¿Granjas con vacas y cerdos que nadie se va a comer? Así son los santuarios de animales
Entramos en varios de estos lugares sin ánimo de lucro que acogen especies víctimas de la explotación y el maltrato. Por increíble que parezca, aquí las ovejas no están destinadas a ser esquiladas
Fermín, un imponente macho cabrío, sale a nuestro encuentro rebosante de alegría. No tiene cuernos, pues como la mayoría de cabras de granja fue descornado. Quizá por eso sus constantes golpecitos con la cabeza para que le acariciemos recuerdan aún más a los de un perro zalamero que a la imagen que muchos tienen de una cabra.
"Cuando los cabritos son pequeños les ponen un hierro candente en la base del cráneo. Por eso la mayoría de cabras de granja no tienen cuernos” nos explican. “Fermín llegó aquí con 9 años procedente de Arenas De San Pedro. Una vecina nos escribió porque el pastor iba a sacrificar al semental del rebaño. Le había criado a biberón y ella le tenía mucho cariño, pero como ya no le servía como semental lo mandaban al matadero con los viejos. Eso sí: antes había decidido castrarle poniéndole una goma en los testículos, algo muy habitual entre los pastores. Aquello le provocó una grave infección y le llevó al borde de la muerte".
Una pareja de pavos, una oca y un jabalí... son como cualquier perro o gato: cada uno con su propia personalidad
La que habla es Laura Luengo, una de las responsables del santuario madrileño de animales Wings of Heart, que fundó en 2011 junto a su pareja, Eduardo Terrer, y en el que actualmente colaboran de forma intermitente una veintena de voluntarios. Un lugar en el que viven -y conviven- más de 300 animales de todas las especies: Vacas, toros, cerdos, jabalíes, ovejas, cabras, aves, burros o caballos. Todos ellos, con historias similares a la de Fermín, que nos acompaña durante toda la visita. “Odia estar solo”, ríe Laura. “Cuando llegó y tuvo que estar un tiempo en cuarentena, saltó y entró a la casa por la ventana de la cocina para estar con nosotros. Le encanta la gente y las atenciones”.
Respeto e igualdad
En España existen una veintena de santuarios de animales repartidos por toda la península. Desde El Hogar Pro Vegan (Tarragona) hasta Vacaloura (Santiago de Compostela), pasando por La Pepa (Cádiz), Feeling Free (Valencia), el León Vegano (Castilla y León ) o El Valle Encantado (Madrid). Lugares donde se proporciona cuidados de por vida a animales que han sido maltratados, heridos o abandonados. A menudo, provenientes de la explotación para el consumo, así como de la industria del entretenimiento, de laboratorios o víctimas de la caza.
En un santuario no hay ánimo de lucro. Tampoco comercio ni cría. “El único objetivo es salvarlos, darles una segunda oportunidad y proporcionarles el ambiente, el cariño y los cuidados que necesitan hasta que mueren de viejos. Todo ello, en un entorno muy diferente al de la explotación. Un entorno de respeto e igualdad", apunta Laura.
“El único objetivo es salvarlos y darles una segunda oportunidad con el ambiente, cariño y cuidados que necesitan"
Esa igualdad se respira nada más cruzar el umbral del santuario: la mayoría de animales comparten espacio en armonía. Y aquellos que han superado sus traumas y el miedo a los humanos se acercan con curiosidad, cuando no de forma abiertamente amistosa. Lo hace una inseparable pareja de pavos, una simpática oca y un jabalí que no para de jugar a nuestro alrededor. Todos ellos tienen, claro está, sus propios nombres: Hope y Love, Parchís y Rayo.
"A muchos les resulta sorprendente porque desde pequeños nos enseñaron a segregar a los animales: los perros y gatos están en casa, son cariñosos, parte de la familia y cuentan con su propia personalidad. Sin embargo, respecto a los animales que comemos se nos educa en una serie de ideas: los cerdos son sucios y huelen mal. Las ovejas, tontas. Las vacas, peligrosas. Desde niños construimos un alejamiento a cualquier facultad que puedan tener los animales considerados de granja que haga que nos sepa mal comérnoslos, o que cuestione la forma en que viven en las granjas, donde les son negados los derechos más básicos".
En tierra de nadie
En un santuario, todo cambia. “Aquí pueden ser ellos mismos. Cuando llegan ganan autoestima y pueden mostrarse como son, sin miedo, sin tener que huir del humano. Y son exactamente como cualquier perro o gato: cada uno con su personalidad propia”. Explicar esa óptica antiespecista -postura que rechaza la discriminación por motivo de especie- es parte del objetivo de santuarios como Wings of Heart. “Trabajamos en la educación y la promoción del veganismo, así como para introducir los cambios legales necesarios para los santuarios y el estatus de los animales considerados de granja”, explica Laura.
Y es que hoy día, la figura de los santuarios se encuentra en un limbo legal. “En España no existe regulación específica para los santuarios”, explica Conny Duarte, abogada y codirectora de Zoonia (Iniciativas en Responsabilidad Animal). “Es por ello que deben acogerse a la normativa vigente en materia de explotaciones ganaderas. Es decir: un lugar ideado para cuidar, proteger y garantizar el derecho a la vida, bienestar y a la dignidad de los animales debe darse de alta ante la administración como una explotación ganadera, fin que como su nombre indica es la explotación de los animales para el consumo humano, justamente el extremo contrario al fin de los santuarios”. Para Duarte, esta ausencia de regulación específica “dificulta el rescate de los animales y el trabajo de los santuarios”, por lo que considera que “es momento de acelerar el ritmo y desarrollar una legislación adecuada ”.
Laura conoce de primera mano todo ese entramado legal. “Llevamos un año negociando con la Comunidad de Madrid para que nos saquen de la condición de explotación ganadera. Se han conseguido avances, como que los animales no tengan que llevar crotal y que la identificación sea mediante microchip individual. También que no estemos dentro de los planes de erradicación. Estamos negociando las condiciones que tendría que tener un nuevo terreno para ser considerado un centro de rescate y no una explotación ganadera. Sin embargo, en el resto del estado, y en gran parte por la influencia del lobby ganadero, esto no es así”, lamenta.
Dejarlo todo
En un remoto y bucólico terreno a unos 40 kilómetros de Lugo, rodeado por hectáreas de verde y frondoso bosque, se ubica el Santuario Frente L.A., inaugurado hace apenas seis meses. José Benito, su fundador, había sido voluntario en diversos santuarios hasta que, un buen día, lo dejó todo en Madrid para venirse aquí. “Vivía en un chalet en la sierra en el que tenía un pequeño terrenito de unos 1.000 m2. Empezamos rescatando a una cabrita, luego a otras dos, luego a un cerdo… La situación se volvió insostenible y dijimos: “esto hay que hacerlo en serio”.
Junto a su pareja, José se puso manos a la obra. “Buscábamos algo idílico. Y nos costó encontrarlo, pero finalmente dimos con ello”, cuenta con orgullo y con la voz entrecortada por la escasa cobertura. El terreno tiene unas ocho hectáreas y alberga a 63 animales. “Pronto serán muchos más”, vaticina.
Desde que su pareja está en Madrid por motivos laborales, José está solo. Y trabaja duro. “¿Que cómo es un día cualquiera? Es un no parar: toca madrugar, hacer curas, preparar desayunos para todos los animales, limpias, vuelves a hacer curas… ¡Ah, y hay que seguir trabajando para reforzar las construcciones”.
Las “construcciones” son las precarias instalaciones que José encontró en la finca, y que en buena parte reformó con ayuda de su padre para dar cobijo a los animales. “Por cuestión de dinero no podemos hacer muchas cosas: intentamos ser creativos y reciclar materiales”, cuenta. Hoy por hoy, y como todo santuario, Frente L.A. vive básicamente de las donaciones de sus seguidores. “Ellos son son los verdaderos artífices de todo esto”, asegura.
Aunque siempre resultan insuficientes, esas personas no paran de aumentar en número. Un crecimiento que en gran medida se debe al trabajo que hacen los responsables de los santuarios en las redes sociales. Sólo un dato: Wings of Heart tiene casi 400.000 seguidores en Facebook. “Las redes sociales tienen una gran importancia”, cuenta Laura. “A través de ellas contamos nuestro día a día y las historias de los animales. Y a través de las redes mucha gente nos escribe diciendo que se ha hecho vegana o que ha decidido apoyar nuestra labor”.
Por ello, y a pesar de todas las dificultades, los responsables de los santuarios son optimistas de cara al futuro. “Cada día es más fácil vivir sin consumir productos de origen animal: el veganismo gana terreno a medida que se da visibilidad a cómo tratamos a los animales”, reflexiona Laura. Es por ello que está convencida de que cada vez serán más los que decidan cambiar explotación por respeto. Quizás así sean muchos más los animales que, como Fermín, nos vean como amigos a los que reclamar caricias y no como una amenaza de la que huir.
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