Kate Winslet, antes actriz y madre que estrella de Hollywood

Kate Winslet no tiene pelos en la lengua. “Siempre digo la verdad. Como les inculco a mis hijos, es lo más fácil de recordar”, contaba a EL PAÍS el pasado domingo en un hotel de Nueva York una de las actrices más buscadas de su generación. “También soy honesta conmigo misma. Soy yo. Así no hay lugar a equivocaciones”, añadía la intérprete de 42 años.

La declaración de principios acompaña su furia a la hora de hablar de la inescapable conversación que domina Hollywood desde hace dos semanas: el escándalo entorno al productor Harvey Weinstein y lo que se siente como una industria plagada de abusos sexuales. Ahí no tiene nada que confesar. “Me siento afortunada porque comencé esta carrera con 17 años”, cuenta quien a los 22 ya estaba en el centro de ese huracán por Titanic. Ella nunca se sintió víctima de abusos, pero lo que está sucediendo no la pilla por sorpresa. “Como hablaba el otro día con Emma Thompson, no vivimos esas situaciones pero no nos sorprende dado el comportamiento horrendo y bully de Harvey”, indica quien ganó su único Oscar a mejor actriz por una de sus producciones, El lector (2009). Cuando recogió la estatuilla, Winslet no le mencionó entre una lista en la que pronunció el nombre de 19 personas. Ahora no hay quien la calle: “Dios sabe que si me hubiera tocado me habría quitado el zapato y se lo habría incrustado”, dice llevada por la furia. “Pero ya he dicho bastante”, se frena.

Prefiere hablar de otras cosas y disfrutar del momento que vive. En la habitación, junto a ella, callado pero sonriente, está su tercer marido, Ned Rocknroll, sobrino del millonario Richard Branson y a su lado desde 2013. Con un toque de melodrama, las lágrimas se le escapan a la intérprete mientras se abanica exageradamente para contenerlas. “El hombre que me ha encumbrado. La roca de nuestra tribu. Mi otra mitad. Nunca antes dije eso. Pero no puedo decir más sin derretirme”, desvela a la vez que intenta componerse. La tribu que menciona es la que forma con sus tres hijos, Mia, de 16 años; Joe, de 13, y Bear, de tres, fruto de sus matrimonios con Jim Threapleton (1998-2001), Sam Mendes (2003-2011) y Rocknroll, respectivamente.

Junto a ellos no es la Winslet siete veces nominada al Oscar y con cuatro Globos de Oro en su poder, sino la Kate madre coraje que viaja con su prole desde las cimas nevadas de La montaña entre nosostros a los mundos imaginarios de los próximos Avatar de los que formará parte, pasando por la soleada Conney Island de su última película junto a Woody Allen, Wonder Wheel. “A las ocho estoy en casa para meter en la cama al pequeñín y dormir hasta las cinco de la mañana para volver al rodaje. Eso es lo que muchos desconocen de la no tan glamurosa vida de las estrellas”, se ríe con ganas.

Es uno de los mitos que le gusta destruir, el pedestal de las estrellas. El otro que se quiere quitar se lo puso la industria. “Se empeñan en que soy una actriz de método clásica. Y nada más lejos. Será el acento”, lo imposta sonando terriblemente británica. Winslet aún recuerda cómo se quedó de pasmada en su primera gala de premios al ver de cerca a Jodie Foster, su ídolo. “Ahora me pasa con actrices más jóvenes, que se me acercan y mi único deseo es que me traten como a una igual”, asegura. Habla de lo que considera “una comunidad” de actores. Su otra tribu. Pero en esta, el rey es Leonardo DiCaprio, amigos desde que ambos surcaron la fama con Titanic. Están siempre en contacto, intercambiando emoticones desde el frío de La montaña entre nosotros para comparar experiencias con el protagonista, al fin oscarizado, de El renacido. De ahí los constantes rumores. “Hay muchas cosas de Leo que nadie sabe y que no pienso contar. Solo decir que es la persona más leal que existe. Oro puro. Un verdadero amigo”, resume con sonrisa de felicidad.

Da igual el dramatismo en el que suelen vivir todos sus personajes, a su lado queda claro que Winslet no es ninguno de ellos. “Tampoco soy la mujer perfecta. Es cierto que cuando hago algo no dejo piedra por remover. Pero a eso le llamo pasión, no perfección”, resume de su vida como actriz, madre y, sobre todo, mujer.