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Columna
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Para caminar se necesitan los dos pies

Pueden optar por el martirio o por renunciar a la unilateralidad

Xavier Vidal-Folch
Carteles y pancartas independentistas en una calle de Barcelona.
Carteles y pancartas independentistas en una calle de Barcelona.Jeff J Mitchell (Getty Images)

Cuatro escenarios posibles para el president Carles Puigdemont, hoy: 1) Una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) a la brava, inmediata; 2) Una DUI rebajada, o de efectos retardados, a plazos, por fascículos, con carencia de varios meses o de efectos suspensivos; 3) Una Declaración de simpatía “sobre” la independencia, sin “unilateralidad”; y 4) La convocatoria de elecciones anticipadas.

La DUI sería un dislate. Por su impacto inmediato: desencadenaría la intervención, suspensión o congelación de lo que queda de Estatuto de Autonomía (vía artículo 155 de la Constitución, entre otras).

También porque carece de toda apoyatura jurídica. Sostienen sus defensores que el artículo 4.4 de la ley del referéndum prevé efectuarla “dentro de los dos días siguientes a la proclamación de los resultados oficiales por la Sindicatura Electoral”.

Incluso si olvidáramos que esa ley está suspendida por el Tribunal Constitucional, y reputándola vigente (así ocurre en la mente de muchos secesionistas), es discutible que los números ofrecidos del 1-O sean “resultados”; más aún que lo sean de un “referéndum” (art. 4.3); y desde luego no existió Sindicatura Electoral, pues fue anulada por el propio Govern, o sea que nadie pudo proclamarlos.

No hubo referéndum en el sentido del propio texto, porque la averiada votación irregular del día 1 incumplió todas las garantías prometidas. Y 25 de los 34 artículos que las consagraban: 4,12, 13 y 14 á 27 (Sindicatura); 8 y 9 (papeletas y sobres; 10 (neutralidad administrativa; 11 (espacios oficiales para todos los partidos); 28 (demarcaciones: hubo colegio único), 31 y 32 (mesas y 33 y 34 (censo y recuento recurrible).

Se trata pues de un pucherazo sobrevenido tras un golpe parlamentario.

Y es una locura también porque nadie la reconocería en el mundo internacional: nadie reconoció la DUI de la República Federal de Padania (15/9/1996), ni su referéndum (25/5/1997), objeto de burla y persecución judicial aunque votasen 4.833.863 ciudadanos italianos.

Así que el escenario 1 solo pretendería provocar el martirio de los dirigentes secesionistas, para generar caos, violencia y sangre. El 2 dependería de su textualidad.

Y el 3 lo proponen el exconsejero Andreu Mas-Colell (una “suspensión activa y temporal de la unilateralidad”, uno o dos años, sin “renunciar” retóricamente “a nada”) y el consejero Santi Vila (“no adoptar nuevas decisiones unilaterales” para evitar “la suspensión del autogobierno”).

Esa suspensión podría leerse como una vuelta de facto (aunque no fuese en el discurso) a la legalidad; lo mismo que una improbable consulta electoral anticipada con las normas del Estatut (escenario 4).

Ambas salidas facilitarían que el Gobierno y las fuerzas defensoras de la legalidad ofreciesen un cauce de diálogo inmediato y una negociación de futuro: casi simultáneamente al retorno (incluso aunque fuera reticente) del secesionismo a la ley. Entonces dispondríamos de los dos pies necesarios para caminar. Uno solo no basta.

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