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MIRADOR
Columna
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Lactancia

Ver mamar a los bebés tiene mucho de un fervor ancestral que nos conecta con la vida

San Bernardo y la Virgen de Alonso Cano.
San Bernardo y la Virgen de Alonso Cano.Museo del Prado

De las visitas escolares al Museo del Prado recuerdo todavía el jolgorio del alumnado contemplando el cuadro de san Bernardo recibiendo un chorro de leche del redondeado pecho de la Virgen María. Nos resultaban divertidísimos los cuadros de la Virgen de la Leche, así en sus versiones recatadas como en las más explícitas. Podíamos ser ateos, agnósticos o profundamente creyentes pero aquellos cuadros nos parecían graciosos. Sobre todo, el del señor barbudo arrodillado y aquel trazo de finísima leche atravesando el lienzo. Era el Barroco y era Alonso Cano y la paciencia infinita de los guías y maestros, y la infancia risueña de una edad en la que ver mamar causaba risa cuando la leche le llegaba a los adultos.

Muchos años después, todas las imágenes de la Virgen de la Leche me parecen tiernas. Al margen de la fe o las calidades pictóricas, pienso en el matiz simbólico de lo que representan: la lactancia como realidad ineludible, como primer alimento, en épocas históricas en las que no existían las leches maternizadas para bebés. Todavía hoy los pediatras te dirán que lo ideal es que los bebés puedan mamar desde el primer día de vida y que una madre debe intentar dar pecho a su retoño todo el tiempo que pueda, para garantizar la inmunidad ante las enfermedades y la mejor nutrición.

Antaño la falta de leche de una madre podía acarrear la muerte del bebé. La figura de la nodriza, como salvadora de los más pequeños de familias privilegiadas, es clave hasta comienzos del siglo XX. Las madres de hoy en día no tienen que angustiarse si no producen suficiente leche, o si la maternidad o paternidad está rodeada de otras circunstancias, o si sus hijos son adoptados… el mercado tiene una oferta variada de productos. Los científicos a mediados del siglo XX desarrollaron, a falta de la leche materna, la fórmula para bebés, que ha ido evolucionando ajustada a las diferentes etapas del crecimiento.

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Creo que ver mamar a los bebés tiene mucho de un fervor ancestral que nos conecta con la vida. Por eso, cuando leo en las noticias que han desmantelado una red de falsificadores de leche para bebés no doy crédito. Sabían que los pequeños no podían quejarse. Esta falta de escrúpulos hace necesario un mayor control y cuidado con todos los productos alimenticios destinados a la infancia a nivel global. Además, animo a las madres a que den de mamar el mayor tiempo posible y pido a la sociedad que facilite las condiciones laborales para que todas las mujeres que quieran puedan amamantar a sus bebés.

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