No es país para matices
Izquierda y derecha han contribuido al blanco o negro por intolerancia primigenia. Se trata de la demonización del contrario
Cada día, la realidad española te proporciona alguna elección sencilla. Es la ventaja de vivir en un país de extremos polarizados: cualquier dilema es fácil. Ahora se ha tratado de optar entre el Dr. Montes como Dr. Muerte o como un ángel consagrado a aliviar el sufrimiento ajeno. La semana anterior había que elegir si lo de Alsasua fue terrorismo o una simple pelea de bar. Casi todo es así, aunque resulte ridículo. Sin matices. La figura del Dr. Montes es interesante, aunque entre la vida y la muerte es difícil no pisar sombras; y Alsasua es una agresión repugnante de una jauría humana cobarde contra dos agentes con sus novias en territorio hostil. Ese acto de odio no es una pelea de bar, pero tampoco parece terrorismo.
En semanas anteriores sucedía esto mismo con los CDR: o se les acusaba de terrorismo, o se reducía a protestas democráticas con el efecto colateral de unos atascos molestos. Las dos opciones tensaban la realidad hasta la caricatura, pero esas eran las opciones. En realidad los CDR no merecen ningún blanqueo, ninguna indulgencia o complacencia, porque son grupos organizados para alterar el orden público, sabotear servicios y propiedades ajenas, acosar la libertad de los otros. Lo suyo es cualquier cosa menos una revolución de las sonrisas, pero de ahí al terrorismo va un trecho.
Medios vendidos o medios inmaculados. Bobadas. Presos políticos o golpistas peligrosos en preventiva. Otro tanto. El discurso de los presos políticos es una operación de propaganda solo apta para sectarios o para ignorantes, pero eso no impide creer que se abusa de la preventiva. También se puede dudar que haya rebelión, pero no estar con los indepes sino contra los indepes, lamentando que el delito esté mal tipificado para responder a un golpe de Estado institucional trazado con las leyes del 6 y 7 septiembre. Pero así va todo. Tampoco es con el Govern o con el Gobierno, porque a la vez cabe creer que Rajoy no sólo no impidió sino que favoreció el procés con su miopía política.
Hay una tendencia a secuestrar los matices para forzar la mirada en blanco o negro. Pero pitar el himno no es una hermosa expresión democrática de libertad de expresión o un delito, sino un gesto grosero de incivismo legal. Como ciscarse en Dios para ofender. Y el almirante Cervera no era un héroe o un facha, sino un personaje complejo y memorable en la historia de España. En definitiva, como señalaba Steiner, el gris es el color natural de las biografías, como de la realidad. Aquí, en cambio, izquierda y derecha han contribuido al blanco o negro por intolerancia primigenia. Se trata de la demonización del contrario; bajo esa idea sartreana de que el infierno son los otros… y por tanto nosotros somos, claro, el paraíso.
No se trata de patrocinar la equidistancia, para nada, sino la mayoría de edad ilustrada del sapere aude kantiano: guiarse por la razón. En definitiva, razonar lleva a los matices, los subjuntivos, las subordinadas contra los mantras. Claro que aquí casi siempre parecen gustar más las consignas que el pensamiento. Eso encaja en el “lejos de nosotros la funesta manía” de los claustrales de Cervera. La simplificación del análisis deriva, claro está, en la simplificación de las soluciones. Y por tanto también lleva a la impaciencia: si algo es simple, debe resolverse fácil. Se pretenden victorias rápidas y definitivas, o derrotas rápidas y definitivas. Pero un gran problema no se resuelve en un pispás, o no era un gran problema. Creerlo sí que es un gran problema.
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