_
_
_
_
_

Hip hop desde el ‘slum’ más grande de India

La escuela del barrio marginal de Dharavi enseña arte callejero a los niños como alternativa contra la pobreza. Bombay es el epicentro de los nuevos ritmos reivindicativos de India

Más información
Este es el ritmo de Dharavi
Música ‘Made in Kibera’
Hip hop o litungu, ¿solo puede quedar uno?
África a pedales (10): Hip hop por un sueño
‘Made in’ Dharavi

Movimientos espasmódicos y músculos contraídos dibujan siluetas imposibles al compás de la música. Unos aprenden a hacer el pino con una sola mano, con la otra se tocan la gorra mientras congelan la posición en el aire. Otros practican el helicóptero, que consiste en dar vueltas en el suelo sobre torso y espalda con las piernas estiradas en forma de aspa. Ni ellos visten kurtas, ni ellas saris. Fuera, el sonido de los aerosoles se confunde con el cacareo de las gallinas que campan a sus anchas en los aledaños de la escuela de hip hop de Dharavi, uno de los mayores suburbios de India.

"Mi madre me dice: 'Adelante con el baile. Pero que no te pase nada malo'. Y cuando vengo a practicar aquí sé que no voy a estar haciendo trastadas", explica Shiva K., de 12 años y uno de los aprendices más jóvenes de la escuela. Junto a este imberbe b-boy (bailarín de breakdance), una docena de niños del barrio aprenden las diferentes disciplinas artísticas del hip hop como alternativa a la pobreza y la marginación de uno de los guetos más densamente poblados de toda Asia: alrededor de un millón de personas habita los dos kilómetros cuadrados de este slum en el corazón de Bombay.

Deepa Unnikrishnan (Dee MC), de 22 años, es una de las pocas raperas indias. PINCHA EN LA IMAGEN PARA VER LA FOTOGALERÍA
Deepa Unnikrishnan (Dee MC), de 22 años, es una de las pocas raperas indias. PINCHA EN LA IMAGEN PARA VER LA FOTOGALERÍAÁ. L. M. C

Fuente de inspiración de la aclamada película Slumdog Millionaire, Dharavi vive la rápida expansión del arte callejero en la capital del entretenimiento de India. El breakdance, el grafiti, el rap y los discjockey han calado en esta barriada, de la que han salido una decena de grupos. Entre ellos está SlumGods, uno de las que levantó la escuela de hip hop Dharavi Project. gestiona un proyecto destinado a la difusión del movimiento para educar a los jóvenes del gueto. "La escuela es un medio para que los chicos se expresen. Desarrolla su creatividad y les ofrece motivación y oportunidades", explica Akash Dhangar (Akku), de 28 años y uno de los miembros de la formación musical.

Cofundado también con el grupo multimedia Qyuki y la discográfica Universal Music, el Proyecto Dharavi arrancó en 2014 para descubrir nuevos talentos e impulsarlos en las plataformas digitales. La escuela, que empezó con una docena y acoge hoy a 40 estudiantes, también cuenta con el patrocinio de los oscarizados Shekhar Kapur y A.R. Rahman, director y compositor de Bollywood respectivamente. "El objetivo es orientar a los menores y expandir el proyecto a otros barrios marginales de India", explica Dolly Rateshwar, representante artística en Qyuki que facilita espacio, producción audiovisual y apoyo comercial.

"El hip hop nació en guetos como Dharavi. Pero es un arte inclusivo que no crea divisiones", cuenta el rapero Tony Sebastian (Stony Psyko), líder de Dopeadelicz, la banda más longeva y conocida de la barriada más multiétnica y multicultural del país. "De ahí su éxito en Bombay, una ciudad hecha de diferentes lenguas y religiones", cuenta Stony, cuyo estilo con trenzas y snapback  —gorra de beisbol ladeada— junto a su perfil aguileño le otorgan un asombroso parecido al rapero y productor Snoop Dogg. El carismático Stony ha sido portada de la edición india de la revista Rolling Stone junto a otros artistas de la ciudad, todos referentes de un arte callejero que explota su naturaleza rebelde para reivindicar cambios sociales.

Esas dos señas de identidad, junto a su cara aguileña le hacían parecerse mucho al conocido rapero y productor de rap estadounidense Snoop Dogg (su ídolo).

Una nueva generación

El hip hop en la India de hoy es una ruptura cultural. "Se decía que el movimiento había muerto. Pero las letras están más vivas que nunca porque tratamos temas que interesan", explica Deepa Unnikrishnan (Dee MC), de 23 años y primera rapera india que ha actuado en Europa. Como otros vocalistas, Dee MC reconoce la importancia precursora del pseudo-rap incluido en el Bollywood de los noventa, pero subraya el cambio generacional. Mientras Occidente parecía ver el ocaso del movimiento en el 2000, cuando las letras dejaron de enviar mensajes profundos y pasaron a contenidos baratos para las masas (así lo criticaba premonitorio y aclamado álbum 'Hip Hop Is Dead' (2006), del rapero Nas), India vivía el nacimiento del género con su aparición en el cine nacional de mano de artistas como Honey Singh y sus rimas machistas.

Como en el resto del planeta, la nueva generación de hip hop es diferente. No solo raperas y b-girls (bailarinas de breakdance) emergen en la escena musical, sino que bandas decanas como Mumbai's Finest combaten el sexismo con temas como Woh Roke Hum Ruke Na, que describe a una chica respondiendo a una agresión sexual. “Hemos dejado de imitar a Occidente. Primero estábamos los raperos acompañando a beatboxers [los que hacen sonidos rítmicos con su boca]. Luego pasamos al inglés. De ahí, al hindi”, resume Abhishek Dhusia, de 28 años y fundador de Mumbai's Finest. Conocido como ACE, este rapero es algo así como el yogui del hip hop nacional. Antes, solo él y otros pocos se quedaban en las calles de los distritos del centro de Bombay para improvisar cyphers, es decir, reuniones espontáneas en torno a rimas cantadas.

Bombay es el crisol de las indias. Asentada en el centro del subcontinente y al calor de la industria del ocio que lidera Bollywood. Acoge a productores, músicos, bailarines y virtuosos de todo el país. Como el Nueva York que vio nacer el hip hop, esta también es la metrópolis de una nación titánica. Ambas son babilonias multiculturales en sus respectivos mundos, y comparten los rascacielos que le ganan terreno al mar y los puertos naturales de entrada de bienes e ideas. En concreto, Bombay, con sus más de 22 millones de habitantes y el abismo social entre las clases altas y bajas (el 42% de la población vive en slums), es un semillero para el arte urbano y combativo de la India moderna y tradicional, en la que existen más de 200 lenguas vernáculas.

Nuestra cultura es diversa y contradictoria. La gente sólo habla del yoga. Pero no es sólo eso, ni tampoco las atracciones turísticas. India también los movimientos underground y la lucha en los slums

Las congregaciones de gorras ladeadas y pantalones anchos en diferentes puntos de la ciudad bien podrían ser escenas de cualquier costa estadounidense de no ser por las vacas que pastan el asfalto junto a chai wallah (vendedor de té indio). Pero los raperos de aquí ya no son una mera copia de sus contrapartes americanos. En vez de repetir eslóganes importados, riman en contra de problemas nacionales en las muchas lenguas del país. Es el caso de Naved Shaikh (Naezy), de 23 años y cuya canción Mere Gully Mein (junto a Divine) se convirtió en un éxito viral al describir con picardía el panorama de corrupción y pobreza. “Hay que conectar con la gente y difundir un mensaje de cambio” aclara quien, a base de rapear en los arrabales, ha fusionado lengua local y jerga urbana para acuñar el argot bambaiyya, en referencia al viejo Bombay. Su éxito afianza la eclosión comercial del género. Mientras que Naezy ha firmado con la agencia de representantes OML, Divine lo ha hecho con Sony Music.

Desembarazados de la cultura occidental predominante, los bailarines de breakdance no dudan en especiar piruetas y freezes (golpes secos en los que se congela el paso) con danzas tradicionales. “Somos diferentes. Incorporamos formas de baile nuestras, como el bharatnayan [danza tradicional del subcontinente]”, explica Arif Chaudhary (FlyingMachine), de 20 años y ganador de los tres únicos certámenes del Red Bull BC One, que elige al mejor b-boy nacional. La existencia de la edición india de esta competición patrocinada por la bebida energética indica el papel del hip hop como fuente de ingresos. “Pagué parte de mis estudios gracias al baile, pero nunca pensé que podría dedicarme a esto”, confirma Preeti Tiwari (ShawtyPink), de 24 años y una de las primeras b-girls de India que consiguió contratos para anuncios de marcas deportivas.

La fusión entre un movimiento tan occidental como el hip hop y las diferentes culturas del subcontinente es lo que Nirmika Singh, editora ejecutiva de la revista Rolling Stone en India, define como glocal. “Global y local a la vez”, dice. La banda Swadesi ejemplifica esa globalización fragmentada. Aunque produjo su último disco en Reino Unido, sus integrantes viven en Bombay y cantan en tres lenguas autóctonas diferentes, además de hindi. “Swades significa conocer tus raíces y representarlas”, explica Aklesh Sutar (Mawali), de 22 años y líder de la políglota formación. El rapero es defensor acérrimo de la cultura local. Por ejemplo, sus temas incorporan el tablá, un  sistema de patrones rítmicos tradicionales del subcontinente como base musical.

Mi arte embellece las paredes donde otros mean y escupen. Además, lo pago yo

Embozado tras una gorra y un pañuelo, Zake, de 24 años, apura aerosoles frente a un muro en Navi Mumbai, a una hora en coche de la península de cemento que forma el viejo Bombay. El grafitero, de 25 años y pionero de la escena nacional, combina incursiones clandestinas para pintar trenes y fachadas con trabajos comerciales en casas de huéspedes de ciudades turísticas del país. "Al menos, mi arte embellece las paredes donde otros mean y escupen. Además, lo pago yo", se excusa al tiempo que subraya el mal uso del gasto público destinado mejorar las calles. La diferencia entre lo legal y lo prohibido. Lo comercial y lo transgresor.

El grafitero señala la vieja ciudad, tratando de buscar un lugar al brumoso lienzo urbano de la gran manzana india, a mitad de camino entre el liderazgo regional y el subdesarrollo. “Nuestra cultura es diversa y contradictoria. La gente solo habla del yoga. Pero India no es solo eso, ni tampoco las atracciones turísticas. También es los movimientos underground y la lucha en los slum”, concluye Zake, recalcando que existe otra India alejada de los estereotipos de la meditación o de las manidas menciones al país del trabajo infantil, el machismo, la corrupción, los desastres naturales y a la polución.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_