La sangre catalana de Fátima
Se pone en boca de una joven con velo una afirmación que pertenece a prácticas racistas y que nos ha costado mucho, y mucha sangre, derrocar
“Mi nombre es Fátima, tengo 28 años y vivo en la ciudad de Reus. No tengo sangre catalana, pero Cataluña está en mi corazón. El 21 de diciembre es una oportunidad para la república.” Este es el mensaje del cartel con que amanecieron hace días alrededor de 15 barrios con población inmigrante en Cataluña. Y el mensaje lo vocaliza, en forma de bocadillo escrito en árabe, el dibujo de una joven con velo. Algunas consideraciones al respecto:
¿Qué es la sangre catalana? ¿A qué debe su privilegio de existencia? Tenemos que suponer que la sangre catalana también acepta ser integrante en los famosos grupos sanguíneos A, B, AB y 0, o más bien responde a otros criterios, digamos electorales en este caso. Por qué se pone en boca de una joven con velo, es decir, supuestamente musulmana, una afirmación que, a todas luces, pertenece a siglos anteriores y a prácticas racistas que han asolado la mitad del siglo XX y que nos ha costado mucho, y mucha sangre, derrocar. ¿Acaso el mensaje de la sangre cala mejor entre la población de origen inmigrante con derecho a voto? ¿Tan simples y primitivos se ve a estos ciudadanos que todavía hay necesidad de convencerles con discursos que rozan los límites de los valores democráticos? Si este es el futuro al que nos convoca la nueva república, nosotros no queremos estar ahí.
¿Por qué un velo? Si se intenta exponer la idea de una república como una oportunidad para un futuro mejor, ¿por qué se siguen reproduciendo los mismos estereotipos? Se pueden esgrimir varios argumentos a favor del cartel de Fátima, pero todos se dirigen al mismo destino: la uniformización. Y aquí la cuestión es bastante seria. Toda la pulsión nacionalista se fundamenta en ideas compactas, cerradas, únicas, dejando de lado las inmensas posibilidades que ofrece lo heterogéneo y lo complejo. Nos referimos a que la convivencia se nutre de la diversidad, y sin ella, todos pereceremos en islas separadas. La representación de la mujer musulmana también debería ser heterogénea. Instrumentalizarla electoralmente solo agudiza las ya conocidas dificultades que vivencia diariamente.
¿Tenemos que suponer que la sangre catalana también acepta ser integrante en los famosos grupos sanguíneos A, B, AB y 0, o más bien responde a otros criterios?
Si los responsables políticos de dicho cartel hubieran tenido en cuenta las reivindicaciones cotidianas de las personas migrantes, ya sabrían la diversidad que existe. Pero nos tememos que el cartel solo responde al desconocimiento de lo que estas personas llevan pidiendo décadas. Y nos preguntamos si estas demandas no se han atendido hasta ahora, por qué se debería suponer que se atenderán en una futura república.
La otra Fátima, nos referimos a Fátima Mernissi, dejó escrita una frase que parece estar dedicada a nuestra Fátima, la estereotipada. “El hecho de estar excluida del poder da a la mujer una increíble libertad de pensamiento, desgraciadamente acompañada de una insoportable fragilidad.” Deseamos ir avanzando en los verdaderos valores republicanos usando nuestra libertad de pensamiento y nuestras voces diversas y que dejen de recordarnos nuestra fragilidad, reduciéndonos a una imagen con bocadillo.
Zoubida Boughaba es mediadora social y escritora. Mohamed El Morabet es periodista y escritor.
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