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CLAVES
Columna
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Culto al cargo

En el Pacífico agitan cañas. Aquí varas de alcaldes. Pero es la misma búsqueda de un poder fantasioso

Víctor Lapuente
Carles Puigdemont y 200 alcaldes independentistas en el acto celebrado en Bruselas para apoyar al cesado Govern.
Carles Puigdemont y 200 alcaldes independentistas en el acto celebrado en Bruselas para apoyar al cesado Govern.Stephanie Lecocq (EFE)

Cuando los habitantes de las islas de Melanesia —o de otros territorios remotos— entraron en contacto con la civilización occidental, desarrollaron una curiosa creencia. Imaginaron que sus ancestros habían gozado de las ropas, armas y artilugios prodigiosos de los blancos. Y los espíritus de los antecesores volverían para devolvérselos a sus legítimos herederos si éstos eran capaces de llevar a cabo sacrificios extremos. Ilusionadas por esta fe, muchas comunidades quemaron sus cosechas, mataron sus reses y se entregaron a ritos variopintos, como desfilar con cañas a modo de los fusiles de los soldados.

El autocastigo ceremonial de un pueblo para retornar a un supuesto paraíso pretérito es conocido como el “culto del cargamento”. Porque estaba inducido por las riquezas que cargaban los barcos occidentales. Los antropólogos explican esta inmolación aparentemente descabellada como una forma que tienen los pueblos de gestionar un repentino sentimiento de inferioridad.

El concepto de culto del cargamento ha sido rescatado por algunos analistas para entender la victoria de Trump y del Brexit. Pero la podemos aplicar también al auge del independentismo catalán. En los tres casos, han surgido predicadores oportunistas que han sabido capitalizar una sensación de decadencia relativa en sus sociedades. Han vendido exitosamente la idea de que su tribu está perdiendo en comparación con otras: la América blanca frente a China y los inmigrantes, la imperial Bretaña frente a Europa, o Cataluña frente a Madrid.

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Las tres religiones del cargamento exigen a sus ciudadanos que sacrifiquen su bienestar económico a corto plazo. Los seguidores del culto en EE UU, Reino Unido y Cataluña son conscientes de que levantar muros y romper lazos comerciales con China, México o la UE perjudica su prosperidad a día de hoy. Pero vale la pena. A cambio, los líderes del movimiento les han prometido que su pueblo, objetivamente superior a los demás, recuperará la grandeza que le ha sido injustamente arrebatada.

En el Pacífico agitan cañas. Aquí varas de alcaldes. Pero es la misma búsqueda de un poder fantasioso. @VictorLapuente

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