Igualdad
Celebro su éxito, porque su causa es justa, pero no envidio menos la rapidez con la que han visto satisfechas sus aspiraciones


Es duro reconocer que una no vale un comino. Es aún más duro comprobar que tantos años de protestas, de argumentos, de movilizaciones, tantas razones y la razón no sirven para nada. En pleno fervor patriótico de banderas balconeras, la igualdad salarial entre policías de diversos cuerpos ha acaparado los titulares de los medios de comunicación, concitando una unanimidad que ha legitimado al ministro Zoido para aceptar de inmediato las peticiones de los manifestantes. Celebro su éxito, porque su causa es justa, pero no envidio menos la rapidez con la que han visto satisfechas sus aspiraciones. Ellos se han manifestado una vez. Yo llevo tantos años manifestándome, que ni siquiera me acuerdo de todo lo que he escrito, dicho y gritado en mi vida sobre la igualdad salarial. Que todas las personas que trabajan en la misma empresa y realizan la misma tarea no cobren el mismo sueldo por su trabajo es una afrenta que desafía a la sociedad de derecho. Sin embargo, cuando las afectadas son mujeres, trabajadoras discriminadas por la exclusiva razón de su género respecto a sus compañeros varones, la igualdad, la equidad, la justicia y la legalidad importan el mismo comino que sus reivindicaciones. Tan poco, que ni un solo político español, y lo que es peor, ni una sola política española, han aprovechado el contexto de las protestas policiales para hacer la menor alusión a la desigualdad salarial más flagrante, antigua y significativa que existe en este país. Son cosas distintas, me dirán, pero no es cierto. La desigualdad salarial es una injusticia tan grave que no admite grados, ni categorías. Luego, el 8 de marzo, eso sí, todos y todas se harán muchas fotos con sus secretarias. Como el año anterior. Y como el año que viene.
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