba a Trump, olvidándose –o dándose cuenta demasiado tarde– de que aún existen límites para lo que la gente está dispuesta a aceptar.
"No soy una persona optimista. Sé que un montón de buena gente va a sufrir. Quiero que los demás sean conscientes de ello. Para inspirar el cambio en otras personas, solo se me ocurre cambiarme a mí mismo”
Más o menos al mismo tiempo, Smith publicó otro tuit en el que simplemente decía: “Falsos ídolos”, y aunque se niega a confirmar si aludía a Kanye, a quien admitió haber admirado mucho en el pasado, dice que sus ideas sobre lo que supone ser una celebridad han cambiado. “Puede que a quien tenías como referente no fuera exactamente como esperabas”, admite. “Puedes admirar mucho a alguien, pero al final conviene que compruebes antes cuáles son sus verdaderas ideas”. Jaden reflexiona sobre sus intenciones siendo siempre consciente de que trabajar duro es parte de las exigencias de su trabajo, del mismo modo que lo es preocuparse por la moda. Y sí, es importante, pero no es exactamente ser candidato a la presidencia. En la Gala Met de este año, en lugar de llegar con una mata de rastas en la mano, apareció con un disco de oro de SYRE enmarcado, intentando atraer la atención hacia su arte y no hacia su propia persona.
Pero el jovial futurismo cósmico por el que se le conoció en su momento se ha disipado un poco (al menos un viernes a estas horas), en parte porque su fama le hace sentirse aislado –a veces, cuando los fans corren hacia él en público, como un animal– y en parte porque cada vez sabe más cosas sobre el mundo. Como les ocurre a muchos chavales que abandonan el nido y se incorporan al monótono mundo laboral, el mundo naíf y de color de rosa de su infancia ha desaparecido. Me cuenta que ha sufrido episodios de depresión causados por el oscuro futuro medioambiental que nos espera. “No soy una persona optimista. Sé que un montón de buena gente va a sufrir”, lamenta. “A veces siento que todos vamos a dejar de existir”. Desafortunadamente, en esto podría tener razón, pero también sabe que, como el resto del planeta, tiene que levantarse cada mañana en un mundo imperfecto y turbulento e irse a trabajar, aunque ese trabajo consista en convertirse en una mejor persona para los demás. “Quiero que la gente sea consciente. Voy a seguir intentándolo el resto de mi vida”, confiesa. “Para inspirar el cambio en otras personas, solo se me ocurre cambiarme a mí mismo”. De momento, está haciendo un buen trabajo.
Peluquería y maquillaje: Cheri Keating (The Wall Group). Asistente de fotografía: Eric Bouthiller Asistentes de estilismo: Raquel Medina-Cleghorn y Julia Virkler. Técnico digital: Dallas Raines.
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