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Combatir las ‘fake news’ sin dañar la libertad de prensa

Los editoriales de la prensa francesa muestran escepticismo frente al proyecto de ley del presidente, Emmanuel Macron, para luchar contra la propagación de falsas informaciones

Carla Mascia
El presidente francés, Emmanuel Macron, pronuncia el discurso a la prensa, el pasado miércoles 3 de enero de 2018, en el Palacio del Eliseo, en París (Francia).
El presidente francés, Emmanuel Macron, pronuncia el discurso a la prensa, el pasado miércoles 3 de enero de 2018, en el Palacio del Eliseo, en París (Francia). LUDOVIC MARIN/POOL (EFE)

Mientras algunos dirigentes han convertido las fake news en la principal herramienta de su comunicación política, a la manera del presidente de EE UU, Donald Trump, otros, como el mandatario francés, Emmanuel Macron, buscan combatirlas. Pero ¿a qué precio? se pregunta la prensa francesa tras el anuncio del inquilino del Eliseo de someter al parlamento un proyecto de ley para acabar “con las mentiras inventadas para manchar” y “proteger la vida democrática” durante las campañas electorales. Más allá de que ya existe una la ley en el derecho francés para luchar contra las falsas noticias —una ley de 1881 sobre la libertad de prensa prevé sanciones que pueden alcanzar los 45.000 euros de multa—, caracterizar jurídicamente una falsa noticia sin dañar la expresión de opiniones divergentes, e in fine la libertad de prensa, es arriesgado, destacan los editoriales.

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La medida anunciada por Macron, el pasado 3 de enero durante su discurso a la prensa, menos de un mes después del lanzamiento del canal de televisión pro ruso Rusia Today en Francia, es para muchos observadores una advertencia dirigida al Kremlin. El presidente acusó a Rusia de haber difundido, durante la campaña electoral de 2016, a través de RT y de la agencia rusa Sputnik, “propaganda engañosa” para favorecer a su rival, la ultraderechista Marine Le Pen. De hecho, la prensa no pone en cuestión la necesidad de actuar frente a la desinformación. El debate es sobre el cómo. ¿Tiene el Estado legitimidad para decidir lo que es o no una falsa noticia? ¿Es la vía legislativa la más adecuada para luchar contra esa plaga o, como lo preconizan ciertos editoriales, mejorar el nivel de educación de los ciudadanos y garantizar la perennidad de un modelo económico que garantice la independencia de los medios es la verdadera clave?

“El jefe de Estado quiere ofrecer a la democracia francesa una ley sobre las fake news”, escribe Le Monde, con cierta ironía en su editorial. “¡Qué tema más bonito! ¿Qué hay más legítimo que querer combatir este fenómeno que, multiplicado por la potencia de Internet, pudre la vida democrática, aniquila la credibilidad de la información y abusa de la credulidad de los espíritus menos informados?”. El diario advierte que legislar para imponer una obligación de transparencia a las plataformas digitales “sobre algo tan complejo y fluctuante” como las nuevas tecnologías y sobre un tema “tan crucial como el de la libertad de prensa” es por esencia peligroso. Para Le Monde, combatir la desinformación tiene que pasar por la educación y la defensa de los modelos económicos de los medios de información.

“Macron y la tentación iliberal”, titula su editorial la radio pública France Inter. Según su editorialista, Thomas Legrand, defender el derecho a una información de calidad, dentro “de la masa de hechos inverificables, manipulados, disfrazados en periodismo” y que desposeen a la prensa de su papel central en el debate democrático es una obligación. Sin embargo, “la idea de una ley, y por lo tanto, de una intervención del Estado, será muy difícil de poner en marcha dada la complejidad de encontrar la manera de certificar una información sin restringir la pluralidad de opiniones”. La referencia de Macron al concepto poco conocido de “Estado iliberal” para designar, sin nombrarlos, a regímenes autoritarios como los de Rusia, Hungría o Polonia —que a pesar de haber sido elegidos democráticamente suprimen los derechos inherentes a la democracia entre dos elecciones— no termina de convencer al editorialista. “Sin libertad, ni pluralismo de la prensa, sin la posibilidad de certificación profesional de una información, el reino de las fake news y de las verdades alternativas nos haría tomar el camino de la democracia iliberal”, advierte.

El mismo escepticismo se puede leer en el artículo de opinión de Pierre Baylau de la revista de centro derecha Le Point. El periodista recalca que la propagación deliberada de falsas informaciones no solo proviene de la prensa o de Internet. “Recordemos al ex secretario de Estado, Colin Powell, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, empuñando las “pruebas indiscutibles” de la presencia de armas de destrucción masiva en Irak. O al ex primer ministro británico, Tony Blair, presentando en el Parlamento documentos que contenían falsas informaciones”, cita Beylau, convencido de que Macron se equivoca al creer que la “palabra oficial” exime a los responsables políticos. “En vez de atacar, como Don Quijote, a los molinos de viento, más valdría educar a los ciudadanos a discernir lo que es plausible de lo que es pura fantasía. Intervenir en la demanda más que en la oferta”, concluye.

“Sermón de Macron a los periodistas: el presidente quiere imponer distancia…salvo cuando están a sus pies”, titula Etienne Girard su columna en el semanal de izquierda Marianne. La columna de Girard se centra, sin embargo, en otro aspecto del discurso de Macron: su voluntad de distanciarse de la prensa y de la “información de pasillo” —crítica indirecta a su predecesor François Hollande, cuya proximidad con los periodistas generó polémica—. Para el periodista, el mandatario “no se aplica a sí mismo la rectitud que pide a los periodistas. Todo lo contrario. En repetidas ocasiones, el presidente utilizó sus relaciones con la prensa para su propio interés, favoreciendo una práctica complaciente del oficio periodístico”, explica Girard antes de enumerar una serie de hechos que demostrarían la influencia ejercida por Macron sobre algunos medios.

El diario católico La Croix, se pregunta en su editorial si es realmente necesario adoptar una nueva ley para luchar contra las fake news ya que la de 1881 dio hasta ahora resultados positivos. “Habrá que observar con mucha atención el modo en que se aplicará para evitar que pueda ser instrumentalizada por el poder. El debate será vivo”, pronostica el director de la publicación, Guillaume Goubert.

Por su parte, Christophe Barbier, director de la revista L’ Express, firma un editorial de apoyo al proyecto del presidente francés aunque considera que “jamás una ley hará que desaparezca el crimen”. Barbier considera que la medida es necesaria y aboga por no limitarla a las campañas electorales. “Está claro que Macron quiere hacer de esta ley una arma diplomática, en particular contra Rusia y sus medios malintencionados. Y la diplomacia no solo debe actuar en periodo electoral”.

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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.

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