El espíritu también tiene puntos negros
Nuestras rutinas de cuidados tienen mucho de psicoanálisis
En una ocasión, durante una entrevista a un joven modelo, le pregunté por la mayor enseñanza que había extraído de su meteórica carrera. Me esperaba una respuesta sobre el valor del trabajo, la importancia del esfuerzo y mantener los pies en la tierra, pero el chico se salió por peteneras. “Lo más importante que he aprendido es que hay que exfoliarse antes del afeitado para que no salgan granitos”. Touché.
Tengo la intuición de que el interés que los hombres sentimos por la exfoliación tiene algún tipo de componente psicológico. Aunque en teoría es un tratamiento ocasional que debe aplicarse con menos frecuencia que la limpieza diaria, consumimos en general más exfoliantes que limpiadores. Y por eso los fabricantes ofrecen cada vez más productos de uso diario.
Posiblemente tenga algo que ver con el efecto compruébelo usted mismo. Las partículas del exfoliante arañan suavemente la piel. Al igual que el crossfit, la dieta y los zapatos con suela de piel, exige sufrir (un poquito) para lograr un beneficio mayor. El hombre recién exfoliado es un hombre libre de sudor, suciedad y polución, por dentro y por fuera. El hombre se exfolia con más intensidad cuando está de resaca o se siente triste. Apuesto a que los armaritos del baño del pueblo de The leftovers están llenos de exfoliantes. En inglés, los pecados judeocristianos no se limpian; se lavan. Y un poro abierto es un poro que no tiene nada que esconder. Puede que los hombres no queramos maquillaje, pero los exfoliantes nos han enseñado que nos moríamos por desmaquillarnos. Concluida la lucha física contra las micropartículas, uno se siente más limpio y libre. Para que luego digan que la cosmética es frívola.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.