Prudencia y estabilidad
El resultado de la moción de censura exige una acción limitada y breve
Los mercados cerraron el viernes con señales esperanzadoras hacia el cambio de Gobierno en España. También parecieron dar la bienvenida a la formación del Ejecutivo en Italia. Ninguno de los dos países, sin embargo, puede confiarse. La economía italiana está estancada y la recuperación española es desigual y precaria. De ahí que garantizar la estabilidad institucional y la económica sea una tarea prioritaria del Gobierno de Pedro Sánchez. Ello pasa ineludiblemente, como ha prometido, por cumplir con los compromisos europeos, pero también por incorporarse como miembro activo con capacidad de influencia en Bruselas. Las tensiones generadas por el precio del crudo y la guerra comercial con Estados Unidos así lo aconsejan. A escala interna, el compromiso de mantener los presupuestos del Partido Popular ya aprobados en el Congreso es la opción más razonable, aunque ello haya obligado al PSOE a aceptar unas cuentas que él mismo rechazó tajantemente.
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Estabilidad debe ser el objetivo primordial, entre otras razones porque poco más se puede hacer. Las promesas reformadoras del nuevo Ejecutivo se ven seriamente recortadas por la mayoría minoritaria con la que ha de lidiar el nuevo presidente y el apoyo que ha necesitado de los partidos independentistas y/o nacionalistas. Esa debilidad le dificulta obtener el respaldo suficiente como para desarrollar un programa de gobierno de amplio recorrido. Los intereses son demasiado contrapuestos como para que en ese empeño no tuviera Sánchez que ceder en política territorial traicionando su propia posición.
El escueto programa de gobierno que Sánchez expuso ante el Congreso y con el que al día siguiente ganó la moción de censura se puede implementar, solo en parte, en un corto espacio de tiempo. La mayoría de las medidas cuentan ya con el consenso parlamentario suficiente como para que salgan adelante sin demasiada dilación. Derogar los artículos más agresivos de la llamada ley mordaza, recuperar la universalidad de la sanidad o facilitar el cambio en la cúpula de RTVE para garantizarle una mayor independencia son iniciativas con altas posibilidades de salir adelante sin obstáculos insalvables.
Hay otras de mayor trascendencia que obligarían, sin embargo, a una acción más sostenida para la que Pedro Sánchez requeriría unos apoyos más coherentes y sólidos de los hoy tiene, si bien la nueva mayoría conformada en torno al rechazo del PP es impredecible.
Como alertó Mariano Rajoy en la moción de censura, gobernar con un apoyo minoritario es una tarea compleja. Él no ha sabido hacerlo. Sánchez afronta un reto mucho más delicado. Será tan importante lo que haga como lo que no haga. Estar atento a todo síntoma de desestabilización y fijar el momento más conveniente para el país para convocar nuevas elecciones será crucial. La mesura en la ambición de sus decisiones puede ser la mejor estrategia para afrontar los problemas que lastran el futuro del país. Esa mesura y el cumplimiento del compromiso de acudir a las urnas devendrá probablemente en la necesaria restitución de la confianza de los españoles en su democracia y sus instituciones.
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