Soy 'Bigoter'
Hay otros especímenes con más pedigrí, más luces y más botín saqueado. Pero no tienen ese rostro ni esa gracia
De entre los corruptos presuntos, confesos y/o convictos que en España han sido desde que una tiene uso de Google, y son unos cuantos, confieso mi debilidad por Álvaro Pérez, El Bigotes, en la rama valenciana de la trama Gürtel. Fan fatal, me declaro. Pérez es ese tipo bajito, gordete y calvorota por dentro aunque gaste pelazo de la dehesa y tipín de chulo del chotis por fuera, que llega a los sitios, observa al paisanaje, calibra sus opciones de sacarle tajada al prójimo y obra en consecuencia sin más escrúpulos que los de su colon irritable, si lo tuviera o tuviese. Ese tío simpático como él solo con poco que perder y todo que trincar en la vida que se hace fuerte en barras y despachos a base de tocarle las palmas a los señoritos, jalear a las señoras, velar para que no falte de nada en ese corro y pedir otra de gambas, Manolo, que no se entere él de que esos culitos pasan hambre. Un admirador, un amigo, un siervo, un esclavo, que decía san José Luis López Vázquez. Un mercenario de su faltriquera que, si hace falta dar jabón al jefe, le enjabona hasta el orto y, si después hay que vender al enjabonado, lo envuelve para regalo, le pone personalmente la soga, digo el lazo, al cuello, y si te he visto, no me acuerdo.
Algún día, alguien hará un bestiario de corruptos ibéricos del cambio de milenio, y ahí El Bigotes tendrá hornacina de macho alfalfa. Hay otros especímenes con más pedigrí, más luces y más botín saqueado. Pero no tienen ese rostro ni esa gracia. Había que oír a mi ídolo cantarle al juez La Gürtelatta con todo lujo de miserias antes de pedirle volver al trullo cuanto antes porque se había levantado a las cinco a eme y tenía sueño, comprenda usted, señoría. Qué cuajo más grande, mi alma. Casi tanto como el del presidente Rajoy diciéndole al colega Alsina en la radio que lo de abordar la brecha salarial entre hombres y mujeres no toca. Lo dicho, Bigoter perdida, me confieso toda.
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