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Tribuna
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Lo que Alemania debe saber

No se fortalece a Europa mediante la desestabilización de uno de sus países por el nacionalismo

El expresidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont.
El expresidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont.FELIPE TRUEBA (EFE)

España y Alemania tienen una relación sana, sólida. En España, además, al revés que en otros lugares, no existen movimientos antieuropeos. La UE ha sido muy positiva para España, y España lo ha sido para la UE. Es importante evitar que esta cercanía hacia Alemania y la Unión Europea puedan ser cuestionadas por algunos tras la detención de Carles Puigdemont.

Los alemanes conocen bien España, pero quizá no conocen tan bien lo que ha sucedido estos años en Cataluña. Es lógico, tienen otras prioridades de que ocuparse. Desconocen tal vez la violación sistemática de la Constitución y el desprecio a las decisiones de los tribunales por parte de los grupos independentistas. El problema es político, se decía, y debe resolverse por vías políticas, no meramente legales. Pero una Constitución no es un simple pedazo de papel, sino el resultado de un pacto político. El que permitió a España salir del peor periodo de su historia y realizar una ejemplar transición a la democracia. Puede ciertamente discutirse su reforma. Pero no que algunos pretendan dinamitarlo, y que el resto de los españoles debamos limitarnos a contemplar el desmantelamiento del país en el que llevamos viviendo hace más de cinco siglos.

Puede que muchos alemanes tampoco sepan que el independentismo no tiene un apoyo mayoritario en Cataluña. La mayoría de los votantes en las últimas elecciones no les apoyaron, como no lo han hecho nunca en la España democrática. El independentismo, sencillamente, no tiene la fuerza política necesaria en Cataluña para sacar adelante su proyecto de ruptura. Tampoco fuera de ella.

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Posiblemente los alemanes tampoco saben que, aprovechando su control de la Generalitat, los grupos independentistas aprobaron en el Parlamento autónomo leyes que no tenían competencias para aprobar. Adoptaron políticas abiertamente ilegales, utilizando al parecer fondos públicos. Diseminaron fake news. Intentaron organizar un referéndum separatista, ordenando a la policía autónoma catalana que no lo impidiera. Movilizaron a sus seguidores para que obstaculizaran la actuación de la policía española. Proclamaron unilateralmente la independencia. Trataron de cambiar por vías de hecho el orden constitucional. Exactamente lo mismo que han intentado los golpes de Estado. Antes se hacían con tanques y soldados, y ahora de otra manera. Los métodos son nuevos; el resultado es el mismo.

Los independentistas dicen que el voto es la suprema expresión de la democracia. Ciertamente votar es esencial, aunque existen ejemplos de referendos manipulados por gobiernos poco democráticos. Pero una democracia significa mucho más que votar. Significa respetar las leyes, que son la garantía contra la arbitrariedad del poder. Significa ser capaz de crear consensos, que permiten introducir reformas sin romper la cohesión social. La capacidad de generar consensos es lo que define a una democracia madura. Los independentistas catalanes en estos años han hecho exactamente lo contrario.

Hay otras cosas que en cambio sí deberían saber los alemanes. Por ejemplo, que España es un Estado de derecho en el que todas las ideas políticas pueden defenderse. Por eso uno de los líderes independentistas más radicales —autor de tuits antiespañoles abiertamente racistas— acaba de ser elegido presidente de la Generalitat. En Alemania, el artículo 21.2 de la Ley Fundamental de Bonn señala que los “partidos que por sus fines o por el comportamiento de sus adherentes tiendan a desvirtuar o eliminar el régimen fundamental de libertad y democracia, o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania, son inconstitucionales”. En España no hay nadie en prisión por defender la independencia, sino por haberlo hecho cometiendo actos que son delitos en España, en Alemania, o en cualquier país democrático. Lo que ha sucedido en España es como si el Gobierno bávaro hubiera decidido organizar un referéndum de autodeterminación en Baviera, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional alemán de 16 de diciembre de 2016 que prohibió realizarlo.

Hay más cosas que los alemanes deberían saber. No se fortalece Europa desestabilizando gravemente uno de sus Estados más importantes, especialmente en nombre del nacionalismo. No queremos regresar a la Europa de los nacionalismos. Contra ella se construyó la UE. Los nacionalismos son el pasado. Europa es el futuro. Eso los alemanes lo saben mejor que nadie.

Rafael Dezcallar es diplomático. Fue embajador de España en Alemania entre 2008 y 2012.

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