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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Las mejores ciudades

Las mejores ciudades del mundo

Reflexionamos sobre las principales clasificaciones de ciudades del mundo y sus consecuencias

Imágenes de Innere Stadt (Primer Distrito) en Vienna, Austria
Imágenes de Innere Stadt (Primer Distrito) en Vienna, AustriaSandor Somkuti (Flickr - Creative Commons)
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Estamos acostumbrados a las clasificaciones. Las necesitamos. Ver nuestra ciudad en la lista de los Top Ten, compararse con la ciudad rival, con la ciudad vecina. Los gobiernos municipales priorizan políticas públicas en función de dichos rangos. Escalar o descender a través de ellos permite acreditar la gestión pública, ganar reconocimiento internacional. Mediáticamente también funcionan. Las 10 ciudades más contaminadas. Las mejores urbes para bicicletas. Clasificaciones para ciudades con más espacios verdes, con más espacio para niños, las mejores para caminar, para abrir una empresa, las que tienen el mejor café.

La cuestión es hacer listados. Comparar. Ser la ciudad numero uno en algo. De nada parece servir desarrollar buenas políticas públicas y responder a las necesidades de tus ciudadanos si en algún lugar no pone que eres mejor que el resto. Para ello hay clasificaciones comparativas para todos los gustos que parecen responder a todos los intereses.

Entre las clasificaciones de ciudades más consultadas están las que definen las ciudades más habitables cuantificando su calidad de vida. Por ejemplo, el Global Liveability Ranking (GLR), desarrollado por el Economist Intelligence Unit (EIU) de la revista The Economist; o el publicado a través de la revista Monocle, que desde 2007 ya ha publicado 11 ediciones comparativas de la calidad de vida entre ciudades.

Aunque quizás la iniciativa de mayor aceptación ha sido la desarrollada por Mercer, la mayor consultora de recursos humanos en el mundo. Mercer evalúa más de 450 ciudades a través de 10 categorías relacionadas con el entorno político y social, el entorno económico, el ambiente sociocultural y aspectos como el acceso a salud, a modelos de educación, servicios públicos, vivienda y/o modelos de transporte, entre otros.

Comparando los rangos de estas tres iniciativas, constatamos que ciertas ciudades están siempre en la cúspide de la calidad de vida. Como era de esperar, varias europeas lideradas por Viena (Múnich, Copenhague, Frankfurt), algunas australianas (como Oakland, Melbourne y Sidney) y otras canadienses (Vancouver y Toronto).

Por otro lado, existen discrepancias notorias. Ciudades como Barcelona, por ejemplo, puntúa entre las 20 mejores ciudades para vivir según Monocle (número 17), pero solamente llega al número 48 con Mercer. Otro caso es Berlín, que es la número 3 para Monocle; la 20 con GLR y la 17 con Mercer.

Si no extraña que las ciudades de Estados Unidos no estén en los principales rangos (la que más puntúa es San Francisco que en la clasificación de Mercer aparece como la número 28), sorprende la puntuación alta que recibe siempre Viena: ha sido el primer rango de Mercer durante los últimos ocho años y suele ser la número dos en el GLR y en Monocle.

¿Y qué tiene Viena que la convierta en la ciudad líder de las clasificaciones? Algunos factores, efectivamente, parecen justificarlo. Por ejemplo, su sistema de transporte: el público (U-Bahn) está disponible las 24 horas y dispone de muchas facilidades para ir en bicicleta. Tiene altos índices de calidad atmosférica, buena calidad de agua potable y con respecto a la accesibilidad a la vivienda, el 60% de su población reside en "apartamentos subvencionados". En el plano económico, dispone de uno de los mayores índices de Producto Interno Bruto (PIB) per cápita y de hecho, desde la caída del muro de Berlín, se convirtió en el principal centro de las empresas que quieren hacer negocios en Europa central.

Aunque, ¿es realmente Viena la mejor ciudad del mundo con respecto a la calidad de vida? Esta pregunta nos debería hacer reflexionar de manera más profunda sobre el papel que juegan los rangos y valorar si son realmente eficientes a la hora de mejorar la gestión de las ciudades.

Un problema principal es el enfoque generalista que tienen. Las clasificaciones agregan agrupaciones de indicadores que suelen ser generalistas, que marcan una tendencia, pero no reflejan el contexto ni la problemática real a la que se enfrenta cada ciudad en particular. Además, a nivel metodológico, no se detalla en grado satisfactorio la elección de los indicadores de cada categoría o su ponderación y genera dudas en cuanto a su representatividad y pertinencia.

Otro aspecto crítico es que cuantifican variables del estado de las ciudades homogéneas, sin considerar las diferencias culturales, la coyuntura social particular de cada una y lo que es más importante, sin considerar las preferencias de su propia ciudadanía.

Por otro lado, las clasificaciones suelen plantear una cultura de ganadores y perdedores, que son excesivamente aclamados por los primeros e ignorados por los segundos. Como los resultados llevan a interpretaciones parciales, la atención pública se centra principalmente en la clasificación final en lugar de analizar fortalezas y debilidades específicas, y perpetúan los estereotipos y clichés existentes que arrastran las ciudades.

Un último aspecto afecta a la propia definición de como se concibe la calidad de vida urbana. Las ciudades que más puntúan suelen ser todas occidentales, ordenadas, con demografía estancada y fertilidad baja. Ello es atractivo para que directivos y profesionales escojan a qué ciudad trasladarse (que son de hecho los principales clientes objetivo de las organizaciones que promueven estos ránkings).

Pero, ¿son los mejores estándares para definir la mejor ciudad del mundo? Ninguno de los ránkings considera aspectos como la diversidad cultural, el dinamismo social, la resiliencia o los procesos de participación ciudadana. Todos estos aspectos no solo han sido fundamentales en la formación y gestión de las grandes ciudades de la historia, sino que son imprescindibles también para que los espacios urbanos sean una fuente constante de reinvención y generación de oportunidades.

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