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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Indulto para Fujimori

Perú experimenta otra grave sacudida con el decreto de amnistía firmado por Kuczynski

Pedro Pablo Kuczynski interviene ante el Congreso, en Lima.
Pedro Pablo Kuczynski interviene ante el Congreso, en Lima. MARIANA BAZO (REUTERS)

La complicada situación política que atraviesa Perú ha experimentado otra grave sacudida con el decreto de amnistía firmado por el actual presidente, Pedro Pablo Kuczynski, en favor del antiguo presidente y exdictador Alberto Fujimori (1990-2000). El amnistiado, de 79 años de edad, permanece en prisión desde hace 12 después de que un tribunal lo declarara culpable de delitos de lesa humanidad.

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La liberación de Fujimori, justificada por motivos humanitarios, ha dividido al país en un momento en que su estabilidad se ve afectada por el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, un gigantesco caso de corrupción cuyas consencuencias, en diversas fases jurídicas y políticas, se extienden por todo el continente americano.

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El propio Kuczynski —debido a los lazos de una empresa suya con Odebrecht que él aseguró desconocer— ha estado a punto de ser destituido hace unos días por el Parlamento, controlado por Keiko Fujimori, hija del expresidente indultado y líder de Fuerza Popular, una formación sin ideología cuya única aspiración es restablecer el sistema clientelista que imperó en Perú desde los años noventa. Fue precisamente la caída de ese sistema y el retorno de la democracia lo que permitió al país recuperar la estabilidad y alcanzar unos elevados niveles de prosperidad económica y seguridad jurídica.

El que los expresidentes Alan García, Alejandro Toledo y Ollanta Humala se encuentren acusados o investigados por corrupción habla de la urgente necesidad de regeneración para el futuro del país. Pero ese aire fresco jamás podrá llegar de la mano de una fuerza como la de Keiko Fujimori, que trata de dinamitar sistemáticamente las instituciones para presentarse como la única solución al caos. Desde que Kuczynski asumió la presidencia en julio, tras ser democráticamente elegido, Fuerza Popular ha utilizado su mayoría en el Parlamento para volver ingobernable Perú y tratar de destituir al jefe del Estado.

En este escenario, Kuczynski evitó la destitución gracias a 10 votos fujimoristas que además representaron lo inconcebible: una escisión en el populismo. El precio de evitar males mayores ha sido la liberación de un exmandatario enfermo que lo primero que ha hecho es pedir perdón. Kuczynski ha hecho una jugada arriesgada y discutible. Le queda la parte más importante: superar la crisis y gobernar.

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