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CLAVES
Columna
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Minorías catalanas

Quizás sería una buena idea pensar en cómo dar o repartir el poder, en lugar de concentrarlo, o quitarlo

Jorge Galindo
Esteladas en las ventanas en Barcelona.
Esteladas en las ventanas en Barcelona.YVES HERMAN / REUTERS

De todos los sistemas que conocemos para tomar decisiones, la democracia es quizás el que permite vivir con más tranquilidad a las minorías políticas. Lo logra gracias a dos razones. Primera, porque les da la capacidad de dejar de serlo algún día. Segunda, porque esa posibilidad contiene a la mayoría de cada momento. Es decir, les da una promesa creíble de obtener poder de veto. Es un equilibrio delicado, pues la tentación para la mayoría de cada momento de asegurar su posición nunca desaparece. Sólo se mantiene gracias a que el poder está apropiadamente distribuido, y el control cruzado es férreo y constante.

Aún más delicado resulta este mismo en un Estado descentralizado. Es fácil que se dé una situación como la de Cataluña: el independentismo se siente (y es) una minoría dentro de España. Pero ocupa la mayoría política en su territorio. En última instancia, esta mayoría argumenta que, al ser una minoría sistemáticamente excluida en el Estado, está legitimada para salir de él unilateralmente. Emplean, de hecho, la desastrosa actuación policial del pasado domingo como prueba. Pero, aunque esta exclusión fuese completamente cierta, ¿qué pasaría con la minoría política en una hipotética República Catalana?

Es cierto que la retórica del Govern estos últimos días es enfáticamente inclusiva. Pero a la vez convive con la actuación parlamentaria del 7 de septiembre, el referéndum monopolizado por la mayoría, la tendencia de ciertos cargos por mencionar o listar traidores, o de algunos activistas por perseguir periodistas. Es decir: tal vez alguien en la minoría sí tiene razones para desconfiar.

Una democracia que además es federal, donde el poder de veto está repartido en cada territorio y también en el nivel central, tiene la ventaja de que permite la convivencia porque amplía la tranquilidad de las minorías. Los independentistas han sentido que, hasta ahora, carecían de dicho poder en España. Pero muchos no independentistas están sintiendo exactamente lo mismo en Cataluña. Quizás sería una buena idea pensar en cómo dar o repartir el poder, en lugar de concentrarlo, o quitarlo. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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