_
_
_
_
LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Catalanes excluidos

El lenguaje inclusivo sobre la mujer puede servir como referencia frente al independentismo

Álex Grijelmo
Manifestación en la plaza de la Universidad de Barcelona, dos días después del referéndum ilegal independentista.
Manifestación en la plaza de la Universidad de Barcelona, dos días después del referéndum ilegal independentista. © Samuel Sánchez

El feminismo libra una justa batalla por un cambio en el uso del lenguaje que evite la exclusión de la mujer.

Poco a poco, se van produciendo evoluciones en ese terreno; y quienes tienen cierta sensibilidad prefieren hablar o escribir sobre “los derechos de la persona” en vez de “los derechos del hombre”; o mencionan “los problemas de la judicatura” en lugar de “los problemas de los jueces”. Y muestran cuidado en que los materiales docentes presenten a la mujer en plano de igualdad (“Almudena es arquitecta”; para no escribir siempre “Manuel es abogado”). Y además proponen duplicaciones como “ciudadanos y ciudadanas”, que seguramente conseguirán gran eficacia si se administran con tiento y no con desasosegante insistencia.

Esa búsqueda del lenguaje inclusivo referido a la mujer puede servirnos como referencia ante el léxico tan excluyente del independentismo catalán.

El discurso nacionalista ha establecido una brutal desaparición de al menos la mitad de Cataluña, de modo que en su expresión pública (y tal vez en la privada) no existe sino la parte secesionista de esa sociedad. Por ejemplo, una locución como “lengua propia de Cataluña” referida al catalán excluye a los catalanes que tienen como “lengua propia” el castellano; o que hablan ambos idiomas y los sienten igualmente como propios. De modo que hay catalanes con dos lenguas propias, pero en ese discurso excluyente “Cataluña” sólo tiene como tal una de ellas.

Lo mismo sucede cuando se habla de “el pueblo catalán” o de “los catalanes” como un conjunto homogéneo que responde al modelo nacionalista. Así se percibe por ejemplo en estas palabras de Pep Guardiola: “Todo lo que hemos hecho estos años seis millones de personas, saliendo a la calle, etcétera, lo hemos hecho de forma pacífica” (seis millones es más o menos el censo electoral de Cataluña).

De igual modo, una oración como “el objetivo prioritario del pueblo catalán es la celebración de la consulta” (Hoja de ruta elaborada en 2014 por la Assemblea Nacional Catalana) excluye del pueblo catalán a quienes no comparten ese supuesto objetivo prioritario. Y, por tanto, incurre en un uso de lenguaje excluyente; o, visto de otro modo, en un lenguaje mentiroso por incluyente: asimila a una parte de ese “pueblo” (la no nacionalista) con la fracción a la que en realidad se opone. La expresión “el pueblo catalán” es un genérico tan discriminatorio en esos usos concretos como lo sería la recomendación de una empresa de que sus agentes comerciales llevasen corbata (pues eso excluiría a las agentes comerciales).

Como sucede con el lenguaje androcéntrico, el nacionalismo contagia su visión a muchas personas que la asumen de forma inadvertida. Así, se han publicado durante estos días titulares como éste: “Catalanes y vascos esperan un gesto de Pedro Sánchez para apoyar la moción de censura”. Eso identifica los vocablos “catalanes” y “vascos” con los diputados nacionalistas, y excluye de la condición de catalán o de vasco a los demás parlamentarios elegidos en esas comunidades.

Quienes tienen el oído más entrenado para observar estos fenómenos son quizás quienes han estudiado nuestras carencias en el lenguaje inclusivo. Por tanto, las feministas catalanas podrán aplicar sus conocimientos para denunciar esta forma de discriminación que el independentismo alienta –en este caso a sabiendas– con desprecio a la otra mitad de sus paisanos, del mismo modo que el uso sexista de la lengua discrimina también a la otra mitad de la población.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_