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Gracias, Trump

Las mujeres plantaron cara a la misoginia del presidente de EE UU y la han convertido en un trampolín para una lucha tan inevitable como imparable

La Marcha de las Mujeres en Denver (Estados Unidos) el 20 de enero de 2018.
La Marcha de las Mujeres en Denver (Estados Unidos) el 20 de enero de 2018.JASON CONNOLLY (AFP)
Isabel Valdés
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A veces, el viento en contra acaba por servir de impulso. Y del hartazgo y la indignación, de lo inadmisible y lo inconcebible, surge la fuerza del movimiento. Hace un año y un día, el 20 de enero de 2017, Donald Trump se instaló en la Casa Blanca, con sus proclamas incendiarias, su misoginia, su machismo, sus insultos, y una larga lista de acusaciones por acoso o agresión sexual. 24 horas después, más de medio millón de personas llenaron las mismas calles que acababan de verlo llegar como 45º presidente de Estados Unidos para clamar contra él. Era la Marcha de las Mujeres. La primera gran afrenta hacia el hombre que ha logrado quebrar e incendiar la sociedad norteamericana tuvo voz y rostro de mujer.

El dato global de asistencia de esa primera edición —con Washington como ciudad central pero con réplicas en decenas de ciudades de todos los continentes, 673, según las organizadoras—, acabó cifrándose en alrededor de 1,5 millones de personas. El multitudinario grito despertó después de aquel comentario infame de Trump que desveló en octubre de 2016 The Washington Post al publicar un vídeo de 2005 en el que presumía del poder de ser alguien muy conocido: "Cuando eres una estrella, te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea".

Y se amplió. El mundo no solo exigía que se entendiera que los derechos de las mujeres son derechos humanos, defendía la educación pública de calidad, un buen sistema sanitario, la paz, exigía la solidaridad con los inmigrantes y los refugiados, con el colectivo LGTBIQ, el freno al cambio climático y a la violencia policial. El clamor feminista fue paraguas de los dolores latentes de una sociedad que empezaba a atisbar lo que se le venía encima, un cisma sin precedentes generado por los vituperios, los desprecios, las mofas, las amenazas y las mentiras del presidente.

Parece no haberse desprendido del todo de algunas de las costumbres de sus anteriores ocupaciones, la de showman en un reality en la NBC y la de dueño de los concursos Miss Universo y Miss USA entre 1996 y 2015. Tal vez por eso la barbarie y la sarta de dislates que acumula. Primero, el aluvión de denuncias públicas por acoso o agresión sexual por hechos que van desde principios de los ochenta hasta 2013: Jessica Leeds, Ivana Trump, Kristin Anderson, Jill Hart, Jane Doe, Mariah Billado, Lisa Boyne, Cathy Heller, Karena Virginia, Temple Taggart McDowell, Bridget Sullivan, Tasha Dixon, Natasha Stoynoff, Ninni Laaksonen, Rachel Crooks, Jennifer Murphy, Mindy McGillivray, Cassandra Searles, Jessica Drake, Summer Zervos y Samantha Holvey. 

Después, la lista va creciendo: los vídeos que recuperó la CBS donde Trump hacía comentarios sobre niñas; los de la CNN en los que se escuchan conversaciones deleznables emitidas en el programa de radio de Howard Stern; las humillaciones a la ex Miss Universo Alicia Machado, a Kim Kardashian por su peso, a sus empleadas del club de golf de Palos Verdes (Los Ángeles), a Hillary Clinton por las infidelidades de su marido, a Brigitte Macron por su forma física; a su propia hija, Ivanka, cuando permitió que un periodista radiofónico la llamase "pedazo de culo" y de la que llegó a afirmar que, si no fuera su primogénita, tal vez saldría con ella; sus infidelidades, a veces públicas, como la relación que mantuvo con la actriz porno Stormy Daniels, y el posterior escándalo por el pago de 130.000 dólares que sus abogados hicieron para que Daniels callara; la mordaza global, que prohíbe dirigir fondos públicos de ayuda oficial al desarrollo hacia organizaciones no estadounidenses que ofrezcan a mujeres cualquier tipo de servicio relacionado con el aborto; la idea de que tener a hombres y mujeres trabajando juntos legitima las violaciones, de que las embarazadas son un problema en las empresas, o de que ellas son un peligro en el mundo laboral.

Las Marchas de las Mujeres en España

MADRID. A las 16.30 en la Plaza de Isabel II (Ópera). Pincha aquí para ir a la página del evento.

BARCELONA. A las 16.00 en la Plaza de la Virreina (Gracia). Pincha aquí para ir a la página del evento.

El párrafo podría seguir aumentando con los desatinos de un hombre que ha presumido de vez en cuando de denigrar y acosar a las mujeres, que las cosifica y cuestiona su inteligencia y su capacidad como profesionales, sean del ámbito que sean. Todo eso fue cociéndose en un país cuyo presidente desencaja la diplomacia y las mandíbulas de medio planeta cada día, en un clima de empacho de machismo (y homofobia, y racismo, y violencia) y cifras que avalan su existencia, innegable, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo: brecha salarial, violaciones, acoso laboral y callejero, maltrato, asesinatos por violencia de género, techos de cristal, publicidad sexista, ablaciones, matrimonio infantil...

Y si se puede gritar contra el presidente del país más poderoso del mundo, ¿por qué no contra otros tantos que ostentan poder en sus ámbitos? La veda contra las vejaciones se abrió. Llegó Harvey Weinstein. Después, escritores, periodistas, directores de cine, jueces, políticos, presentadores de televisión, fotógrafos. La lista es larga y no parece cerrada; la contabilidad de The New York Times alcanza ya los 51 hombres que han sido despedidos, han renunciado o han sido obligados a hacerlo tras ser acusados de diferentes conductas sexuales inapropiadas, desde comentarios hasta violaciones. El basta ya ha dejado de ser un lema en una manifestación, la voz de las denunciantes lo ha hecho tangible. Llegó el #MeToo, a pesar de las zancadillas y los contrarrestos. El diccionario estadounidense Merriam-Webster declaró feminismo como la palabra del año. La Manada, el Ni una menos, Mi primer acoso, Denuncia a tu cerdo, Mujeres boicotean Twitter. Cabeceras en todos los idiomas se posicionaron contra los atropellos. Se dice que 2017 fue el año de las mujeres.

Ahora el mundo está preparado para otro paso. Este fin de semana, decenas de ciudades en cada continente se movilizan en una segunda edición que tiene como lema global Mira hacia atrás, camina hacia delante, y en Estados Unidos, El poder hacia las urnas, con una agenda muy definida: la derrota de los republicanos en las elecciones legislativas de 2018.

El pasado año, Donald Trump provocó un seísmo que tuvo su primera gran sacudida aquel 21 de enero, con la primera Marcha, una de las manifestaciones más masivas de la historia de Estados Unidos. Ya nunca paró. Las mujeres se plantaron aquel día. Lo siguen haciendo. Y la marcha aumenta su velocidad y sus filas, imparable.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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