Daniel Ortega debe marcharse
Nicaragua vive en un clima de inestabilidad que no favorece ni al país ni a la región

Las protestas sociales que comenzaron el pasado 18 de abril en Nicaragua se extienden cada vez más y desafían abiertamente la continuidad de Daniel Ortega, en el poder desde 2007. Antes, ya lo estuvo entre 1981 y 1990.
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Este fin de semana, cientos de miles de nicaragüenses tomaron las calles. Ya no se trataba de la exigencia de que el presidente diera marcha atrás y retirara una controvertida reforma del sistema de Seguridad Social, cosa que solo aceptó hacer tras una sangrienta represión por parte de la policía y grupos paramilitares afines al sandinismo que se saldó con decenas de muertos. Ahora se trata de pedir democracia, justicia y respeto a los derechos humanos, necesidades elementales que en la Nicaragua de Daniel Ortega brillan por su ausencia.
Desde que regresó al poder en 2007, Ortega ha gobernado mediante decreto y con mano dura, forjando una alianza con el sector privado, acallando a los críticos y desarrollando una gestión populista. Una buena prueba de la amplitud del rechazo que genera el Gobierno sandinista es la heterogeneidad de quienes expresan su descontento. Aunque la manifestación fue convocada por los obispos, la secundaron masivamente colectivos feministas y homosexuales, organizaciones de campesinos y familiares de víctimas en la represión en los pasados días, entre otros grupos.
El hostigamiento gubernamental ha afectado de lleno a los medios. El diario La Prensa y la revista Confidencial —ambos, opositores— han denunciado ataques contra sus web. Por su parte, hackers afiliados a Anonymous han bloqueado El 19 Digital, la publicación en la que Rosario Murillo, vicepresidenta de Nicaragua y mujer de Ortega, lee el parte diario sobre el trabajo del Ejecutivo.
Los nicaragüenses no se merecen vivir más tiempo bajo la crueldad, la corrupción y la opresión que representa Ortega. Es ya hora de que renuncie y dé paso a una democracia de verdad.
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