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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

España, ¿un país abierto?

Los microrracismos actuales son la versión políticamente correcta del racismo de siempre

Campaña 'Quién no es quién'.
Campaña 'Quién no es quién'. Red acoge

“España no es un país racista”, “aquí nos gustan los morenitos”, "en nuestros barrios hay un montón de gente de todos los colores", "los gitanos, poco a poco, van aprendiendo a vivir como nosotros". Estos son solo algunos de los comentarios que escuchamos en el día a día y sorprende observar cómo, quienes los emiten, nunca se considerarían racistas. Es otra variante del famoso “yo no soy racista, pero…”.

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Sin embargo, estos estereotipos que asociamos a las personas de otros orígenes nacionales, culturales o etnográficos los encierran en un patrón social preestablecido y no les permiten desarrollar plenamente sus libertades ni sus derechos, favoreciendo las condiciones para que se produzca la discriminación y la exclusión social. Los prejuicios están presentes en la sociedad española desde siempre y, aunque pareciera que la trayectoria migratoria del país ya debiera haber configurado una normalización del extranjero que eliminase los obstáculos a su inclusión, lo cierto es que simplemente hemos suprimido ciertas frases de nuestros discursos porque hemos decidido que son políticamente incorrectas y/o inaceptables. Pero no hemos eliminado los hechos. Los microrracismos, las discriminaciones y, cada vez más, el odio.

Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las sociedades actuales es la gestión de una realidad multicultural creciente que se suma a las distintas expresiones de la diversidad presentes en las comunidades en las que vivimos. Y aquí seguimos considerando la diversidad cultural como algo extraño y ajeno a nosotros. Así lo demuestra que miremos impasibles cómo familias enteras arriesgan sus vidas cruzando fronteras, o que justifiquemos las devoluciones en caliente porque “aquí no cabemos todos” o que no nos molesten los titulares de determinados medios de comunicación. Asumámoslo: quizá un poco racistas sí somos.

En España, prácticamente una de cada 10 personas tiene una nacionalidad diferente a la española, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Con la comunidad inmigrante convivimos y compartimos espacios públicos y privados cada día. Pero, a pesar de una aparente normalidad, ¿creemos, sinceramente, que nuestra sociedad es tolerante e inclusiva?

El estudio Los perfiles de la discriminación en España del CIS de 2014 indica que el 49,1 % de las personas extranjeras señalan haber sido víctima de discriminación a lo largo de su vida. En la encuesta Actitudes hacia la inmigración del CIS de 2015 encontramos que el 62 % de las personas preguntadas consideró que el número de inmigrantes que hay en España en la actualidad es elevado o excesivo. Asimismo, un 29,6 % consideró, en términos generales, la inmigración como negativa o muy negativa.

Este último año, en la Red Acoge se han detectado 125 casos de discriminación y/o delitos de odio. Además, el 90 % de las víctimas de discriminación no denuncia los hechos porque creen que no cambiaría nada.

Que te llamen “morenito” por ser negro, ser un “panchito” o un “sudaca” por tener orígenes latinoamericanos, que la policía te pida los papeles por tus rasgos árabes, o que se cuestione que seas abogada por ser de etnia gitana son, entre otros, algunos ejemplos de situaciones que les resultan muy familiares a las personas que soportan la discriminación como parte de su vida cotidiana. Son los llamados microrracismos, prejuicios y estereotipos que seguimos utilizando diariamente frente a las personas de otra procedencia, etnia o religión. Estos, que en ocasiones empleamos, bajo la forma de bromas o chascarrillos, aunque aparentemente parezcan inofensivos pueden constituir el primer paso hacia un acto de discriminación. Y todos y cada uno de nosotros deberíamos contribuir a erradicarlos. Empecemos haciendo examen de conciencia y analizando nuestra propia actitud. ¿Estamos llamando microrracismos a actos puramente racistas, con el fin de ser políticamente correctos?

Hay que poner freno a esta naturalización y normalización de la discriminación. Todos y todas, individualmente, podemos dar un paso al frente para evitar que ningún acto o delito de odio quede impune. Por ello, la campaña Quién No Es Quién, además de invitar a reflexionar, anima a combatir este problema social que afecta a miles de personas migrantes en nuestro país. A partir de ahora, tanto si somos víctimas, como si somos testigos de un hecho discriminatorio o delito de odio, podemos denunciarlo a través de la aplicación para móvil Alerta Discriminación. Toda la información que se recoja a través de esta herramienta libre y gratuita se utilizará para crear un registro de los hechos discriminatorios que permitirá fundamentar nuevas acciones. Además, las víctimas que lo soliciten dispondrán de un servicio de apoyo y asesoría legal. Frente a la discriminación, ¡no podemos callarnos!

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