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Columna
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Así es criar a una niña alérgica a los frutos secos

La nuez es la que más problemas provoca entre los menores españoles, según un último dato La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica

Un bebé sujeta una nuez.
Un bebé sujeta una nuez. getty
Carolina García

Ante la duda, mejor que no coma ningún fruto seco o alimento que lo contenga o lo pueda contener. Esta es la premisa con la que vivimos los padres con hijos que padecen alguna alergia alimentaria. En el caso de mi hija, la tiene a dos alimentos: a los huevos y a los frutos secos. Y lo sabemos desde los cinco meses, cuando tras una comida familiar en la que había mayonesa implicada, a la pequeña se le pusieron la boca y los ojos súper hinchados. Esta situación acota bastante su alimentación, ya que la mayoría de los alimentos procesados contienen uno u otro, pero le ha asegurado durante su corta vida, tres años hace en junio, alimentarse de forma sana: a base de verduras, frutas, carnes, pescados y chocolate negro con más de un 72% de cacao, el único que no contiene trazas. Cada vez que salimos vamos con la maleta, los antihistamínicos y la adrenalina –importante también tener en cuenta la fecha de caducidad–, prestos a actuar si ocurre algún ataque. Y, a veces, a pesar de la extrema vigilancia, los episodios alérgicos suceden.

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Hay ocasiones en la que a pesar de conversar con un encargado de una heladería más de media hora para ver y discernir que puede o no tomar la niña e, incluso, a pesar de que el pobre hombre compruebe que no había trazas en el helado, lo peor pasa. Y una vez la niña cata la primera cucharada del postre, tira el recipiente y dice la temida frase: ¡Mamá, la lengua!

Es increíble cómo una niña a tan corta edad detecta el alimento dañino, es más, ya muchas veces pregunta de si puede o no puede tomar algo. Tras la frase, empieza la amarga fiesta. Paso uno, ver si la niña respira bien, si es así, tranquilidad, porque si no habría que aplicar la adrenalina de inmediato e ir al hospital; se aplica el protocolo y se va al hospital que normalmente conlleva una sucesión de medicamentos y tiempos. Siempre que haya un ataque de alergia, hay que ir al centro sanitario. Donde un número de médicos te atienden con auténtica rapidez y efectividad. Tras evaluar el ritmo cardíaco, respiración, manchas o granos, la pequeña reposa durante una media hora para evitar un supuesto efecto rebote, el cual no ocurre con mucha frecuencia, pero puede suceder. Tras el episodio y con la niña revisada, salimos del hospital. Una vez más hemos salido adelante. Y habrá que estar alerta. El mejor método para mí hasta el momento es que no consuma nada. Aunque, es verdad, que hay situaciones incontrolables.

Según los expertos, la alergia a los frutos secos puede desaparecer, aunque es difícil, lo que no es un consuelo: “Así como la alergia a leche de vaca y huevo desaparece", explican, "en la mayoría de los pacientes, el caso de esta alergia es más complicado. Probablemente interviene el hecho de que las trazas de frutos secos se encuentran en muchos productos que se consumen sin ser conscientes de ello”.

La nuez, el fruto seco que más alergia produce

Esta situación de estrés y malestar para el menor y sus padres, que es poco común debida a la extrema vigilancia de progenitores y, menos mal, le podría suceder a cada vez más niños en España. Según unos nuevos datos, publicados en el Estudio Pronuts y ofrecidos este fin de semana en la 42º edición del Congreso de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP), las nueces son el fruto seco que más alergia da a los pequeños españoles y que se asocia a reacciones más severas. Estas conclusiones se desprenden tras haber analizado “la frecuencia individual de alergia a 10 frutos secos y semillas de sésamo, así como la reactividad cutánea y en sangre y, sobre todo, en pruebas de provocación, que deben realizarse en un entorno clínico por parte de especialistas en alergia infantil”, informa Europa Press. En otros países, como Estados Unidos, son los cacahuetes los que provocan más alergia en los menores.

“Así, entre 2005 y 2014 las visitas a urgencias por este motivo se incrementaron un 214%, sobre todo en bebés y en niños más pequeños (entre los 0 y los 2 años), y el alimento causante en la mayoría de los casos fueron los frutos secos” (SEICAP) 

Además, el SEICAP ya había advertido hace unos días que el número de niños con alguna alergia - a los alimentos, las anafilaxias, la dermatitis atópica y el asma- aumenta un 2% cada año. “Se estima que un 25% de la población infantil padece algún tipo de enfermedad alérgica, lo que representa cerca de dos millones de niños en toda España. En las próximas décadas el porcentaje será del 50% en los países desarrollados”, explica el organismo en un comunicado. Los expertos, también señalan la importancia “de que la administración, los profesionales sanitarios y la población general (padres, educadores, restauradores, etc.) estén preparados y propicien un entorno que garantice la seguridad e integración de los niños con alergias o asma”. En mi caso particular, la mejor formación te la da un médico alergólogo.

Es más, la SEICAP explica en su web que, por ejemplo, la anafilaxia inducida por alimentos ha aumentado en los últimos años: “Así, entre 2005 y 2014 las visitas a urgencias por este motivo se incrementaron un 214%, sobre todo en bebés y en niños más pequeños (entre los 0 y los 2 años), y el alimento causante en la mayoría de los casos fueron los frutos secos”.

Actuación de los médicos frente a las alergias

Para combatir las alergias alimentarias, el mejor método son las pruebas de provocación, administrando el alimento sospechoso de ser alérgeno, aunque es una prueba que conlleva un "gran riesgo". Aunque es una buena técnica, una vez detectada la alergia, no todos los pequeños pueden someterse a ellas, depende mucho del nivel que padezca el pequeño. En nuestro caso, la niña se hace una revisión anual y de momento los niveles no han descendido.

Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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