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Porque lo digo yo
Columna
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Huérfanos

Perdidos como niños a los que se obliga a cruzar el huracán del divorcio violento de aquellos que debían proteger sus derechos y enseñarles cómo afrontar la vida sin furia ni intolerancia.

Un grupo de concentrados ante la Escola Pia del barrio de Sant Antoni de Barcelona, durante la jornada de paro del 2 de octubre.
Un grupo de concentrados ante la Escola Pia del barrio de Sant Antoni de Barcelona, durante la jornada de paro del 2 de octubre. Juan Carlos Cárdenas (EFE)
Maite Nieto

Había una vez un país en el que durante 40 años los padres contaban a sus hijos cómo habían conseguido transitar desde una dictadura a una democracia gracias al diálogo y la contención de un pacto entre partidos diversos y contrapuestos. Pero un día, se quedaron vacíos de palabras. Perdidos como niños a los que se obliga a cruzar el huracán del divorcio violento de aquellos que debían proteger sus derechos y enseñarles cómo afrontar la vida sin furia ni intolerancia.

A un lado, avistaban a un grupo creciente decidido a decir adiós —no sabían muy bien porqué— a la casa en la que habían convivido pacíficamente dando ejemplo de apertura de miras. En otro veían a un presidente bíblico que creía que todo lo que trascendiera el marco constitucional no requería negociación y se arreglaría por arte de birlibirloque. También estaba el aspirante apuesto que decía aquello y lo contrario y sacaba a pasear su propia catarsis política en el momento menos conveniente. No faltaba el oportunista, que descamisado para parecer más cercano, aprovechaba la menor para acercarse a la más guapa del baile, aunque hubiera que cambiar de guapa y de baile.

Mientras, seguían pasando cosas de las que nadie se ocupaba. Los mayores sobrevivían con pensiones de risa, la sanidad pública empeoraba, el paro juvenil superaba el 40%, la ley del ladrillo volvía a imponer sus dudosos brotes verdes y habían regresado las banderas. En ese país imaginario, la mayoría se sentían huérfanos, porque ninguno de aquellos a quienes habían confiado la tranquilidad de su casa parecía recordar lo que significaba hacer política y el valor que exige la palabra democracia.

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Sobre la firma

Maite Nieto
Redactora que cubre información en la sección de Sociedad. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local de Madrid, subjefa en 'El País Semanal' y en la sección de Gente y Estilo donde formó parte del equipo de columnistas. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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