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Tribuna
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Esperando a Alemania

Alemania no ofreció una visión propia de una Europa más fuerte ni se mostró dispuesta a actuar

Joschka Fischer
La canciller alemana, Angela Merkel, en Münster (Alemania), el pasado 11 de mayo de 2018.
La canciller alemana, Angela Merkel, en Münster (Alemania), el pasado 11 de mayo de 2018. FOCKE STRANGMANN (EFE)

Más de una década después de la crisis financiera de 2008, la Unión Europea sigue políticamente estancada. Sin embargo, su fortalecimiento es necesario para que el proyecto de integración europea tenga éxito. De lo contrario, las fuerzas del nuevo nacionalismo continuarán su asalto a la democracia, al Estado de derecho y a los valores sobre los que se sustenta el proyecto comunitario.

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El principal motivo del atasco europeo es Alemania. Años después de la crisis, y mientras la UE se enfrentaba a un escaso crecimiento y a una creciente crisis económica, Alemania seguía insistiendo en que no podía llevar adelante sola el proyecto europeo, y que había que esperar a Francia. En mayo de 2017, Emmanuel Macron fue elegido presidente con la promesa de impulsar reformas en la UE y modernizar la economía francesa. Pero justo cuando Francia estaba dispuesta a volver al ruedo, Alemania se preparaba para las elecciones generales de septiembre de 2017. Unos comicios que se saldaron con importantes pérdidas para la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel y meses de negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno.

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El mismo mes de las elecciones alemanas, Macron pronunció un discurso impresionante en la Sorbona, en el que propuso reformas concretas para estabilizar la eurozona, crear un sistema común de protección de fronteras y establecer una iniciativa conjunta europea de defensa. Pero en aquel momento las propuestas de Macron fueron recibidas con frialdad en Alemania, que siete meses después seguía sin presentar un plan propio. En vez de eso, Alemania no dijo ni una palabra sobre el futuro de Europa, e indicó que lo que más le preocupaba era su dinero. La política europea de Alemania parece haber caído en manos de los avaros del comité presupuestario del Bundestag.

Antes, el eje de esa política la marcaban cancilleres que entendían la importancia histórica de la integración europea. Pero hoy parece que Merkel ha dejado que los diputados de la CDU (y de su rama bávara, la Unión Social Cristiana, CSU) la aten de pies y manos antes que cualquier negociación futura sobre reformas de la UE.

Dilapidar la oportunidad ofrecida por Macron (que no se repetirá) sería el colmo de la estupidez política y de la ceguera histórica. Las dos potencias fundadoras del sistema transatlántico están a punto de decirle adiós a ese sistema. Reino Unido decidió abandonar la UE mientras que Estados Unidos, bajo el presidente Donald Trump, está aniquilando la garantía de seguridad transatlántica que siempre ha proveído, y debilitando el sistema global de comercio en el que confía Europa (y en particular Alemania) desde los años cincuenta.

La política europea de Alemania parece haber caído en manos de los avaros del Bundestag

La amenaza de un desenlace trágico en Occidente sacude los pilares económicos y la estabilidad europea. China ya es una potencia global con capacidad de arrastrar el centro de gravedad de la economía mundial desde el Atlántico hacia la región de Asia-Pacífico. Los europeos se enfrentan ahora a la posibilidad de que EE UU y China los dejen en la cola, no solo geopolíticamente, sino también en el sector económico más importante del siglo XXI: la inteligencia artificial.

Europa también se enfrenta a amenazas más inmediatas en el vecindario. El presidente ruso, Vladimir Putin, está una vez más sondeando militarmente las fronteras de Europa del Este. Su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan, aleja cada vez más a su país de la OTAN y de Occidente, a la vez que abandona la democracia y el Estado de derecho. Y todo Oriente Próximo corre el riesgo de caer en una crisis prolongada que impulse un aumento de las migraciones a Europa.

La guerra en Siria muestra el grado de debilidad actual de Europa. Lejos de ser un destino para los refugiados, la UE se ha vuelto irrelevante en Siria. Peor aún, quienes definen la política exterior de Alemania parecen convencidos de que no puede haber una solución militar, y de que solo Rusia puede poner fin a la guerra. Este argumento pasa por alto el hecho de que el presidente sirio, Bashar al-Assad, ya tiene a su alcance una solución militar gracias al apoyo que recibió de Rusia e Irán. También pasa por alto el hecho de que Rusia no está en condiciones de detener un conflicto regional aún más amplio (aunque queriendo). Al fin y al cabo, Irán no va a renunciar a su puente terrestre hacia el Mediterráneo, e Israel no va a aceptar la presencia de las Guardias Revolucionarias de Irán y sus misiles en Siria. De hecho, el riesgo de que haya un conflicto entre Israel e Irán en Siria y en Líbano ya es cada vez más grande.

Estos hechos plantean nuevos desafíos para Europa. Por un lado, la UE necesita evitar que se produzca una carrera armamentística nuclear en la región y defender el acuerdo de 2015 sobre el programa nuclear iraní que ahora Trump amenaza aniquilar. Por otro lado, la UE tiene un acuerdo de asociación (y responsabilidades históricas) con Israel que le impide permanecer neutral o hacer la vista gorda a las ambiciones hegemónicas de Irán en la región.

Europa y Occidente necesitan una respuesta francoalemana como la que dieron Mitterrand y Kohl

Con excepción de Francia y de Reino Unido (por ahora), la UE y sus Estados miembros están decididamente mal preparados para enfrentarse a estos riesgos. Y esto vale especialmente para Alemania, cuyo ejército lleva años languideciendo bajo medidas de austeridad. La garantía de seguridad que implementó EE UU en la posguerra libró a Alemania durante mucho tiempo de pensar en amenazas estratégicas. Pero ahora que Trump ha puesto en duda los compromisos de EE UU con sus aliados, Alemania ya no puede confiar en una tan favorable división del trabajo.

En cuestiones financieras, Alemania suele acusar a otros países de la eurozona de incumplir las reglas y políticas de austeridad acordadas. Pero en cuestiones de defensa, esta acusación se le está volviendo en contra. La era de la protección gratuita está llegando a su fin, y sin EE UU, la única otra fuente de defensa de Alemania es una Europa más fuerte, lo cual ciertamente tiene un coste.

Nadie espera que Alemania adopte las propuestas de Macron en su totalidad. Pero en un momento en que los cimientos del orden global están cambiando en detrimento de Europa, las reformas marginales no bastan. Alemania no ofreció una visión propia de una Europa más fuerte, ni se mostró dispuesta a actuar y hacer las inversiones necesarias. Europa y Occidente necesitan una respuesta francoalemana como la que en su momento dieron François Mitterrand y Helmut Kohl, y Charles de Gaulle y Konrad Adenauer antes de ellos. Y la necesitan ahora: la historia no va a esperar.

Joschka Fischer fue ministro de asuntos exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005,y fue durante casi veinte años uno de los líderes del Partido Verde Alemán.

Copyright: Project Syndicate, 2018. www.project-syndicate.org

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