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CLAVES
Columna
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Bola de Cristal

Cuando tienes un problema serio con los vecinos del quinto, o los echas de la comunidad, o te sientas a hablar

Víctor Lapuente
Manifestación en Barcelona para pedir la puesta en libertad de Puigdemont.
Manifestación en Barcelona para pedir la puesta en libertad de Puigdemont.JOSEP LAGO (AFP PHOTO)

El problema catalán está en la bola de cristal. Tanto unos (independentistas) como otros (constitucionalistas) ven un futuro tenebroso. Y ello les conmina a tomar acciones extremas contra el adversario. Para desescalar el conflicto, urge revertir esos pronósticos agoreros.

Es una de las lecciones de la llamada teoría de juegos: el futuro determina el presente. En disputas étnicas o separatistas, las agresiones no se inician tanto por las circunstancias del momento como por el temor a unas condiciones peores mañana.

En la guerra de los Balcanes, la minoría serbia en Croacia empezó su ofensiva porque anticipó que, si no golpeaban entonces, el ultranacionalista Estado croata que se estaba forjando acabaría aplastando sus derechos. Los serbios reaccionaron de forma brutal. Pero no irracional. Había una lógica derivada de sus augurios pesimistas.

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Aquí ocurre algo parecido. Los unionistas optan por una estrategia dura (actuación policial el 1-O, petición de prisión preventiva, no a los indultos por delitos de rebelión, etcétera) por el miedo a que una consulta popular desconecte Cataluña del resto de España. Y los separatistas rechazan desviarse de su estrategia unilateral, y volver a la legalidad autonómica, porque, de forma simétrica, temen un futuro peor con un gobierno recentralizador en Madrid.

La experiencia internacional nos enseña que la solución pasa porque los contendientes se “aten las manos”, garantizando que, en el futuro, no podrán abusar de su situación de poder. Es lo que hizo el Estado estonio con la minoría rusa, o antes Finlandia con la minoría sueca: ofrecer avales constitucionales y legislativos de que sus derechos serían respetados.

Hasta ahora, la actitud del Gobierno español ha sido la opuesta: ofrecer un nuevo Estatut, o una eventual posibilidad de indulto, sería caer en el chantaje. Un gobierno no negocia con secuestradores, porque eso atraería a otros. Pero si los secuestradores son siempre los mismos, el juego cambia y la zanahoria vale más que el palo. Cuando tienes un problema serio con los vecinos del quinto, o los echas de la comunidad, o te sientas a hablar. @VictorLapuente

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