A vueltas con Cataluña
Se quejaba Borrell el domingo en Barcelona del silencio durante mucho tiempo de la mayor parte del empresariado catalán ante la deriva independentista de la Generalitat. Yo añado que aún ha sido más perjudicial la actuación equidistante, cuando no de comprensión, de influyentes medios de comunicación y de muchos políticos que han transmitido la idea de que en ese tema todo, o casi todo, era negociable. Ante esta situación es digna de reconocimiento la actuación de EL PAÍS defendiendo de forma clara, sistemática e inequívoca la Constitución. Especialmente esclarecedor es el editorial del pasado día 5 titulado Diálogo y negociación. Salvo que uno sea un ignorante en la materia, o le muevan la visceralidad, el sectarismo o la mala fe, es difícil no comulgar con él. Deberían tomar buena nota no solo los políticos sino también los creadores de opinión. Si de verdad se quiere encauzar un tema tan serio tienen en ese texto una guía bien clara y precisa para hacerlo.— Jesús Marín Martínez. Barcelona.
Soy estudiante en un colegio de Madrid. Me encuentro en uno de los momentos más importantes de mi vida porque el año que viene he decidido ir a la universidad, y para no cerrarme puertas estoy cursando el doble bachillerato (Internacional y LOMCE). Me apetece estudiar fuera de España para conocer otras culturas, pero por otro lado me da pena separarme de mi familia y amigos. Hay una tercera opción que me planteo y que, por desgracia, voy a tener que descartar: ir a estudiar a Barcelona. La experiencia sería genial pues podría combinar estudiar fuera de Madrid y a la vez estar cerca de mi familia. Digo que voy a tener que descartar porque no entiendo lo que está pasando allí y no sé si alguien como yo (de Madrid) sería bien recibida en la universidad y en la ciudad. Quisiera saber si es cierto que siendo española me sentiría allí como una extraña, y cuál es el motivo por el que ellos no quieren formar parte de España.— Laura García Taboadela. Paracuellos de Jarama (Madrid).
Mi abuelo materno, que era catalán, usaba una palabra catalana para definir a los separatistas de entonces: embolicador, es decir, embrollón, enredador, alguien que hace las cosas complicadas. También decía Poca solta, tarambanas y chiflados. Valga hoy día lo que ya decía mi abuelo. Mira que ha transcurrido tiempo, pero nada ha cambiado.— Joaquín Azagra Cunillera. Madrid.
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