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Tribuna
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Recuperar la izquierda

La socialdemocracia debe situar a Europa en el centro de operaciones y reivindicar la idea de progreso

Jonás Fernández Álvarez
Reunión organizada por la Comisión Europea en Bruselas esta semana sobre el futuro de Siria.
Reunión organizada por la Comisión Europea en Bruselas esta semana sobre el futuro de Siria.STEPHANIE LECOCQ (EFE)

Los partidos socialdemócratas están atravesando dificultades en casi todos los países europeos. Una de las explicaciones que se esgrime se resume en la ausencia de una alternativa de política económica. Al inicio de la crisis, los partidos socialistas en el Gobierno perdieron el poder tras aplicar ajustes presupuestarios, y los que lo alcanzaron en medio de la tempestad con promesas contra la austeridad retornaron a la oposición al incumplirlas. Por ello, cabe preguntarse si esta homogeneización relativa de las políticas económicas es resultado de decisiones discrecionales o es fruto de otras restricciones.

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La globalización y la revolución tecnológica han dejado inoperativos los instrumentos de intervención construidos en el siglo XX. Los Estados-nación no pueden viabilizar sistemas fiscales tan progresivos como en el pasado, a la vista de la movilidad creciente de las bases imponibles. La soberanía normativa está seriamente dañada cuando se regulan mercados con operadores globales. Pero incluso aquellos países que retienen la política monetaria se encuentran al albur de los flujos de capitales y de las decisiones de los bancos centrales de referencia. De este modo, la “caja de herramientas” de los Gobiernos nacionales se ha reducido significativamente y, por ende, la capacidad de operar políticas económicas de izquierdas.

Por lo tanto, y excluyendo la opción de apearnos de la globalización, la izquierda de Gobierno debe reconstruir instituciones con capacidad ejecutiva, recuperar la acción colectiva, la soberanía efectiva. Y la palanca para ello sólo puede ser la Unión Europea. Sin embargo, muchos partidos socialistas siguen operando casi exclusivamente sobre las opiniones públicas nacionales.

Al Norte, los socialdemócratas han reorientado su política tributaria hacia el consumo, redistribuyendo vía gasto, y han construido unos mercados flexibles y abiertos al exterior, con una reducida intervención. En el debate europeo se muestran reacios a mancomunar riesgos y observan con distancia la construcción de un pilar social, que podría estar por debajo de sus propios parámetros nacionales.

Para las europeas necesitamos un manifiesto común y una candidatura a la presidencia de la Comisión

Al Este, los socialistas desean integrarse de manera efectiva en el mercado único y construir sus propios modelos de bienestar, pero se muestran reacios al diseño de un pilar social robusto a escala europea. La productividad de sus economías no les permite aún disponer de estándares laborales, sanitarios o medioambientales al nivel de los países más desarrollados, y la centralización de políticas sociales es interpretada como amenaza a su propio desarrollo.

Al Sur, disponemos de Estados de bienestar desarrollados, aunque en menor medida que en el Norte, y políticas de intervención en los mercados más intensas, no siempre progresistas. Estamos en una posición complicada porque nuestras economías no son suficientemente flexibles y nuestros sistemas fiscales son menos redistributivos, y con importantes bolsas de fraude. Somos, quizá, los que más necesitamos esa nueva Administración pública europea.

Estos enfoques nacionales dificultan la construcción de una propuesta económica para Europa. Estamos, pues, en un bucle donde las urgencias nacionales dificultan el despliegue de una estrategia europea, y ello impide implementar políticas económicas alternativas. La ciudadanía se decepciona, se pierde el gobierno y a veces los partidos socialistas inician un camino de introspección que les conduce a la melancolía y a la resistencia.

La salida de este círculo vicioso pasa por situar Europa en el centro de operaciones para reconstruir los instrumentos de intervención y reivindicar la idea de progreso. Y hacerlo siendo conscientes de los distintos planos del debate, diferenciando el proceso constituyente permanente (que exige consensos) y las áreas de discusión ideológica, que necesita de mayorías. Por ejemplo, una mejora de la influencia de los socialistas en esta legislatura ha abierto ya espacio de maniobra al Gobierno portugués.

En mayo de 2019 se celebrarán elecciones europeas, y para entonces los socialistas deberíamos haber resuelto gran parte de este conundrum con un manifiesto común y una candidatura a la presidencia de la Comisión. El PSOE ya está trabajando no sólo para ofrecer una propuesta electoral con visión europeísta, sino también porque en ella está la respuesta a la crisis de la socialdemocracia. La izquierda necesita de la Unión para cumplir con su promesa, y el continente necesita de nosotros para seguir blandiendo los valores europeos.

Jonás Fernández Álvarez es diputado socialista en el Parlamento Europeo.

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