16 personas nos revelan lo más fuerte que han vivido en un taxi
Algunas historias son tiernas, otras salvajes y otras de terror, pero todas tienen en común que se desarrollan en torno a ese servicio urbano del que hemos hablado sin parar desde hace días
Antes se les paraba por la calle haciendo un gesto con la mano o directamente se les llamaba por teléfono. Ahora muchos se piden dando a un botón a través de una aplicación móvil. Sea cual sea la forma de llegar a ellos, los taxis forman parte de nuestra vida. Y esta semana, con la huelga de taxistas que hoy por fin ha llegado a una tregua, hemos hablado de ellos más que nunca.
Todos nos hemos subido en uno alguna vez y las anécdotas de lo que ocurre sobre esas cuatro ruedas alimentan las conversaciones más cotidianas. Dieciséis personas confiesan a ICON los momentos más surrealistas, raros, divertidos, emotivos o salvajes que han vivido, tanto en España como en el resto del mundo, montados en uno de estos vehículos.
El taxista que creía en las sirenas
En un taxi en Madrid por Carlos, periodista de 34 años: "Aquel trayecto en taxi comenzó con las habituales conversaciones sobre tópicos, lo mal que estaba el mundo y lo mucho que nos engañaban los gobiernos. 'Es como lo de las sirenas', dijo el taxista de repente, dando un giro definitivo a la conversación. '¿Las sirenas? ¿qué pasa con ellas?', pregunté, temeroso de escuchar lo que efectivamente contestó: 'Que existen'. Decidí dejarme caer al vacío diciéndole que por supuesto que existían, y él se lanzó a una disertación entusiasta sobre esqueletos de sirenas encontrados en playas, vídeos submarinos que había visto en YouTube y conspiraciones gubernamentales para impedirnos conocer las civilizaciones que viven en las profundidades abisales desde siempre. Nos despedimos amigablemente".
El taxista llama a mi puerta y yo con esta resaca
En un taxi en Barcelona por Javier, abogado de 37 años: "Eran las cinco de la mañana. Estaba un poco borracho y decido irme a casa. Cojo un taxi y, cuando estoy en pleno trayecto, me entran ganas de vomitar. Lo hago, pero discretamente. El taxista no se da cuenta y queda poco para llegar a mi casa así que me escabullo antes de que el olor me delate. Doce de la mañana del día siguiente y suena el timbre de mi casa. Y yo con esta resaca. Abro y es el taxista de anoche. 'Hola, te traigo la factura por la limpieza del tapizado del coche a causa de tu vómito. Son 80 euros. Me puedes pagar con tarjeta si quieres'. Me pareció tan sensato todo que incluso lo aboné con una media sonrisa".
Una recia amistad surgida del heavy
En un taxi en Sevilla por José, informático de 40 años: "Entro en el taxi y está sonando AC/DC a un buen volumen. 'Perdona, si quieres lo bajo', me dice el taxista. 'No te preocupes, si me encanta el heavy'. A partir de ahí empezamos a hablar de Judas Priest, Iron Maiden, Deep Purple, Scorpions, la revista Heavy Rock... El taxista, Sergio, me cae de lujo y nos intercambiamos los móviles. Eso fue hace dos años. Desde entonces quedamos para ir a conciertos heavies. El último, Metallica en Madrid. Y viajamos en su taxi, claro".
Le hice una apuesta al taxista y gané
En un taxi en Madrid por Irene, productora audiovisual de 27 años: "Una vez me subí a un taxi con una copa hasta arriba en la mano. El taxista me dijo que con eso no podía subir, que tenía que tirarla. Yo, que ya iba contentilla, le dije: 'Mira, si se me cae una sola gota te pago el doble de la carrera. Pero si no se me cae nada me sale gratis'. Se ve que le hizo gracia y me dejó subir con la copa de ron. Eso sí, se pasó todo el trayecto haciendo giros bruscos y dando algún frenazo para ver si se me caía algo. Al final conseguí llegar a mi destino sin derramar ni una gota. Antes de bajar le pregunté que cuánto le debía, a pesar de que había ganado la apuesta pensaba pagarle la carrera. Y me dijo que nada, que le había caído muy bien. Me fui tan campante aún con mi copa intacta a seguir con la fiesta en casa de unos amigos".
Mi pareja ha roto aguas
En un taxi en Sao Paulo por Azahara, directora de cine de 35 años: "Soy malagueña, pero vivo en São Paulo por trabajo. Llegaba tarde al trabajo y un cogí un taxi. El taxista era joven y muy majo. Entonces le llaman al móvil y empieza a gritar. Su mujer ha roto aguas. Le digo que me deje en cualquier sitio y que vaya al hospital. ¡Pero no quiere! "Yo soy un profesional", me dice. Así que me lleva a toda velocidad mientras me va contando, excitadísimo, que es su primer hijo y que está contentísimo. Me dejó en el trabajo, no me cobró y se fue rápidamente y gritando de contento. Me encantó".
Me estafó y, un año más tarde, cogí el mismo taxi
En un taxi en Madrid por Martín, productor de 40 años: "Una vez me estafó un taxista: me cobró de más al hacer el cálculo de la vuelta porque habíamos salido de la zona A. Yo llegaba tarde y me fui rápido, pero le dije que le iba a denunciar. Obviamente, no lo hice. Al cabo de un año cojo un taxi... ¡y era el mismo! Lo reconocí porque llevaba una especie de mecha en el retrovisor. Tampoco estaba seguro del todo, pero mientras estaba intentando recordarlo él mismo me preguntó si yo, hacía un tiempo, había ido a tal polígono. Le dije que sí y que me había estafado. Él paró el coche, sacó una libreta, me enseñó dos páginas de cuentas y entre sollozos me dijo que se había quedado hecho polvo, que había pasado días pensando en qué podía haber sucedido y que al hacer los cálculos se dio cuenta de que yo tenía razón, que él contó mal no sé qué. Y que estuvo muy angustiado esperando la denuncia. Le dije que no se preocupase, que no le había denunciado. Me devolvió el dinero que me había cobrado de más en la carrera anterior y me invitó a la segunda".
La mentira del arquitecto búlgaro
En un taxi en Londres por Clemente, estilista de 39 años: "Una vez me tocó un taxista tan pesado y parlanchín que le mentí diciendo que era arquitecto y que estaba en Londres de visita, pero vivía en Bulgaria. Para que me dejara tranquilo. Y resultó que él había nacido en Sofía y era arquitecto, pero de verdad. Me empezó a preguntar cosas técnicas sobre la profesión y sobre lugares en Bulgaria. Yo, con cara de Chicho Terremoto, me bajé del taxi después de que él me descubriera debido a mis respuestas completamente incoherentes, excusándome con: 'Perdóneme, es que estoy un poco loco'. Me dio el cambio sin mirarme a la cara y diciendo algo en búlgaro. Y aceleró como si estuviera en el Paris-Dakar".
Una historia de amor con bombones incluidos
En un taxi en Madrid por Lidia, consultora de 40 años: "Fue en diciembre de 2015. Venía yo de Bruselas y me subí en un taxi. El conductor, majísimo y joven, me dijo si quería elegir la música y fuimos hablando de grupos que nos gustaban, etc. Yo traía muchas cajas de bombones. Cuando llegué a mi casa me di cuenta de que me las había olvidado en su coche. 'Bueno, no pasa nada', pensé. Al cabo de una hora llamaron al telefonillo. Y era él, que llevaba un rato preguntando por la calle si alguien me conocía para devolverme los bombones. Casualmente se había encontrado con mi vecina, le había preguntado por una chica pelirroja y le abrió. Subió a la puerta de mi casa y me los devolvió con una tarjeta con su nombre, su teléfono y una carita sonriente dibujada. Yo le abrí ya en pijama y le regalé una caja de bombones. Publiqué en Facebook un texto contando su buena acción y decidí buscarle para agregarle. Cuando lo encontré descubrí que había estado relatando todo su viaje conmigo, diciendo que una pelirroja se había dejado unos bombones en su taxi y preguntándose si sería el destino. Leí como sus amigos le animaban a buscarme por si era yo el amor de su vida. Y él respondía que esperaba recibir, al menos, un beso a cambio de devolverme los bombones. Finalmente, publicó que no hubo beso, pero sí que le regalé chocolates. Yo nunca le dije nada, pero su historia estaba ahí y yo la leí enterita. ¡Viva Facebook!".
Me dejó tirada sin abrigo ni bolso
En un taxi en Madrid por Lorena, guionista de 29 años: "De vuelta a casa en un taxi después de una noche de fiesta empecé a encontrarme mal y pedí al taxista que parara porque necesitaba vomitar. Me dijo que sin problema y paró. Bajé del coche corriendo y mientras vomitaba lo más discretamente que pude en una acera el conductor aceleró y salió disparado. Me dejó tirada en mitad de la calle sin mi abrigo [era diciembre] y sin mi bolso, que estaban dentro del taxi. Como método para bajar la borrachera es perfecto: se me bajó la cogorza en cuestión de segundos".
Mira este vídeo de YouTube, que es muy divertido
En un taxi en Nueva York por Lorena, publicista de 31 años: "Me dirigía al aeropuerto LaGuardia de Nueva York cuando el taxista se empeñó, casi desde el primer momento, en enseñarme vídeos supuestamente divertidos de YouTube. Lo peor no era que a mí, que lo único que quería era echar una cabezada sin tener que interactuar con nadie, los vídeos no me hicieran ni pizca de gracia. Lo angustioso de la situación fue que el hombre pasaba más tiempo buscando los vídeos en su teléfono móvil y girándose para enseñármelos que mirando a la carretera. Después de un cuarto de hora viendo cada vez más cerca mi final, tuve que inventarme que mirar a la pantalla me mareaba para que me dejara en paz y se centrara en conducir por Nueva York, una ciudad que de por sí tiene un tráfico complicado".
El taxista soñoliento
En un taxi en Rusia por Germán, director de sucursal banco de 49 años: "Esta historia me ocurrió en Rusia hace un año más o menos. Era la última noche que pasábamos en Moscú mi mujer y yo. A las 4 de la mañana vino un taxi a recogernos al hotel para llevarnos al aeropuerto. El taxista era muy callado y tenía los ojos muy rasgados... Mi mujer se empezó a poner nerviosa diciendo que se le veía cansado y que le había visto varias veces cerrar los ojos a través del espejo retrovisor. Al final hasta yo acabé preocupándome y nos pasamos todo el trayecto mirándole fijamente. Si realmente no se echó una cabezadita, tuvo que sentirse muy incómodo el hombre".
En zapatillas de estar por casa
En un taxi en Madrid por Inma, estudiante de 23 años: "Era muy temprano y tuve que coger un taxi. Cuando me eché hacia adelante para pagar vi como el conductor llevaba puesta unas zapatillas de estar por casa. Se dio cuenta de que me había percatado y nos entró la risa. Me reconoció haberse dado cuenta hacía poco del despiste y que en cuanto me dejase iría a casa a por el calzado adecuado".
Pelea en Marruecos
En un taxi en Marruecos por Álvaro, periodista de 30 años: "Estábamos de viaje en Marruecos. Queríamos un taxi que nos llevara al aeropuerto para coger el vuelo de vuelta y nos acercamos a preguntar a una parada. De repente los taxistas empezaron a discutir entre ellos por quién nos había visto antes, como si fuesen a matarse. La cosa no iba de broma: gritaban y gesticulaban de forma agresiva. Mientras, el único miembro de nuestro grupo que hablaba (chapurreaba) francés les decía: “Messie, Messie, tranquile”. Ni caso: empezaron a volar los puños. Al final se pusieron de acuerdo no sé cómo y nos metieron a los seis en un Mercedes sin cinturones de seguridad. Nuestro conductor tenía la cara con unos rasguños después de la pelea, pero sonreía".
Un revólver en el asiento
En un taxi en Madrid por Lorenzo, profesor de 37 años: "Un taxista me contó que hacía tiempo uno de los clientes que había llevado en su taxi se dejó un revólver. Cuando se dio cuenta decidió entregarlo en comisaría. El hombre me contó indignado que después de eso tuvo que ir a fichar todos los días. Se lamentaba y decía que ser buen ciudadano solo trae marrones y que si lo llega a saber se hubiera quedado con el arma".
Un taxista nos salvó la vida (literal)
En un taxi en Madrid por Sergio, abogado de 31 años: "Un taxi me salvó, a mí y a varios amigos míos, la vida. Literalmente. Cuando teníamos 16 años huimos calle abajo de una banda que se disponía a robarnos y apalizarnos y un taxi libre que se percató de la escena frenó en seco para ayudarnos. Abrió la puerta de atrás y nos metió a todo correr dentro. Una vez a salvo en el interior del vehículo, con la adrenalina disparada, le agradecimos el gesto y quisimos invitarle a unas cañas. Invitación que en un alarde de responsabilidad no dudo en declinar".
"¿Y tú, qué tal te llevas con Jesucristo?"
En un taxi en Madrid por Guillermo, escritor de 43 años: "Las estampitas, los rosarios, escapularios e imágenes del Papa son hasta cierto punto frecuentes en los taxis madrileños, pero lo que me sucedió aquella noche fue más allá de todas mis expectativas. Estábamos charlando tranquilamente cuando el taxista me preguntó que qué tal me llevaba yo con Jesucristo. 'A mí me cambió la vida, me sacó del agujero', dijo. Y me contó cómo descubrir la religión le había hecho abandonar las drogas, rehacer su vida y ser mejor persona. Hablaba de forma entusiasta, atropellada. Finalmente, sacó de la guantera una hoja en la que había fotocopiado una suerte de fanzine cristiano escrito y dibujado a mano por él mismo, con oraciones y proclamas. Le di las gracias (el gesto me conmovió) y a día de hoy sigo guardando ese papel".
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