Dos importantes accionistas presionan a Apple por la adicción de los menores al iPhone
Preocupados por los efectos nocivos de sus productos en niños y jóvenes, ven oportunidades de negocio en un tándem entre Apple y los padres
Dos importantes accionistas, Jana Partners LLC y las cajas de pensiones de los maestros californianos (Calstrs), de Apple -con 2 billones de dólares en la empresa- acaban de mandar una carta oficial al comité ejecutivo del gigante tecnológico en la que comparten su preocupación por las "consecuencias negativas no intencionadas" que pueden tener sus productos por la salud neurológica de sus usuarios más jóvenes. La carta presenta una muestra de estudios, de lo que los accionistas califican como un "creciente cuerpo de evidencia", que asocian el consumo de la tecnología con graves problemas, entre ellos la inatención, la falta de concentración en las tareas escolares, el aumento de los problemas emocionales y sociales (en jóvenes con uso de dispositivos personales en las aulas), la adicción, el suicidio, la depresión, la baja empatía, etc.
Los accionistas argumentan que "sería desafiar el sentido común intentar argumentar que el actual nivel de uso, por personas cuyo cerebro están aún en pleno desarrollo, no está teniendo por lo menos algún impacto". Y reconocen que ya no es un secreto que los medios sociales y las aplicaciones para las que el iPhone "actúa como intermediario" para el consumidor están diseñadas para ser lo más adictivas posible o para consumir tanto tiempo como sea posible.
¿Entonces que proponen los accionistas de Apple?
No proponen atrasar la edad de uso. Dicen que los padres han de asegurar "la cantidad y el tipo óptimo de acceso, dados los beneficios educativos que pueden brindar los móviles". No especifican cuáles son esos “beneficios educativos”, ni los estudios sobre los que se apoyan. Mientras la Asociación Canadiense de Pediatría habla de reducir el uso al mínimo en su recomendación de 2017 y concluye que "ningún estudio apoya la introducción de la tecnología en la infancia", parece ser que los accionistas de Apple hayan adoptado una estrategia más amable al futuro de sus negocios.
De hecho, afirman que "la estrategia de pedir a los padres que luchen solos es una estrategia de negocio de largo plazo mala e irrealista", que Apple tiene "la responsabilidad de ayudar a los padres para que el uso sea óptimo" e insta a los gestores de su patrimonio a ver en ello una oportunidad de nuevo modelo de negocio: "imagínese la buena voluntad que Apple podría generar con los padres, al hacer equipo con ellos y con la próxima generación de clientes ofreciendo a los padres más opciones para proteger su salud y bienestar".
Los accionistas proponen una alianza entre Apple y el mundo de la investigación, les anima a dar informaciones y pautas educativas a los padres para que estos tomen mejores decisiones y sugieren el lanzamiento de más productos Apple para los menores, como smartphones para niños o mejores herramientas de control parental.
Ahora que las estadísticas de uso y las evidencias sobre los efectos perjudiciales de las tecnologías entre los menores son aterradoras, parece ser que los accionistas estén empeñándose en hacer comprender al mundo entero que hay un antes y un después a esa carta: Apple va a cambiar y a partir de ahora será el mejor amigo de los padres, a los que ayudará a rescatar la atención pérdida de sus hijos porque los accionistas de Apple se han dado cuenta de que era una batalla perdida para los padres competir con un iPhone. Y si además pueden hacer coincidir esa obra de misericordia con una nueva oportunidad de negocio, pues el círculo está hecho.
Leyendo esa carta, uno no puede dejar de fijarse en el lenguaje cuidadosamente escogido por los accionistas de una empresa que podría verse implicada en un escándalo parecido al que se vieron envueltos los dirigentes -y perjudicados los accionistas- de las empresas de tabaco a lo largo de las últimas décadas. Empresas de tabaco que, sabiendo que sus productos hacían daño, seguían vendiéndolos dando la espalda a las evidencias. Mientras los accionistas hablan de la oportunidad de asumir responsabilidad social, usan un lenguaje a través del cual aluden toda responsabilidad legal. Especifican que "atender ese tema no supone un problema para Apple", dado que "se trata de un problema de software, no de hardware" y considerando que "el modelo de negocio de Apple no se basa en el fomento de un uso excesivo de nuestros productos". Precisan que la investigación, “aunque no es definitiva”, apunta a "consecuencias negativas no intencionadas" y hablan de "las potenciales consecuencias de largo plazo de las tecnologías" que "deben ser tomadas en cuenta desde el principio".
En 2006, la nota del editor de la revista de la Asociación Americana de Medicina titulada "Los medios, un tema de salud pública", firmada por el mayor experto en el efecto pantalla, Dimitri Christakis, pregunta: ¿Por qué algo ampliamente conocido como una influencia y un peligro potencial han dado lugar a tan poca acción efectiva? Sin lugar a dudas, ha habido una carencia de voluntad política para enfrentarse con el poderoso e influyente sector de los medios (...) El consumo de pantallas debe reconocerse como un tema importante de salud pública".
En el año 2010, Aric Sigman, psicólogo y neurofisiólogo, dirige una ponencia al Parlamento Europeo sobre las consecuencias del uso de los dispositivos tecnológicos y concluye diciendo, "no perdemos nada disminuyendo el tiempo de pantalla de los niños, pero corremos el riesgo de perder mucho dejándoles consumir pantallas como lo hacen actualmente. Si ignoramos el conjunto creciente de evidencias científicas que relacionan el tiempo de pantalla con una serie de implicaciones para la salud de los niños, podríamos, eventualmente, ser responsables del mayor escándalo sanitario de nuestros tiempos".
Unos años después, Manfred Spitzer, psiquiatra especializada en el efecto de las tecnologías y autor del superventas mundial Demencia Digital dice: "A la vista de todas las repercusiones negativas de los medios digitales en la mente y el cuerpo de los jóvenes, repercusiones demostradas múltiples veces por la ciencia, nos formamos la pregunta de por qué no se quejaba nadie o por qué, al menos no se indigna ni irrita nadie.
¿Por qué no sucede nada?"
Entonces, ¿por qué no sucede nunca nada? Sigman da una clave de lectura al Parlamento Europeo: "Tanto los médicos como los políticos quieren ser queridos por el público. Decir a los padres que las pantallas pueden dañar la salud de sus hijos, los convierte en portadores de malas noticias". Y añade que "es innecesario y contraproducente formar alianzas con esa industria para poder reducir el uso que los niños hacen de sus servicios. Hay un obvio y poderoso conflicto de intereses". Sigman añade que la mayoría de las investigaciones en el ámbito de las nuevas tecnologías las realizan expertos en comunicación - que no necesariamente contemplan el impacto educativo y neurológico de las pantallas en los niños-. "Los fondos para la investigación y los congresos están a menudo patrocinados por empresas del sector de las telecomunicaciones", añade, lo que los sitúa a todos ellos en pleno conflicto de intereses.
Después de décadas de investigación sobre el efecto pantalla, siguen sin cuajar las advertencias de los expertos que recomiendan el retraso en la edad de uso. Pedir a un niño que aún no tiene capacidad de inhibición que se autorregule ante el consumo de algo que está programado para la adicción no solo convierte a los padres en policías, sino que es fuente de frustración, porque es tarea imposible. Es como pedir a un niño que beba por una boca de incendio sin salpicarse. Por el contrario, siguen prosperando las fundaciones patrocinadas por empresas tecnológicas en búsqueda de clientes dispuestos a comprar el dogma de que "la tecnología en sí es neutra y todo depende del uso que se hace de ella", que "es el futuro, un tren que no podemos perdernos", "la educación será tecnológica o no será" y que cada tecnología nueva es fundamentalmente distinta a la que la precedía, jugando con la ventaja de que el rigor científico siempre irá contrarreloj de la obsolescencia tecnológica. Antes la creciente incredulidad de una cada vez más crítica masa de infieles tecnológicos, la carta es un intento de “adaptar” el dogma a los nuevos tiempos.
Entonces habrá que ver la segunda parte de la película que hoy empieza, con Apple invirtiendo millones de dólares en el patrocinio de investigaciones realizadas sobre sus productos, formando a los padres sobre lo que dicen esos estudios, dándoles pautas para educar a sus hijos en un uso temprano "responsable" y ampliando la oferta de sus productos, enfocándola para un público infantil y joven. Habrá que ver crecer como setas las fundaciones, los expertos y los ponentes que se especializarán en el negocio de aconsejar a los padres para que encuentren el utópico equilibrio entre optimizar el uso de la tecnología de sus hijos para gozar de unos beneficios educativos que siguen sin haber sido demostrados, y no tener que pagar el peaje humano que supone ese consumo. Quizás habrá que esperar otros 10 años para reconocer, si tenemos la suficiente sensibilidad, humanidad, coraje y humildad, que ese camino lleva a la trampa de la que nos advertía el gran MacLuhan: "la respuesta convencional según la cual lo que cuenta de verdad es "cómo" se usa la tecnología es la postura del idiota tecnológico".
*Catherine L’Ecuyer es autora de los superventas Educar en el asombro y Educar en la realidad. Su blog: www.catherinelecuyer.com
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