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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No molesten con la verdad que se quema la cebolla

'El Bigotes' abronca a los diputados que le interrogaban porque tuvo que interrumpir un curso de cocina

Jorge Marirrodriga
Pérez, en la pantalla a la izquireda, aguarda a que los diputados valencianos acaben para volver a los fogones.
Pérez, en la pantalla a la izquireda, aguarda a que los diputados valencianos acaben para volver a los fogones. Monica Torres

Hay dos cosas que nunca se repetirán lo suficiente: las formas son importantes y la realidad siempre supera a la ficción. Además de lo visto en la vorágine catalana, una de las cosas más surrealistas sucedidas esta semana ha sido la declaración —o mejor dicho la no declaración— de Álvaro Pérez ante la comisión de investigación de las Cortes Valencianas que estudia el caso Gürtel. Desde una pantalla de plasma, y con evidente gesto de fastidio, el señor Pérez, alias el Bigotes, pidió a los diputados encargados de analizar el cobro de 1.000 millones de euros —166.000 millones de las antiguas pesetas— de dinero público por parte de la empresa que dirigía que se dieran prisa en terminar. ¿La explicación? “Estaba en un curso de cocina, estábamos pochando y me he perdido el trabajo y luego me hacen exámenes”.

Vayamos con las formas. El respeto de los demás se gana en primer lugar con el respeto por uno mismo, ya sea este uno mismo una persona o una institución. En las comisiones parlamentarias de España llama la atención la posición de privilegio que tienen las personas que son convocadas a declarar. En el Parlamento, por ejemplo, es habitual ver al declarante sentado junto a la presidencia de la comisión, situada al menos medio metro por encima de los diputados. El compareciente siempre mira desde arriba a quienes le preguntan. En el caso de El Bigotes, éste declaró por videoconferencia a través de un televisor situado en una pared por encima de la cabeza de los diputados. Estos tenían que mirar de lado y hacia arriba. Las imágenes del momento dan la impresión de que los señores legisladores estaban viendo un capítulo de Camara Café en vez de un importante testimonio.

No sucede lo mismo por ejemplo en Estados Unidos. En las comisiones de la Cámara de Representantes y del Senado el compareciente —sea quien sea— se sienta un metro por debajo de congresistas y senadores y estos le rodean. Allí las formas demuestran que el pueblo, personificado por sus representantes, está por encima del declarante. En cambio, aquí la disposición transmite que el cuerpo legislativo puede ser toreado con más o menos gracia. A menudo con ninguna.

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Pero hay que reconocer que Pérez tuvo la suya y aquí entra la realidad superando a la ficción. La trama Gürtel es uno de los casos de corrupción más grandes de las últimas décadas. Sentado junto a su abogado, Pérez tenía una baraja de posibilidades en sus respuestas o en lo que dijera para no responder. A lo largo de la historia se han pronunciado grandes frases y se han tenido brillantes gestos ante los tribunales de justicia o los parlamentos. Pero la reacción de El Bigotes es un reflejo preciso de cómo están las cosas. Aquello no iba de Catilina y Cicerón sino de Abbot y Costelo. Oigan, no me molesten con averiguar la verdad ¿no ven que estoy cocinando? Solo le faltó añadir su famoso “te quiero un huevo” para redondear la faena.

La buena noticia es que la cárcel está cumpliendo su función. Un tipo que considera que lo más importante es pochar la cebolla ya ha dado el primer paso.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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