Jamás una banda de rock fue tan buena y tuvo tanta mala suerte
La desdichada historia de Badfinger excede todos los infortunios imaginables
Cuando a Paul McCartney le preguntan por Badfinger, su eterna expresión optimista se transforma en un mohín de tristeza. Y dice: “Oh, Badfinger. Su historia es una tragedia de Shakespeare”. Efectivamente, el beatle, que fue el primer valedor del grupo, tiene razón. La historia del rock tiene un hueco para Badfinger. Ahora hay que averiguar cuánta oscuridad es capaz de contener ese hueco. El grupo galés fue un diamante que cayó en un cubo de porquería. Grabaron canciones sublimes y vendieron mucho, pero apenas les llegó un dinero que se quedó en el camino en manos de intermediarios mafiosos. Sus dos líderes, desesperados y arruinados, acabaron sofocando su tristeza colocándose una soga al cuello. Primero uno, Peter Ham, con 27 años; luego el otro, Tom Evans, con 36 años. Esta es su desdichada historia.
Sí, Badfinger es una banda de los años setenta. Pero prueben a pincharla ahora, en 2017: sus preciosistas composiciones ejercen una labor purificadora con YouTube y Spotify escupiendo reggaeton machote y electrónica plastificada. La vigencia de la música de Badfinger es tan poderosa que el creador de Breaking bad, Vince Gilligan, decidió cerrar la última escena de toda la serie, esa que esperaban millones de seguidores, con una canción de los galeses, la sensacional Baby blue.
Todo en Badfinger tiene un envoltorio de tragedia que va más allá del rockero depresivo y saturado de drogas. Su historia tiene un componente que excede al musical: para mucha gente que lo vivió, perder a Badfinger fue como perder la inocencia. La banda giraba en torno a Pete Ham, un tipo de media melena castaña nacido en Swansea (Gales) en 1947 y con una notable sensibilidad para componer bellas canciones pop, al estilo de los Beatles más sofisticados. “Lo hizo solo, con 19 años, en una habitación de Swansea. Acompañado de una guitarra compuso todas esas obras maestras. Nadie en el pop creó algo tan bueno tan joven”. El que habla es Dan Matovina, biógrafo del grupo, autor de Without you: the tragic story of Badfinger.
Cuando Matovina habla de “algo tan bueno” se refiere a las canciones del primer disco de Badfinger, Magic christian music (1970), esas que enamoraron tanto a Paul McCartney que les fichó para el sello discográfico de los Beatles, Apple Records. De hecho, fue el primer lanzamiento de la compañía creada por los cuatro de Liverpool. McCartney confiaba a ciegas en el grupo; incluso les prestó un tema rompedor, Come and get it, el primer éxito de los galeses.
Había más beatles seducidos por Badfinger, como George Harrison. Sobre todo por el talento de Pete Ham, al que le ofrece (y acepta) acompañarle en el legendario concierto de por Bangladesh en el Madison Square Garden neoyorquino. Y John Lennon, que les pide que colaboren en su disco Imagine. Todo parecen buenas noticias para Badfinger, salvo por una cuestión crucial: el dinero no llega. Su primer mánager, Bill Collins, cedió a la presión de Stan Polly, un oscuro hombre de negocios americano que despreciaba la música, y le encargó las finanzas del grupo. Había nacido la bestia negra del grupo: Stan Polly, un estafador con una pila de demandas en su buzón de correos. Luego se descubriría que tenía relaciones con el crimen organizado.
Una de las primeras decisiones de Polly fue romper con el sello de los Beatles, Apple, y pasar a formar parte de Warner. Eso propició la firma de un nuevo contrato donde Polly era el máximo beneficiario. Mientras, Pete Ham componía con el otro líder del grupo, Tom Evans, canciones de rock que podían formar parte de la mejor cosecha de Lennon y McCartney. Discos como No dice (1970), Straight up (1971) o Ass (1973). Y canciones como Without you, de la que McCartney dijo: “Probablemente sea la mejor canción de todos los tiempos”. Ese tema, en versión de Harry Nilsson, ocupó los primeros puestos de las listas de ventas durante varias semanas. Esta situación tenía que haber hecho millonarios a Badfinger. Pero no: el dinero se quedaba en la cuenta del viscoso Polly.
Wish you were here (1974) es el último disco de Badfinger en el que participa Pete Ham. Otro gran disco que, como todo en esta historia, trae veneno dentro. La discográfica Warner, harta de las trampas de Polly, demanda al mánager y al grupo, que no da crédito. Además de no tener dinero la demanda de Warner les podría arrebatar hasta sus casas. La noche del 23 de abril, un desesperado Pete Ham acude a buscar a Tom Evans. Se van a tomar unas copas y entre los vapores etílicos maldicen su suerte. Cuando se despiden, Ham le dice a su compañero: “No te preocupes. Tengo un plan. Sé lo que hacer. Adiós”.
No se vieron más. Pete Ham fue encontrado la mañana del 24 de abril de 1975 ahorcado en una de las habitaciones de su casa. Tenía 27 años (¡la edad maldita!) y su novia, Anne Herriot, estaba embarazada de ocho meses del primer hijo de la pareja. No fue suficiente motivación para evitar la soga. Ham dejó una escueta nota donde apuntaba al responsable de su decisión:
“Te quiero, Anne. Y también a nuestra futura hija, Blair. Pero no me permitieron amar y confiar en la gente. Así está mejor. Pete.
Pd: Stan Polley es un bastardo sin alma. Lo llevaré conmigo”.
La noticia del suicidio de Ham hundió a su amigo y compañero Tom Evans. “Cuando Pete murió, Tom entró en una gran depresión. Se había suicidado su gran amigo. Dejó de hablar con la gente. Se aisló. Se sentía solo y perdido”, dice Marianne Evans, esposa de Tom, en un documental de la BBC. El grupo siguió adelante sin Pete, con el liderazgo de Tom Evans y, en menor medida, del bajista Joey Molland. Fichan a dos nuevos músicos. Uno de ellos es Joe Tansin, que enseguida ve que algo no marcha bien: “Tom estaba siempre muy triste, sin duda por la muerte de Pete. Y, además, había mucha droga y alcohol. Eso se convirtió en algo más importante que la música”.
Aún así, esta nueva formación edita dos discos con momentos notables; el último, Say no more, en 1981. Pero las tensiones entre los músicos provocaron que se partiera en dos. El descontrol fue tal que durante unos meses estuvieron de gira dos Badfinger: el de Evans y el de Molland. Fue cuando el teléfono sonó para dar una nueva mala noticia a la parte más débil del grupo, Tom Evans: un promotor de Milwaukee le reclamaba judicialmente cinco millones de dólares por un incumplimiento de contrato que Evans desconocía y que tenía que ver con las trampas de Polly. Fue un nuevo clavo en la tumba de Evans. Habla su pareja, Marianne: “Tom no dormía. Se levantaba a las tres de la mañana. Yo le veía allí, cabizbajo. Él repetía: ‘Qué vamos a hacer. Lo vamos a perder todo”. Tenían un niño de seis años.
Un 19 de noviembre de 1983 y tras una fuerte discusión con Joey Molland sobre el dinero de los derechos de autor de Without you, Stephem, el hijo de Tom, encuentra a su padre ahorcado en una de las habitaciones de la casa. Tenía 36 años y habían pasado ocho desde el suicidio de su amigo Pete Ham.
Stan Polley vivió los años ochenta y los noventa acorralado por las irregularidades de sus negocios (tanto musicales como de otras áreas), pero siempre logró sortear la cárcel. Murió en California en 2009, con 86 años.
Joey Molland, el único miembro vivo de la formación clásica de Badfinger, sigue tocando en locales las canciones del grupo. Cumplió 70 años en 2017. Muchas veces se presenta como Joey Molland’s Badfinger. El núcleo duro de los seguidores del grupo le critica por apropiarse del nombre de una banda cuyas mejores composiciones firman Pete Ham y Tom Evans. Él se defiende: “No tienen ni idea de por lo que he pasado. Intento tocar sus canciones lo mejor que puedo y mantenerlas vivas. Algunas veces hago algo de dinero; otras no”.
Un controvertido capítulo más en la historia de la mejor banda de la historia con la peor mala suerte.
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