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MIRADOR
Columna
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Oriol espera

Junqueras, desde su celda de Estremera, dibuja el futuro oasis catalán

Jorge M. Reverte
Un funcionario del Ayuntamiento de Terrassa prepara las urnas para las elecciones catalanas del 21D.
Un funcionario del Ayuntamiento de Terrassa prepara las urnas para las elecciones catalanas del 21D.Cristóbal Castro

Los sondeos ya lo auguraban, y los resultados lo certifican: Cataluña va a seguir viviendo en la inestabilidad, horrible palabra que define una situación también horrible.

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Inestabilidad interna, pero también de contexto, porque el embrollo catalán ha conseguido hacer que el todavía no llamado “oasis español” se convierta en un pudridero. Las aguas tranquilas en España amenazan con ser aguas estancadas si Cataluña no lo remedia.

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De entrada, y casi de salida, hay un efecto catalán que va a tener enormes repercusiones: el partido del Gobierno en España no pinta nada en Cataluña. Va a tener que arreglarse con otra fuerza política para que represente su actuación en el país.

El 155 no va a tener ya quien dé la cara por él, porque más allá del gran consenso obtenido en su aplicación hay un Gobierno, sustentado en un partido, el PP, que lo ha puesto en marcha y lo sostiene. Y después de las elecciones de este miércoles, ese partido es casi un partido “extranjero” en Cataluña, una organización que domina España pero no pinta casi nada en ese territorio repleto de republicanos. El sueño de Oriol Junqueras.

El hombre que reza solo en su celda, que medita en la prisión de Estremera, puede ver con serenidad pero también con fruición, cómo la Cataluña con la que sueña se acerca a la de verdad: sus rivales políticos en el lado indepe, los seguidores de Puigdemont y los chalados de la CUP, van enchiqueciéndose poco a poco, y los enemigos españoles se identifican cada vez más con la marca foránea y son, por tanto, más fáciles de batir. Ciudadanos es un partido fuerte, pero hereda la condición de extranjero que le cede el PP.

Y el PSC será de fácil digestión, se piensa en el entorno del monje, mientras continúe albergando en su alma la cercanía al catalanismo del extinto Maragall, autor del adeu a España.

En los sueños, carlistas aunque republicanos, del entorno del Oriol de Estremera ya pueden tomar forma los proyectos de una gran insurrección pacífica que agite las aguas sucias del oasis español: una gigantesca marea ciudadana portadora de lazos amarillos va a anegar Cataluña cuando sea necesario, y toda Europa va a temblar ante esta fuerza avasalladora que no tiene prisa. Después de Cataluña vendrán Padania y Baviera. La llamarán la rebelión de los ricos. ¿Y qué?

Puigdemont acabará siendo un don nadie de derechas en un rincón. Y esta vez no se cometerá el error de dejar libres a los violentos.

Junqueras, desde su celda de Estremera, dibuja el futuro oasis catalán.

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