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El largo viaje de regreso a casa

Ocho días de duración y siete medios de transporte distintos empleó José Miguel Viñas en su regreso a casa. Culminó así su viaje a la Antártida. Nos lo cuenta en primera persona

Llegada del Hespérides a la Bahía Sur de isla Livingston, el 10 de marzo de 2018.
Llegada del Hespérides a la Bahía Sur de isla Livingston, el 10 de marzo de 2018.José Miguel Viñas

Ocho días de viaje y siete medios de transporte distintos (zodiac, barco, autocar, ferri, coche, avión y metro). Así se resume el periplo con el que finalizó mi viaje a la Antártida, una experiencia que nunca olvidaré y de la que todavía os seguiré contando cosas en este blog. Nuestras dos bases están a punto de echar el cierre. El personal que sigue allí está dejando todo listo para la invernada, pues las instalaciones permanecerán cerradas entre abril y noviembre, periodo en el que el tiempo se vuelve más riguroso y extremo, en particular durante el invierno austral (junio, julio y agosto).

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La segunda y última fase de la presente campaña antártica se vio alterada por el desgraciado accidente en el que perdió la vida el marino Javier Montojo Salazar. Según el cronograma previsto, mi salida de isla Livingston, a bordo del Hespérides, debería de haber sido el 9 o 10 de marzo, con llegada prevista a Ushuaia el día 12. Tenía reservado un vuelo el día 15 desde Punta Arenas, que finalmente cambié para el día 17 por miedo a perderlo, aunque, de haberlo mantenido, la jugada finalmente me habría salido bien, casi por carambola.

Tras la repatriación, en Ushuaia, del cuerpo de Javier, el Hespérides retornó a toda máquina a isla Livingston y Decepción para recoger a parte de la gente que estábamos en las bases. Apenas empleó 48 horas en atravesar el Paso de Drake, lo que nos sorprendió a muchos. En la base Juan Carlos I, muchos habíamos pensado que no podría sacarnos de allí antes del día 12, por lo que nos apresuramos a cambiar los billetes de avión para evitar perderlos. Al final, embarcamos el domingo 11 a primera hora de la mañana y pusimos rumbo a Ushuaia, iniciando así mi viaje de regreso a casa.

La travesía del Drake fue más movida que a la ida, en particular el último tramo –algo que apuntaron bien las predicciones que manejábamos antes de abandonar Livingston–. La noche del 12 al 13 de marzo, el bamboleo en el barco fue notable, con algunos violentos golpes de mar. Uno de los motores del Hespérides dejó de funcionar, y eso obligó a reducir la velocidad a la mitad, navegando a apenas 8 nudos (14,8 km/h). Finalmente, llegamos al puerto de Ushuaia a primeras horas de la noche del martes 13 de marzo, tras unas últimas horas de travesía por aguas calmadas en el Canal de Beagle, en las que pudimos disfrutar de las vistas a ambos lados –el argentino y el chileno– desde la cubierta del barco.

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Recorrido por carretera entre Ushuaia (Argentina) y Punta Arenas (Chile).
Recorrido por carretera entre Ushuaia (Argentina) y Punta Arenas (Chile).Google Maps

Al día siguiente, a primera de la mañana, varios expedicionarios nos subimos a un autocar que nos recogió al pie de la escalerilla del Hespérides, y viajamos por carretera hasta Punta Arenas, en Chile. Si hacemos caso a Google Maps, se trata de un trayecto de 618 kilómetros y una duración estimada de 8 horas y 22 minutos. La realidad es que estuvimos 13 horas en ruta. El viaje, aunque largo y por momentos pesado, tuvo sus alicientes, ya que atravesamos la isla grande de Tierra del Fuego, pasando de unos espectaculares paisajes alpinos en las primeras dos horas a uno casi pampero, con un machacón viento siempre presente y con rebaños de guanacos en diferentes tramos de la carretera. También tuvo su punto el paso de la frontera de San Sebastián; un paraje polvoriento y un control férreo de equipajes y pasajeros por parte de la policía aduanera chilena.

Queda también en el recuerdo el paso del ferri que nos permitió cruzar el Estrecho de Magallanes; el mismo paso de mar que, algunas semanas, antes habíamos surcado –en un tramo más al sur– con el Hespérides, camino a la Antártida. Llegamos a Punta Arenas cerca de las 22.00 horas del miércoles 14 de marzo. Tuve por delante, aún, dos días en esa pequeña ciudad portuaria, antes de tomar el avión que me llevó a Santiago de Chile, donde pasé la noche del 17 al 18, y llegar a España –en un segundo avión– el lunes 19 de marzo, antes del amanecer. Culminaba así mi viaje a la Antártida. Han sido en total 33 días fuera de casa, de los que 21 he estado en territorio antártico.

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