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nutrición
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La cuchara holográfica para niños que indigna a padres y expertos

Nutribén retira la campaña sobre el dispositivo tras la polémica. Los críticos alertaban de que si un bebé está a menos de un palmo de una imagen no se relaciona

Frame de anuncio de Nutribén.
Frame de anuncio de Nutribén.

Nutribén y su agencia de publicidad lanzaron una cuchara que se acopla al móvil de los padres y que, mediante una app que los padres pueden descargarse, proyecta cuatro tipos de animaciones en tres dimensiones mientras se le da de comer al bebé. Según la empresa, la Nutrispoon dejaría a los bebés “con la boca abierta”, “para que dar de comer a tu bebé no sea una lucha diaria”.  La cuchara no dejó a nadie indiferente y el vídeo promocional de la Nutrispoon inundó las redes de comentarios de indignación hacia la iniciativa. Muchos eran los que se preguntaban si la noticia era cierta o si se trataba de una especie de inocentada. Tal fue el revuelto, que Nutribén respondió tres veces a través de su cuenta oficial de Twitter. Y Llegó a preguntar: ¿Tan grave es para ponerse así? A pesar de estar dubitativos en un principio, finalmente, la empresa ha decidido retirar el vídeo de la campaña de marketing de Nutrispoon.

No es la primera vez que una iniciativa de este tipo surge para intentar resolver los problemas que los padres experimentan con la resolución de las necesidades básicas de sus hijos. Las estanterías de las librerías están repletas de libros que nos dicen exactamente lo que hemos de hacer para que nuestros pequeños duerman, coman u obedezcan. Hay miles de juguetes y de DVD supuestamente educativos que nos dan soluciones para que ellos aprendan de forma “mágica”. La industria del consejo empaquetado es un filón para sacar el mayor partido de una sociedad cada vez más frenética y desquiciada, vendiendo a los padres soluciones fáciles y resultados rápidos para educar.

Hace unos años, por ejemplo, CTA Digital lanzó el primer orinal tableta (llamado ipotty). Según la empresa, el dispositivo crea una “manera cómoda y divertida de usar el orinal”. Su brazo giratorio puede moverse 360 grados alrededor del orinal, permitiendo tres posiciones en altura y vistas horizontales y verticales. En 2013, el ipotty ganó el premio del "Peor Juguete del Año" en los Estados Unidos, por la Campaign for a Commercial-Free Childhood (CCFC).

¿Por qué estos dispositivos son una mala idea?

Las recomendaciones de las principales asociaciones pediátricas y los recientes estudios sobre el efecto de la pantalla en la primera infancia advierten de los efectos perjudiciales que la tecnología podría tener a lo largo de los primeros dos años. Por ese motivo, la Sociedad Canadiense de Pediatría se posicionó oficialmente en el 2017, recomendando cero consumo de pantallas para la franja de los 0 a 2 años. La SCP considera que los bebés y niños pequeños “aprenden intensamente a través de interacción cara a cara con sus padres y cuidadores” y que “los aprendizajes tempranos son más fáciles, más enriquecedores y más eficientes desde un punto de vista del desarrollo cuando los bebés experimentan en directo, de forma interactiva, en tiempo y espacio real con personas reales”.

La advertencia de la Academia Americana de Pediatría es la misma para niños de menos de 18 meses. La AAP dice claramente que “los niños aprenden a través de las interacciones humanas, no de las pantallas”. De hecho, un estudio presentado en el último congreso del Pediatric Academic Societies Meeting 2017 en San Francisco dice que por cada media hora de tiempo con un dispositivo portátil (Smartphone o tableta) en la primera infancia, 49% más de probabilidad de sufrir retraso de lenguaje. Un dato alarmante, considerando que la fantástica Nutrispoon está pensada en usarse “para que dar de comer al niño no sea una lucha diaria”.

Los estudios sobre el apego sugieren que una interacción positiva entre el bebé y su principal cuidador es un indicador clave para buen desarrollo del niño. El apego seguro ocurre cuando se atiende a tiempo las necesidades básicas del niño. Darle de comer, ponerle a dormir, regular su temperatura corporal, cambiar su pañal, cogerle en brazos, una muestra del infinito abanico de respuestas que un principal cuidador sensible da diariamente a la resolución de las necesidades básicas de un niño. Esas respuestas son las que, dadas a tiempo, transmiten al niño seguridad y sentido de competencia.

Para poder percibir esas necesidades básicas y adelantarse a ellas, es preciso que la persona encargada del cuidado tenga sensibilidad, y esa sensibilidad se dé en el tiempo y a través de la conexión personal. Y no podemos confundir la conexión que ocurre a través de una mirada personal con la conexión mediada por un dispositivo digital. Cuando el niño está a menos de un palmo de un holograma que se mueve y hace ruidos, se queda embobado, fascinado, enganchado, inmerso en un mundo que aún no está preparado para entender. Un mundo irreal, impersonal, artificial. Lejos de lo que ocurre cuando la mirada del niño conecta lentamente con la mirada del cuidador sensible que resuelve sus necesidades básicas.

Según la entidad que entrego el premio del peor juguete del año al ipotty, “aprender a ir al baño es un tiempo de interacción positiva entre el niño y su principal cuidador y este juguete distrae de la dimensión socioemocional del proceso, sustituyéndolo por el hipnotismo que ofrece la pantalla”.

Podemos preguntarnos, desde el sentido común, por las consecuencias nefastas que podría tener la Nutrispoon en relación con ciertos hábitos o trastornos de la alimentación. Hemos de saber que la tecnología en edades tempranas puede ser adictiva, porque introduce a la mente neurológicamente inmadura en un círculo vicioso de recompensa a través de la producción del neurotransmisor de la dopamina. Por lo tanto, el bebé puede acostumbrarse a un nivel de estímulos tecnológicos que supera su capacidad de abarcar y asimilarla. Entonces bajaría su sensibilidad para “sentir” los estímulos naturales que componen la vida ordinaria, subiría el umbral de sentir y entonces el niño se volvería inquieto, ansioso, hiperactivo y necesitado de cada vez más estímulos artificiales para “sentir”. El resultado es que el niño podría acabar comiendo sin tener hambre, asociando el placer que le da el estímulo tecnológico con la ingestión de los alimentos. Lo que podría llevar a malos hábitos alimentarios, o incluso a trastornos de la alimentación.

Algunos dirán que esos estudios aún no existen, porque la Nutrispoon es muy reciente. Podemos esperar a que los estudios nos digan lo que ya nos indica el sentido común y la sensibilidad maternal y paternal. Pero cuando tengamos esos estudios, la Nutrispoon será obsoleta, y sustituida por otros artefactos tecnológicos que también pretenderán revolucionar la crianza o la educación. La investigación de calidad siempre estará muy atrás de la innovación tecnológica, porque la primera es costosa y larga, y la segunda se vuelve rápidamente obsoleta. Por lo tanto, mientras no apliquemos el sentido común y los criterios de precaución y de prudencia a la innovación tecnológica en el ámbito de la crianza y de la educación, siempre nos encontraremos al remolque de las evidencias. Y cuando tengamos esas evidencias, el daño ya estará hecho.

En definitiva, la Nutrispoon de Nutribén ha sido desde el punto de vista global de la imagen corporativa de la empresa, un fracaso redondo. En palabras del director creativo de la agencia publicitaria que lanza el producto, el objetivo de la campaña era posicionar a la empresa “como una marca innovadora, tanto en su gama de productos como en su forma de experimentarlos”.

En realidad, el desafortunado mensaje que ofreció la campaña era que los productos ofrecidos por esa marca no se adecuan a lo que los bebés necesitan. Cuando Nutribén preguntaba si “tan grave es para ponerse así”, difundía la creencia de que las personas que desarrollan y comercializan sus productos no tienen la sensibilidad para entender lo que necesita un bebé. Puede que ese episodio pase factura a la empresa, haciendo un pésimo servicio a una marca que procura transmitir una imagen de alternativa idónea a lo que proporciona la naturaleza a través de la lactancia. Saltándose todas las recomendaciones realizadas por las principales y más prestigiosas asociaciones pediátricas, podría -al margen de si está o no justificada esa sospecha- introducir en su clientela dudas respecto a la calidad de sus productos en general.

Ojalá, una de las lecciones que saquemos todos de esta gran metedura de pata es que la etapa de la infancia es una etapa sagrada y no se puede nunca frivolizar con ella. Estar a la vanguardia no es apuntarse siempre a lo último dejándose arrastrar por las modas pasajeras, es adelantarse a los tiempos con la perspectiva que nos da la sabiduría del pasado. Y lo que nos dice la sabiduría del pasado es que no existe el “bebé del siglo XXI", porque hay permanencias antropológicas que hacen que sus necesidades básicas siempre serán las mismas. Y la forma adecuada de resolverlas nunca dejarán de ser profundamente humanas.

Catherine L’Ecuyer es autora de Educar en el asombro y de Educar en la realidad. Su blog: www.catherinelecuyer.com

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