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MIRADOR
Columna
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Feo, ordinario y vulgar

Dios está en todas partes, sobre todo en los juzgados

Manuel Jabois
Imagen de catedral.
Imagen de catedral.© GETTYIMAGES

Dios está en todas partes, sobre todo en los juzgados. Allí lo llevan en procesión algunos creyentes, que han encontrado en la justicia española la paz que les niegan las iglesias. Se entienden sus razones. En una misa puedes dejarte tres euros en el cepillo, 50 si has tenido una semana complicada con los mandamientos; del juzgado, sin embargo, se puede salir con indemnización, pues de todas las ofensas, las hechas sobre aquellos que no pueden ofenderse son las que mejor se cotizan. Eso también es la fe: creer en lo que no se ve pero se puede recaudar.

Miren a Ortega Cano. El torero ha denunciado a Mongolia por un dibujito sobre él espoleado por la burla que hacían los sátiros de la Virgen de la Caridad. “Es feo, ordinario y vulgar”, dijo Ortega Cano; una jueza acaba de sentenciar que aquello que le parezca a Ortega Cano “feo, ordinario y vulgar” es susceptible de ser multado con 40.000 euros.

Al chico de Jaén que hizo un fotomontaje con su cara en un Cristo lo han condenado por ofender los sentimientos religiosos, la clase de pasiones que sólo se pueden dañar desde fuera: nada de lo hecho por sacerdotes ofende un sentimiento tan exclusivo que sólo es herido por los que no menoscaban la dignidad del templo. Quizás tenga que ver con la vía torturada y sacrificada de los orígenes: es mucho más duro encubrir una red de pederastia que el “me cago en Dios” del ateo Willy Toledo, frase que como es sabido pone la institución patas arriba.

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Son tiempos de castigos duros. Se ha presentado el portavoz parlamentario del PP en la capilla ardiente de un niño para dar un mitin; se reclama poder legislar al pueblo conmocionado o peor aún: que sean las propias víctimas las que legislen de acuerdo a sus emociones y den cobertura ideológica a quienes creen en la cadena perpetua. Tienen más fe los que piensan que después de 30 años de prisión un asesino puede ser reinsertado que los que, más inocentes que firmes, creen que un asesino planea matar a un niño calculando el tiempo que le llevará en prisión, y lo abortarán si el tiempo es mucho. Prueba de lo que les importa el castigo es el porcentaje de asesinos que, cometido el crimen, se tratan de suicidar.

Feo, ordinario y vulgar no es un dibujo de Ortega Cano, ni siquiera Ortega Cano por más que se crea Mahoma, alguien que no se puede dibujar. Feo, ordinario y vulgar es un país cuyos grandes debates políticos de hoy se habían clausurado hace 40 años.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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