Elefantes
No parece ser su función dar patadas a una pelota, ni sentarse en un taburete a la orden del látigo de un domador. Los elefantes, como el resto de animales circenses, no han nacido para ser atados a un poste desde cachorros e interiorizar la macabra sensación del miedo a la libertad. Y sus compañeros humanos, aquellos que si podemos razonar, ¿qué hacemos? Pagar una entrada para asistir a un circo que parece sacado de la mismísima Roma. Viven muchas familias de esta tradición, se argumenta, otra lamentable excusa. Cabe lamentar que todavía no exista una legislación aplicable para su adecuada protección y transporte, ya que angustia y ansiedad mellan en la salud del animal sin que este pueda expresarlo. Queda el consuelo de que en Galicia hemos prohibido los números con animales en los circos, una pequeña evolución.— Óscar Camiño Santos. A Coruña.
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