El misterio de la gran ‘madame de Hollywood’ continúa 25 años después
En 1993 Heidi Fleiss se convirtió en la mujer más famosa del mundo tras ser detenida por poseer una red de prostitución para ricos y famosos. Algunos nombres de clientes salieron a la luz, pero Fleiss aún calla hoy
El doctor Paul Fleiss, conocido como “el pediatra de las estrellas”, era una de las personas más queridas de California. Acudía a la llamada de sus pacientes a cualquier hora, aceptaba pagos en especias (frutas o verduras) cuando los padres de un bebé enfermo no tenían seguro médico y era considerado “un ángel” o “un santo” por la comunidad. “El doctor Fleiss me enseñó a acentuar lo positivo e ignorar lo negativo”, recordó una de sus clientas, “Si se derrama el zumo de naranja, lo limpias rápidamente. Sin recompensas ni castigos. Su filosofía era el amor y la amabilidad”.
El doctor Fleiss parecía tanto un personaje sacado de una comedia familiar de los noventa que hasta tenía su propia frase de tráiler, que repetía a cada paciente: “Nunca se quiere demasiado a los hijos”. Pero el 9 de junio de 1993 su imagen pública se vio corrompida por la de su hija, Heidi Fleiss, cuyo imperio de prostitución de lujo iba más acorde con el otro género cinematográfico de moda a principios de aquella década: el thriller erótico de juicios.
La 'madame' de Hollywood fue detenida mientras sacaba la basura. En su casa encontraron 13 gramos de cocaína y varios cheques extendidos por el actor Charlie Sheen
Heidi Fleiss (California, 1965) comenzó a trabajar como canguro para los amigos de sus padres a los 12 años. Una noche de viernes la llamaron dos familias distintas y Heidi les envió a una amiga de confianza para que cuidase de sus hijos. Con 13 años ya gestionaba una red de canguros que monopolizaba el negocio del cuidado de niños entre la clase media-alta de Los Feliz (California). A los 16, Heidi se saltaba las clases para apostar en las carreras: conocía a todos los jinetes, a todos los caballos y a todos los corredores de apuestas del hipódromo.
“Cuando acostaba a mis seis hijos, siempre dejaba a Heidi para el final porque era la más divertida”, recordó su madre. Su hermana, Kim, coincide: “Heidi tenía mucha libertad. Cuando se metía en líos nadie consideraba que lo que hacía estuviese mal, sino que era adorable e ingeniosa”. A los 17 años, Heidi abandonó los estudios con el permiso de sus padres. “Al fin y al cabo”, reflexionó el doctor Fleiss, “Picasso también miraba mucho por la ventana en el colegio”.
En 1984 Heidi Fleiss se fugó a Europa con el multimillonario Bernie Cornfeld, quien en algún momento de los años sesenta había sido el hombre más rico del planeta. “Yo tenía 19 y él 61. Era muy como la historia de la otra Heidi, la que vivía en Los Alpes suizos con su abuelo. Pero cuando se terminó la relación me di cuenta de que él había ganado todas las discusiones porque yo no tenía una carrera, no tenía nada sobre lo que apoyarme”, aseguró Fleiss. Su siguiente pareja, el productor de Hollywood Ivan Nagy, fue quien le cambió la vida al presentarle a la “Madam 90210”: Alex Adams.
“Yo me esperaba una reina glamourosa y sexi como Faye Dunaway en aquella película, La dama de Beverly Hills, pero Alex era una filipina medio calva de 1,60 que llevaba un camisón transparente”, recuerda Fleiss. Nagy tenía una deuda de unos 400 euros con la madame y pensó que podría saldarla presentándola a Fleiss para que se uniese a su equipo de chicas de compañía. Pero Adams, en vez de contratarla como prostituta, vio en Feiss del potencial de una discípula. Heidi Fleiss, quien se considera a sí misma “demasiado vaga” para ejercer la prostitución, solo probó un par de veces: “Si quieres entrar en el negocio de las galletas, no basta con llegar y empezar a dirigirlo. Tienes que conocer cuánto azúcar, harina y chocolate hacen falta. Así que me metí en las trincheras un tiempo y luego fui directa a lo más alto”, explicó. Heidi comenzó a trabajar como su asistente llevándole las cuentas, haciéndole recados, gestionando las citas de las chicas con los clientes y, finalmente, robándole el negocio.
El día que Alex Adams fue arrestada (tras años librándose de la ley por colaborar con la policía como chivata denunciando pederastas), Heidi Feiss cogió su agenda negra de clientes y les llamó uno por uno para informarles de que ahora ella estaba al mando.
Una prostituta, Sandra Margot, insinuaba que “la mayor estrella de Hollywood” con “la mejor imagen como hombre, marido y padre ejemplar” le había decepcionado tanto al solicitar sus servicios que dejó de ver sus películas
Heidi Fleiss renovó la plantilla de Alex Adams y empezó a ganar, solo en comisiones, un mínimo de 8.500 euros la noche en 1990. “Mi porcentaje era el 40 % de la tarifa de mis chicas y de cualquier propina por encima de 1.000 dólares [unos 850 euros]”, explicó Fleiss. “Me aseguraba de no mandar nunca a una prostituta a una situación peligrosa o donde pudiera sentirse humillada o degradada. Siempre fui consciente de cómo la prostitución puede hundir la autoestima de una mujer. Gané mi primer millón tras cuatro meses en el negocio. Compré la casa de Michael Douglas en 1991 y en ella nunca hubo transacciones sexuales, excepto una ocasión en la que una de mis chicas le hizo una mamada a un cliente sin mi permiso por 5.000 dólares [4.250 euros]. La puerta de mi casa nunca estaba cerrada. Tenía una piscina y las chicas venían a nadar, a tomar el sol y a discutir sobre quién hacía las mejores mamadas. Estaban orgullosas de su trabajo”.
Heidi Fleiss también lo estaba. Cuando Alex Adams salió de la cárcel desató lo que ella misma bautizó como “whore wars” (la guerra de las zorras), decidida a hundir a su exprotegida. Adams le contó todo a la periodista del Los Angeles Times Shawn Hubber y cuando esta llamó a Fleiss para contrastar la información, Fleiss se presentó a sí misma como “la madame más importante de Hollywood” y la invitó a tomar el té a su casa. Adams contraatacó pidiéndole a su amigo en la policía, el detective Sammy Lee, que le tendiese una trampa a Fleiss para arrestarla (Lee simuló la contratación de tres chicas de la plantilla de Fleiss). El 9 de junio de 1993, la madame de Hollywood fue detenida mientras sacaba la basura. En su casa encontraron 13 gramos de cocaína y varios cheques extendidos por el actor Charlie Sheen.
La prensa no le prestó ninguna atención al asunto, hasta que Fleiss empezó a movilizar a sus chicas para que hablasen con reporteros. Una de las chicas, Liza Grier, contó que un productor le había pegado una paliza a una prostituta de 16 años (Grier acabaría desvelando que se trataba de Don Simpson, productor de Flashdance, Top Gun o La roca), quien fue compensada con 850 euros; otra prostituta, Sandra Margot, insinuaba que “la mayor estrella de Hollywood” con “la mejor imagen como hombre, marido y padre ejemplar” le había decepcionado tanto al solicitar sus servicios que dejó de ver sus películas. La semana siguiente, el caso era portada de todos los periódicos, desde los tabloides más arrabaleros (que se ensañaban con el positivo en metanfetaminas que Fleiss dio semanas antes del juicio y que la llevó a ser internada en rehabilitación) hasta el prestigioso New Yorker (que lo consideraba un asunto de política de género).
El juicio, previsto para noviembre de 1994, prometía desvelar los nombres de la agenda negra que Heidi Fleiss había heredado (más o menos) de Alex Adams: jeques, estrellas de cine, empresarios, políticos. Casi todos padres de familia. Todos acompañados de indicaciones precisas sobre sus preferencias sexuales. La prensa empezó a especular basándose en los hombres que habían sido fotografiados con Fleiss. Algunos negaron oficialmente ser sus clientes (Billy Idol) y otros no (Mick Jagger). Los estudios de cine Columbia abrieron una auditoría para comprobar si su presidente, Michael Nathason, se había gastado el dinero de la empresa en prostitutas.
Dos de sus empleadas, Robin y Liza Greer, publicaron en You'll never make love in this town again ("Nunca volverás a hacer el amor en esta ciudad"), un libro que ha tenido dos secuelas, algunos nombres de clientes. Por ejemplo, Jack Nicholson (le gustaba esnifar cocaína y abofetear a las chicas). O George Harrison (tocaba el ukelele mientras le practicaban sexo oral). O James Caan (solo quería practicarle sexo oral a las chicas durante horas). O Warren Beatty (sufría de eyaculación precoz, como Rod Stewart).
El juicio prometía desvelar los nombres de la agenda negra de Heidi Fleiss: jeques, estrellas de cine, empresarios, políticos... Casi todos padres de familia
Heidi Fleiss fue, durante unas semanas, la mujer más famosa de América. Abrió una boutique de ropa interior diseñada por ella misma (las prendas llevaban un bolsillo para el condón), y las colas de fans que esperaban para que Fleiss les firmase la caja eran más largas que las de Guns N'Roses. Heidi Fleiss era una mujer hecha a sí misma que, además, estaba siendo juzgada por un delito que sin embargo no afectaría a sus clientes, de modo que las asociaciones feministas se pusieron de su lado. El juicio, uno de los más mediáticos de la década, mantuvo a millones de espectadores expectantes ante la posibilidad de enterarse de a quién le gustaba hacer qué en Hollywood. No ocurrió.
El único famoso que tuvo que testificar fue Charlie Sheen, algo que sorprendió a un total de cero personas, y la prensa empezó a darse cuenta de que la trama de Heidi Fleiss no era una noticia en sí misma. Era un cebo, un permanente final abierto que en realidad no contaba nada. Fleiss fue declarada culpable, pero la apelación acabaría absolviéndola como si el tribunal estuviera tan decepcionado con el resultado del juicio como el resto del público. Ahí acabaron los 15 minutos de fama de Heidi Fleiss, pero alguien en el departamento de justicia de Los Ángeles se acordó de Al Capone. No iban a dejarla escapar.
En 1995 Heidi Fleiss fue acusada de conspiración, evasión de impuestos y blanqueo de capitales. Ella había declarado unas ganancias de 28.000 euros anuales (trabajando, oficialmente, en la consulta de pediatría de su padre) mientras se compraba una casa de millón y medio con el aval hipotecario de Paul Fleiss. El buen doctor firmó sin preguntar.
“No merece nuestra cobertura” explicaba la presentadora de Court Tv, un canal que emite juicios las 24 horas, “quiero decir, ¿qué es en realidad esta historia? Es sólo sórdida”. Y además, en un juzgado contiguo estaba teniendo lugar el verdadero juicio de la década: el de O. J. Simpson por el asesinato de su esposa y su amante. “No se puede comparar sexo y muerte con sexo y evasión de impuestos, no resulta tan dramático ni tan emocionante”, comentaba la abogada Melanie Lomax.
“Cuando entró en rehabilitación, [la historia de Heidi] perdió estatus mediático”, analizó el abogado Harlan Braun, “porque de repente era una drogadicta más, en vez de la hija de un prominente pediatra. Cuando el pediatra en cuestión es acusado con ella, la historia se vuelve menos exótica: se trata de una drogadicta, hija de un pediatra detenido”.
Padre e hija fueron encontrados culpables de evasión de impuestos y, mientras él fue condenado a tres años de libertad condicional, 625 horas de servicio comunitario y una multa de 42.000 euros (además de una reprimenda oficial por parte de la Asociación de Médicos de California), ella fue sentenciada a siete años de cárcel. El thriller erótico se volvió un drama carcelario.
Finalmente Heidi Fleiss solo tuvo que cumplir 20 meses de condena en prisión y diez más en una residencia para servicios comunitarios. Al salir inició una relación con el actor Tom Sizemore que acabó con una denuncia por malos tratos, una orden de alejamiento y un reencuentro en el reality show Celebrity Rehab with Dr. Drew, que retrata el proceso de recuperación de famosos con adicciones.
Han pasado 25 años y Heidi Fleiss sigue sin dar nombres. Retirada, soltera y sin hijos, Heidi Fleiss no alcanza a entender a qué vino tanto alboroto: “No sé por qué la gente cree que soy una celebridad, simplemente fui arrestada y salí por televisión”. “Debí haber estudiado para ser científica, porque ser madame no te da habilidades. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Apuntarme al paro? He decidido mudarme a Temecula, California, y plantar marihuana legal con dos lesbianas que conocí en la cárcel”. Hoy, las tres conviven con los 25 loros de Heidi.
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