¿Y la sociedad civil?
Si antes buscábamos grandes relatos, ahora que las demandas se han fragmentado es necesario encontrar una manera de articularlas


España vive bloqueada: las instituciones que deberían facilitar la creación, modificación y derogación de leyes y acuerdos para adaptarlos a las cambiantes preferencias de la ciudadanía se mantienen en un punto muerto. Los partidos (todos ellos: nuevos y viejos), sus luchas por electorados similares a ambos lados del espectro, sus batallas internas, han secuestrado no solo el debate público, también el funcionamiento institucional.
En el frente parlamentario, las mayorías son extrañas y volátiles. En el ámbito territorial, ni siquiera algo tan de mínimos como la financiación autonómica suscita el suficiente interés como para arrancar una negociación sincera. No digamos ya la construcción de un nuevo acuerdo de orden constitucional para hacer más viable el proyecto de país.
Es normal que los partidos se fijen en sus electorados. Para eso existen, de hecho. En los últimos años, España ha pasado de un bipartidismo que parecía ignorar las demandas de los votantes (así decían sentirlo muchos) a un pluripartidismo que se fija en ellas hasta el mínimo detalle. La inmediatez de las redes sociales ayuda. La ciudadanía debería aprovechar este poder.
Porque la otra pieza que falta para completar el cambio político en España es una sociedad civil poderosa por sí misma. Transversalidad, claridad en los objetivos, organización, compromiso sostenido, independencia: esas podrían ser sus cinco premisas, pues son las que permiten lograr cambios, presionar a los partidos, emplear las instituciones como lo que deberían ser: espacios para resolver conflictos colectivos.
Por ahora, la verdad, las señales no son muy halagüeñas. Aunque tampoco carecemos de buenos ejemplos: véase el movimiento que culminó el pasado 8 de marzo. Pero es necesario conquistar todos los ámbitos. Si antes buscábamos grandes relatos, ahora que las demandas se han fragmentado es necesario encontrar una manera de articularlas. Quizás eso sea la Segunda Transición: si la primera fortaleció un sistema de partidos donde antes había una dictadura, en la segunda toca debilitarlo para dejar paso a la sociedad civil. @jorgegalindo
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