¿Ha fracasado el populismo en Europa?
Los liderazgos personalistas, los registros hiperbólicos y los discursos postideológicos gozan de especial credibilidad ahora
Los partidos populistas europeos señalaron 2017 como el año en el que llegarían al poder para cambiar el rumbo de la política del continente. En la reunión "Freedom for Europe" celebrada en Alemania en enero, Geert Wilders, acompañado de Marine Le Pen, Matteo Salvini y Frauke Petry, proclamó exultante, “Yesterday a free America, today Koblenz, and tomorrow a new Europe”, convirtiendo la victoria de Trump en la aurora de una nueva era, también para Europa.
Ciertamente, a principios de año parecía que el viento de la historia soplaba a favor del populismo. Y dada la problemática relación de estos partidos con la democracia liberal permitía teorizar, incluso, sobre el advenimiento de una "contraola" democrática en Europa, siguiendo al politólogo Samuel Huntington. Pero a pesar de que algunos partidos populistas han conseguido unos resultados históricos, el balance general del ciclo electoral 2017 ha sido más bien discreto en comparación con las expectativas de cambio generadas. Hoy los líderes populistas han bajado el tono y revisan sus estrategias ante la resistencia mostrada por los sistemas de partidos europeos. De aquí que haya cobrado fuerza la tesis que señala el fracaso del populismo.
No obstante, cabe preguntarse si los datos electorales solo nos ofrecen una dimensión de la evolución del populismo en Europa. Pues si nos preguntamos, por ejemplo, por el impacto que el auge del populismo ha tenido sobre nuestra cultura política, entendida en un sentido amplio, quizás la tesis debería ser, al menos, matizada. La cuestión resulta interesante porque muchos líderes europeos han optado por enfrentarse al populismo jugando en su propio terreno, trabajando sobre los consensos forjados por los partidos populistas. Y si bien esta estrategia ha servido para neutralizar su avance electoral, al ponerla en práctica han otorgado carta de naturaleza a parte de su programa, lenguaje, estilo y discurso.
La pleamar del populismo en Europa no ha llevado a sus representantes al poder. Pero cabría preguntarse si no ha logrado condicionar efectivamente tanto la agenda política, como la forma misma de hacer política de los partidos tradicionales. Aún no sabemos si son características coyunturales o estructurales de nuestras democracias, pero lo cierto es que los liderazgos personalistas, los registros hiperbólicos y los discursos post ideológicos gozan de especial credibilidad. La idea en virtud de la cual democracia significa, exclusivamente, gobierno directo del pueblo tiene una amplia audiencia. La antipolítica, como actitud de recelo contra la clase política tradicional, se considera positiva. Los políticos que proyectan una sombra de sospecha contra todo órgano representativo, así sea el de su propio partido, se consideran más honestos. Los partidos parecen maquinarias burocráticas del pasado frente a los movimientos. La verdad se ha convertido en postverdad.
¿Ha fracasado, realmente, el populismo?
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