_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El funeral

La paz social parece una misión en el filo de lo imposible hoy en Cataluña

Manuel Vicent
El parque de la Ciutadella de Barcelona, con lazos amarillos para reivindicar la libertad de los encarcelados por el proceso independentista.
El parque de la Ciutadella de Barcelona, con lazos amarillos para reivindicar la libertad de los encarcelados por el proceso independentista.Quique García (EFE)

Los que suelen ir a misa los domingos saben que durante la ceremonia llega el momento en que el cura desde el altar dice a los fieles: “Hermanos, daos la paz”. Los fieles se vuelven hacia sus vecinos de banco, a derecha e izquierda, y amagan una especie de abrazo o apretón de manos. Tener que abrazar a personas que no conoces de nada no deja de causar cierta incomodidad. De hecho, la mayoría sale del paso con una leve inclinación de cabeza acompañada con una mueca más o menos afectuosa. Pero en el caso de un funeral donde suelen asistir a la misa ciudadanos, que salvo por compromiso social, no pisan nunca una iglesia, ese gesto de darse la paz produce una violencia insuperable y más si, como pasa a veces, en el duelo participan juntos y revueltos herederos y desheredados, amigos y enemigos que en vida ha generado el difunto. No es extraño que alguien en plena misa aproveche el abrazo para arrancarle una oreja de un mordisco a un primo hermano. Algo semejante podría suceder en el sepelio de este magnífico cadáver en que se ha convertido el proceso soberanista de Cataluña, expuesto para unas honras fúnebres. Las elecciones autonómicas se presentan como la forma de llevar este fiambre a la sepultura, unos para que se pudra del todo, otros a la espera de que resucite al tercer día. El esfuerzo principal de un gran gobernante, independentista o no, debería consistir en restañar heridas, en pacificar y restablecer la convivencia entre familias, amigos y ciudadanos, pero la paz social parece una misión en el filo de lo imposible hoy en Cataluña. El político equilibrista, que en medio de los bandos enfrentados a cara de perro, diga: “Catalanes, daos la paz”, será tomado por un blandengue y desde el fondo de un iberismo irredento oirá la respuesta: “¡Por encima de mi cadáver!”. Y es que en este funeral las campanas doblan por todos nosotros.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_